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Albarracín - Barracas (3/4)
El camino se separa por fin de la carretera y en ligera subida nos lleva a un pequeño alto desde el que descendemos a una carreterita asfaltada y sin apenas tráfico, justo en un barranco seco. Ahora debemos subir por una zona arbolada mientras el cielo se oscurece cada vez más. Pasamos junto a un cartel de zona inundable al que nadie hace caso. A nuestra derecha llevamos un riachuelo sin apenas agua.
De repente y sin previo aviso, comienzan a caer unas gotas de gran tamaño. Por suerte estamos en un paraje llamado Fuente Cerrada junto a un merendero con templetes que protegen pequeñas mesas circulares con unos banquitos de piedra. Nos separamos en dos grupos para estar más cómodos esperando que sea una tormenta de verano sin más importancia. Junto a nosotros una familia está comiendo unas tortillas. Cuando aumenta la lluvia, el padre de la familia coge el coche que tiene al lado, monta a los críos y sale disparado dejando a dos mujeres bajo el templete. Los compañeros que están en el templete más cercano a la carretera no dicen que vayamos con ellos. Así lo hacemos todos menos Jesús que se queda junto a su bici. Ya los ocho reunidos y las bicis algo protegidas comenzamos a reírnos y a hacer chanzas de la situación, esperando que sea momentánea, mientras permanecemos sentados. Nada de eso. La lluvia arrecia sobremanera y las gotas de agua se transforman en pedrisco; primero pequeño, pero que aumenta de tamaño hasta hacerse del tamaño de una pelota de golf, incluso alguno más grande. Sacamos los chubasqueros, manguitos y alguna térmica para resguardarnos del agua y del frío. Intentamos proteger las bicis de semejante bombardeo y nos damos cuentas que el agua comienza a correr bajo nuestros pies. Un pivote metálico de algo más de medio metro que tenemos frente a nosotros, nos sirve de referencia. La pedregada aumenta y aumenta y trozos de hojas comienzan a caer sobre el suelo. El agua sigue subiendo y las risas y chistes empiezan a ser una terapia para lo que pensamos por dentro. -"Agua al panizo" grita alguien detrás de mí. Las cámaras comienzan a trabajar para inmortalizar el momento, pero ya nos entra agua y piedra hasta por el respiradero del templete. El agua continua subiendo de nivel y el pivote de metal casi ha desaparecido. Llega a la altura de nuestras bicis pero nos da igual. A gritos, Chavi le pregunta a Jesús si se encuentra bien, pero con el ruido no se le oye responder. Las dos mujeres que tenemos en templete próximo se están asustando cada vez más. "No nos dejéis aquí, acordaros de nosotras" -gritan suplicantes. "Si nos pasáis la tortilla" - contestamos. Agua y viento arrastran unos cubos de basura que solo se mantienen en su sitio por las cadenas que los atan a los árboles. En poco rato la zona no inundada esta blanca, como si hubiera nevado. El nivel del agua hace que no podamos estar sobre los asientos y debemos subirnos en la mesa, juntitos los ocho. Intentamos conectar con el coche de apoyo a través del móvil, pero los repetidores están caídos, comenta Michel. Sin embargo con el de Tere y con el mío si podemos hablar con ellos. Les ha cogido la tormenta en una gasolinera. Pedro y Chavi no llevan chubasquero y se están helando de frío aunque no lo quieren reconocer. Luis y yo nos apretujamos para darnos calor mientras la mochila nos protege de las piedras que entran por el hueco e instamos a los demás a que hagan lo mismo. Por fin y poco a poco la piedra desaparece y la lluvia pierde intensidad. El nivel del agua desciende y solo quedan montones de pedrisco de más de un palmo de altura. En cuanto podemos saltamos entre el agua y subimos a la carretera. Un conductor con su BMW llega en ese momento. Viene a buscar a su familia que está en un bar al otro lado del barranco y que es imposible cruzar debido a la fuerza del agua. Nos cuenta que aún le tiemblan las piernas al ver como su coche se deslizaba al cruzar un vado sobre el cauce que antes vimos seco. También la policía local intenta atravesar el barranco, pero con buen criterio lo evita. Llamamos a César y a Paz por la emisora para que vengan a buscarnos. La emisora se oye mal y nos comenta que la policía no deja pasar coches ya que la carretera que llega hasta aquí está inundada. Al cabo de un rato comienzan a llegar coches y una mujer baja de uno de ellos. Viene desde La Puebla de Valverde a buscar a sus hijos que están en una fiesta al otro lado del barranco. Ha debido salir tan rápido de casa que lleva zapatos de tacones. Por fin César nos contesta que va a intentar pasar. Aprovechando que llueve menos, cogemos las bicis y nos dirigimos a la entrada de un campo de tiro donde unos porches nos protegerán más en caso de repetirse la tormenta. Como estamos algo helados, decidimos movernos un poco y con Tere comienzo a jugar al "tú la llevas" corriendo de un lado para otro entre los pilares del recinto. El método es eficaz y entramos en calor. En esos momentos llegan César y Paz. Le hacemos confesar a Paz que no ha sido ella la causante de esto haciendo vudú. Nos la imaginamos metiendo muñequitos dentro de su coca cola para hechizarnos. Luis saca una manta de la furgoneta y nos la vamos pasando para entrar en calor. Jesús que ya está con nosotros tirita de frío.
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