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Camino de Burgos
Viernes, 3 de julio de 2009
El día 2 de julio de 2009 tenemos una cita. Después de recoger la furgoneta alquilada, debemos acudir a cargar las bicicletas y los enseres para la ruta. En el camping San Jorge de Huesca nos esforzamos para que todo viaje seguro, apurando hasta el último milímetro de espacio. De hecho no sabemos siquiera que todo vaya a caber, pero a cabezones no nos gana nadie y poco a poco el trabajo queda acabado. Hace un tremendo calor que debemos mitigar con unas buenas jarras de cerveza y refrescos para los abstemios que son pocos. Después una improvisada cena en la que participamos la mayoría, da el arranque de la nueva aventura. El día 3 de julio a las 9 de la mañana -madrugada para algunos- debemos formalizar el alquiler de los coches en los que nos vamos a desplazar a Burgos. Nos eligen los modelos de coche que más se adaptan a nuestras necesidades. El trámite es largo y debemos firmar largas ristras de papel, tantas que asusta. Casi da miedo tocar el coche. Nos preparan un Seat León que conduciré yo y un Volskwagen Polo que pilotará Marcos. Nos repartimos en los coches; en el primero me acompañan Luis, Tere y Pedro, en el otro, Marcos, Paz, José Luis y Michel. César, Chavi y Jesús, salen por la tarde con la furgoneta de apoyo, al acabar sus trabajos. Vamos a intentar seguir el camino más directo a Burgos aunque sea tomando carreteras comarcales. Así, aprovechando el viaje, haremos turismo. Salgo delante y a pesar de controlarnos con la vista, en el desvío de Gurréa de Gállego ya debemos llamarnos por teléfono porque nos hemos separado demasiado. El ambiente en nuestro coche es de juerga continua. Con el aire acondicionado a tope debido al intenso calor, llegamos a Tudela. Este tramo desde Huesca, tantas veces recorrido para realizar nuestras rutas por las Bardenas, se nos hace largo y pesado. Pedro que conoce bien esta ciudad, nos guía por un entramado de carreteritas hasta que salimos en dirección a Logroño. Al cabo de un rato cogemos la autovía que no dejaremos hasta Navarrete. Aquí nos liamos por la nueva construcción de un tramo de autovía, pero al final encontramos la dirección adecuada para acabar circulando por la N-120. En todo momento el coche de Marcos nos sigue de cerca. Durante este tramo voy recordando con nostalgia el Camino de Santiago que corre paralelo a nosotros. En Castildelgado detenemos la marcha para comer algo. Nos cuentan los del otro coche que van asados, con las ventanillas abiertas porque José Luis no les deja poner el aire acondicionado. Estamos próximos a Burgos, pero a partir de Villafranca de Montes de Oca, la lenta carretera que cruza el puerto de la Pedraja nos retrasa el horario previsto. Para colmo, en los últimos kilómetros antes de llegar a Burgos, se ha producido un accidente entre un camión -que arde- y una furgoneta que da lugar a interminables colas con la circulación interrumpida. La entrada en Burgos es un poco caótica. En realidad pasamos a pocos metros del camping donde nos vamos a alojar, pero el río Arlanzón nos separa de él y para atravesarlo debemos entrar en la capital. Preguntamos a unas mujeres aprovechando la parada en semáforo. Sus indicaciones nos sirven para tomar la buena dirección y casi por casualidad encontramos un cartel que indica Fuentes Blancas. El camping se encuentra en una pequeña hondonada junto al río Arlanzón. Realizamos la inscripción y nos asignan un albergue que no es otra cosa que un gran mobil-home en el que caben 22 personas. Es nuevo, caluroso y huele tremendamente a barniz. Como este debe permanecer abierto por si llegan más viajeros nos guardan las cosas de valor que transportamos en la recepción. Nos acercamos al restaurante que es amplio y elegimos comer en la zona interior. Fuera hace demasiado calor, aunque no tan intenso como el que hemos soportado en Huesca durante los últimos días. El menú es barato y nos atiende un simpático camarero de origen luso que acepta de buen grado nuestras bromas. Nos pregunta si somos maños a lo que contestamos al unísono que no, que somos de Huesca. Nos comenta que conoce nuestra provincia porque trabajó en una estación de ski del pirineo. Unas ensaladas de pasta y, en mi caso, unos pinchos morunos deliciosos, sirven para entablar una animada charla en la que empieza a despuntar Marcos como auténtico animador del grupo. Paz, aún en proceso de "asimilación", nos mira entre divertida y extrañada. Creo que no es consciente de con quien se ha juntado. De momento y por cuestión de confianza, es Tere la que está en el punto de mira de nuestras gracias a las que ella responde con su risa explosiva ya característica. Debemos devolver los coches alquilados. Hasta que no lo hagamos no me quedaré tranquilo, al fin y al cabo somos Marcos y yo los titulares del alquiler de los coches. Deshacemos el camino hasta Burgos y rellenamos los depósitos de los coches como hemos pactado. Buscamos la oficina donde los vamos a entregar y pronto la encontramos. En medio de un fuerte calor nos acercamos, siguiendo el cauce del río Vena, hasta el centro de la ciudad. Localizamos la parada de autobús de la plaza de España donde debemos tomar el nº 25 que antes de las 9 nos debe devolver al camping. Recorremos el casco viejo de la ciudad que se prepara para la fiesta nocturna, atravesando la plaza del Cid, la Catedral, puente de Santa María, etc., para acabar tomando un refrigerio en el paseo del Espolón. Estamos en una fase extraña de la aventura, como desubicados; por un lado ya hemos salido de casa y por otro la aventura aún parece lejana. Volvemos a la Plaza de España y tomamos el autobús que pronto nos deja en el camping. Aprovechando este descanso, sustraemos cuidadosamente un banco y lo acercamos hasta nuestro albergue. Disfrutamos de un rato de charla relajada sentados bajo la sombra de los árboles mientras Tere comienza con su batería de sudokus a la vez que atiende a la conversación. En el interior, Pedro, y José Luis, marmotas oficiales del grupo, duermen una placentera siesta. Llamamos al coche de apoyo y nos comentan que han salido un poco tarde de Huesca, pero que ya se encuentran cerca. Ellos han decidido tomar la autovía por ser el método más directo. A las 20,30 y sin problemas llegan al camping. Descargamos la furgoneta y preparamos nuestras bicis para que la salida de mañana sea más rápida. Elegimos nuestra litera y nos vamos a cenar. Nos ofrecen los mismos platos que al mediodía. Unas sopas castellanas, ensalada o ensaladilla rusa dan paso a unos segundos platos variados. Luis comienza la dieta de adelgazamiento a base de ensaladas y pescado. El iluso pretende adelgazar en la ruta. Parece mentira, para este avezado aventurero, que aún no haya comprendido que de estos viajes siempre se vuelve a casa con unos kilos de más. En la sobremesa, animados por el dúo formado por Chavi y su espontaneidad y Marcos y sus aportaciones binacedenses, volvemos a llorar. Las servilletas se convierten en improvisados pañuelos con los que a duras penas podemos contener las lágrimas. |
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