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Medinaceli - Molina de Aragón (1/3)
Martes, 7 de julio de 2009 Puntual como todos los días, a las 6,15, el reloj de Pedro comienza a sonar. En la habitación reaccionamos como autómatas y sentados en el borde de la cama comenzamos a preguntarnos ¿qué hacemos aquí? El cansancio ya se acumula y a los músculos les cuesta reaccionar. Un par de gruñidos de desahogo y comenzamos la rutina de todos los días. Aseo, recogida de las bolsas y en silencio las introducimos en la furgoneta. Poco a poco van llegando los demás y desayunamos en el bar del hostal. La mañana es fresca y la mayoría se abrigan un poco. El camarero nos da los últimos consejos ya que el inicio de etapa ha variado por unas obras recientes.
A las 7,20 salimos por la antigua N-II buscando el desvío a Salinas de Medinaceli , pueblo al que llegamos por carreterita local no sin antes cruzar al otro lado del arroyo Pradejón por un puente desde el que vemos las salinas que dan nombre al lugar. Cruzamos la pequeña localidad y entramos en el camino de Pradejón, llano, algo vestido, pero en mejores condiciones de las que me contó el camarero. Este termina volviendo a cruzar el arroyo para devolvernos a la carreterita que accede a Arbujuelo , al que llegamos en pocos metros. En el pueblo, situado bajo unos peñascos, encontramos un cartel de madera que nos indica la dirección a seguir; se trata de un camino en buenas condiciones que tras atravesar una chopera se abre a los campos de labor. El día esta fosco y los rayos del sol aún se esconden tras las paredes del vallecito. Este se acaba y ya adivinamos por donde deberemos subir para salir de él. En algún diario que he leído, describen este tramo de ascenso como muy duro por el estado del terreno, sin embargo nosotros subimos con facilidad y sin separarnos demasiado. Mientras lo hacemos oímos un ruido semejante a un camión e incluso avisamos a los demás de su posible presencia, sin embargo este no aparece. Cuando llegamos al alto del Mojonazo descubrimos su causa; estamos ante la línea de AVE y el paso de los trenes a gran velocidad produce ese sonido. Esto también podría explicar el mejor estado de la pista ya que es de nueva construcción (vemos los restos deteriorados y perdidos del antiguo trazado). Durante el reagrupamiento pasa otra vez este elegante y veloz tren. Después de contemplar el pequeño valle con Medinaceli al fondo, continuamos camino hasta desembocar en la carreterita que conduce a Layna . Pasamos bajo la línea del AVE y rodeados de campos vallados que parecen ser zonas repobladas, en poco más de cuatro kilómetros llegamos a esta población. En este pequeño pueblo nos desorientamos momentáneamente porque el camino a seguir esta muy desfigurado y sale entre dos casas. Este, en subida, poco a poco comienza a mejorar. Los rayos del sol ya nos iluminan y empezamos a tener la necesidad de quitarnos algo de ropa. Michel y Paz nos deleitan nuevamente con un estriptis "Gildiano" que inmortalizamos con las cámaras y música de fondo. Tere, José Luis y Marcos se han adelantado y no ven un camino bastante borrado por el que debemos continuar. El desvío tan apenas se aprecia y de no haber sido por los waipoints del GPS los demás también habríamos equivocado la dirección. A gritos y pitidos les avisamos que deben volver. El herboso camino asciende en un par de repechos hasta llegar al alto de la Martilla punto en el que entramos en la provincia de Guadalajara. A partir de aquí pedaleamos por una zona más llana que nos deja en la N-111. Hay bastante tráfico pero no tenemos más alternativa que continuar ascendiendo por el arcén durante un kilómetro hasta un desvío de tierra. El camino, muy agradable, lo abandonamos por otro que comienza a descender hasta cruzar el rio Tajuña . Nos lanzamos a toda velocidad disfrutando con sus curvas hasta llegar a una carreterita recién arreglada que conduce a Ciruelos del Pinar. Paz confiesa, riendo ante la cámara, que se ha emocionado y se le han puesto los pelos de punta al vernos descender. Contactamos por la emisora con César que ya se encuentra en el pueblo, junto a la iglesia. En la localidad solo encontramos unas cuantas personas mayores que pasean por sus calles y unos albañiles que rehabilitan una casa. En la plaza nos reabastecemos de agua en la fuente y comemos unos grandes bocadillos de jamón preparados en el hostal donde dormimos y que nos ha traído César. Entonces vemos que hay un teleclub (cuando apareció la tv en España, este era el único lugar donde se podía ver la televisión) . Esta abierto y aprovechamos para tomarnos un café con leche. Quizás sea esta la única comida del día. Salimos del pueblo por una amplia pista que asciende hasta una carretera. Cuando estamos arriba, vemos que algo ocurre en la cola del pelotón. Enciendo la radio y Michel me comunica que se la ha roto la tija del sillín y que no se ha dado un porrazo de casualidad. ¡Menos mal que le ha pasado subiendo! César, aún en el pueblo, acude rápidamente y cargan la bici en la furgoneta. Michel va a buscar donde poder reparar la avería y si lo consigue retomará el camino. Debemos seguir la ruta por asfalto, no hay más remedio. Vemos que son carreteras recién arregladas que nos llevan hasta el alto de Los Collados , repleto de aerogeneradores, desde el que descendemos hasta la Casa Blanca de Solanillas , ahora convertida en un centro de control de incendios. Nos llama la atención que todo lo que nos rodea, a pesar de estar lleno de jóvenes matas de robledal, parece que se quemo no hace mucho - luego en Torete, un anciano nos informará que se trata de aquel terrible incendio que en 2005 quemó 8000 Has y donde murieron once miembros de un retén de bomberos. El último pueblo que hemos pasado, Ciruelos del Pinar, debió ser desalojado. En este lugar retomamos el camino de tierra y comenzamos a descender por terreno pedregoso e inestable. Las chicas deben desmontar en bastantes tramos del camino pues Tere sufre una caída leve y no se sienten seguras. Pedaleamos entre los restos de los pocos pinos que no se quemaron y la imagen es algo desoladora. Queda la esperanza de ver que el monte recupera su vida con jóvenes retoños de vegetación. El descenso acaba en un puentecito que cruza el arroyo de la Virgen . Dejamos la pista que baja hasta Ablanque y tomamos otra que asciende entre recurvas hasta llegar a una carretera. La tomamos a la derecha. Marcos insiste en ver si hay una posibilidad de ir por tierra, pero miro en el GPS y no aparece ninguna opción. En ese momento vemos como dos jabalíes adultos y un jabato cruzan la carretera. Seguimos por ella en ligero ascenso hasta Los Pinillos , junto a un refugio. Michel me llama por teléfono y me dice que ya están con César en el pueblo de Cobeta. Nosotros estamos a poca distancia y descendemos a toda velocidad hasta él.
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