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Molina de Aragón - Albarracín (1/3)
Miércoles, 8 de julio de 2009 Pipipi. pipipi. No me he enterado de la noche. ¡Si parece que fue hace un momento cuando me acosté¡ Me levanto y miro por la ventana. El cielo está algo nublado y hace fresco. Hoy nos espera la etapa más dura y no me gustaría que una tormenta nos cogiese en plena sierra. Desayunamos en el bar del hotel y salimos a las 7,20, bien abrigados, para cruzar Molina de Aragón hasta encontrar el camino de Molina a Alustante. Recorremos gran parte del pueblo hasta que por fin encontramos la pista de tierra que pasa junto a unas perreras en pésimas condiciones.
El sol es tenue, demasiado y al volver la vista, vemos el castillo de Molina y la ciudad cubiertas de nubes poco amistosas. La pista por la que rodamos es amplia, rodeada de cereal seco sin cosechar y alguna zona más verde de girasol. Esta asciende ligeramente hasta un pequeño alto para luego llanear. En un cruce, frente a unas naves, giramos 90º y tomamos un camino peor que desciende hasta la carreterita de Castilnuevo , justo a la entrada del pueblo. Este crece en torno al castillo que da nombre al pueblo y que fue construido en el siglo XII. Aquí, lugar que don Miguel de Cervantes conoció personalmente, pueden identificarse plenamente las diversas peripecias que ocurren en pasajes de El Quijote y en el referido a la aventura de la Insula en el Castillo de los Duques. Dejamos atrás el pueblo y tras una ligera cuesta se abre ante nosotros una larga pista de algo más de seis kilómetros en ligero ascenso y rodeada de campos donde se alternan los ya labrados con otros de cereal. Es el camino de Torremochuela . Llegamos hasta este pueblo en varios pelotones y César nos confirma que está junto a la iglesia. Reagrupamos y mientras descansamos un ratito, Tere encuentra un viejo paraguas con el que se pasea montada en la bici de forma inestable. Como no puede frenar bien, lo resuelve de su forma habitual; tira la bici al suelo, pero ella, con una elegancia indiscutible, continúa con la sombrilla en la mano. ¡Para haberse "matao"! Del pueblo sale un camino que atraviesa una zona enlosada y asciende rápidamente en dirección a un bosque de carrascas. El firme es pedregoso pero se trepa fácilmente por él a ritmo de platillo. De vez en cuando deja algún respiro, pero rápidamente vuelve a ascender. Al final llegamos a una zona conocida como La Segoviana y el camino se hace más llano. Nos quitamos la ropa de abrigo. Estamos en los Montes de Picaza y aparentemente estamos pedaleando por su cordal. A medio camino nos encontramos a un abuelo con su perra Carmencita que le acompaña en su recorrido con la bici. La perrilla nos mira asustada y no se aleja de su dueño que durante unos minutos habla con nosotros. Es buen conocedor de la zona y nos da unas cuantas indicaciones. Seguimos adelante y en una zona donde hay varios desvíos y decidimos reagrupar, el yayo nos adelanta. Reanudamos la marcha y al cabo de unos minutos veo al abuelo jadeando al lado del camino y poniendo piedras en el suelo. -¿Qué le pasa? - Le pregunto . -Nada hijo, que os he dado mal las indicaciones y me he adelantado a poneros unas marcas para que no os perdáis. -me contesta jadeando. -Muchas gracias, no se tenía que molestar, llevamos GPS -le digo . -Ah - contesta con cara de asombro . Nos despedimos del amable abuelo y pocos metros más adelante veo una flecha en el suelo hecha con piedrecitas. Luego dirán que no hay gente buena. Lo que más me duele es que nuestro recorrido va por otro lugar y se podía haber ahorrado el tremendo esfuerzo. En este mismo punto tengo marcada una variante para llegar al pueblo de Traid sin tocar asfalto. La pista de buena calidad, desciende ahora de forma rápida hasta llegar a la ermita de Santa Lucía . Se supone que aquí hay una fuente, pero se encuentra un poco más adelante. Reagrupamos de nuevo -será una constante en el día de hoy porque hay multitud de caminos que nos pueden despistar y GPS solo lo llevamos Michel y yo- y en subida nos acercamos hasta el pueblo de Traid . Es muy pequeño y tan apenas hay unas cuantas casas. Salimos por su carretera de acceso hasta encontrar una pista en muy buenas condiciones -como casi todas las de la zona que recorremos hoy- que nos lleva en dirección a la sierra y sus bosques de pino. Tras un pequeño error que subsanamos con rapidez encontramos el camino correcto. Este asciende hasta un pequeño collado desde el que descendemos a buena velocidad hasta un pequeño vallecito donde un pequeño puente nos permite cruzar el barranco Valfrío . Esperamos aquí a que lleguen Luis y José Luis que son los últimos. Luis para casi en seco y José Luis, al hacer su ya clásica parada con derrapaje, se lo come literalmente. Choca con él rebotando y durante unos instantes que se hacen eternos, titubea en el aire hasta darse de bruces con el suelo, faltando escasos centímetros para caerse por el puentecito. Tras el susto, las risas y el cachondeo imaginándolo con la cabeza en el agua y los pies agitándose en el aire. Él, como de costumbre, ni se inmuta. Dejamos la pista buena y tomamos un desvío que pronto cambia de dirección y al cabo de un rato acaba en un campo. ¡Ya empezamos! Sin dudarlo cruzamos en línea recta y en 200 m aparece una senda que seguimos. Poco a poco, esta se convierte en camino y comienza una penosa pero corta ascensión que casi hace que caigamos de espalda en algunos momentos. Mientras reposamos y reagrupamos Tere y Marcos, el jabalí de Binaced, hacen unos estiramientos empleando a Pedro como apoyo improvisado. El camino se hace cada vez mejor y llanea rodeando el cerro del Horcajo hasta llegar a la ermita de Santa Ana . Aquí salimos a la carretera de acceso a Alcoroches y llegamos hasta el pueblo en algo menos de un kilómetro.
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