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Etxalar - Hondarribia
Sábado, día 5 de julio de 2008 La noche transcurre bien, durmiendo como un bebe en la cómoda litera. Solo me despiertan dos cosas: los trasnochadores del pueblo que parece se lo pasan en grande y… algo así como… ¡LLUVIA! No puede ser, deben ser ruidos que no sé de donde provienen. Al final, mosqueado me levanto y está lloviendo fuerte. ¡Maldita sea! Después de los esfuerzos de tantas etapas, aunque sea en dos años, el último día, el día de la gloria “betetera”, se va a estropear todo. El mal tiempo anunciado se ha cumplido y ya no tiene remedio.
Nos levantamos todos para tomar el desayuno que puntualmente nos ha preparado el señor Santiago, dueño de la casa de turismo rural donde nos alojamos y decidimos que en esas condiciones es más prudente bajar hasta Hondarribia por la carretera. Le preguntamos y nos dice que el temporal no va a amainar y que durará bastante. Así que no quedan dudas. Las cumbres aparecen cubiertas de nubes y no es cuestión de meternos en un berenjenal yendo un grupo tan numeroso y en cierto modo heterogéneo. Pedro llama a Borja que viene a pasar el día con nosotros desde Bilbao, pero este ya ha salido. Yo llamo a César para que anule su reserva de hotel. No se lo cree. En Huesca, de donde salen junto a Santiago y Manolo con el carro porta bicis, hace muy buen día. Unos gruñidos de fondo en el coche de Santiago ponen fin a la conversación. Bajamos nuestras cosas a los coches y en una tregua de la lluvia salimos por carretera en dirección a Bera de Bidasoa. Bajamos forrados en chubasqueros, hoy no cae el calabobos de otros días, hoy llueve de verdad. Juntos, con las luces de la bici y con reflectantes para Chavi que se queda último para evitar disgustos, nos encontramos con Borja a medio descenso. Escasamente nos saludamos y quedamos en el desvío a la carretera de Vélate. La carretera cubierta de árboles hace que a ratos la lluvia sea doble, el agua que cae del cielo y la que resbala de las hojas. Con gafas y cegato, para mí es un tormento. No veo nada a pesar de que intento pedalear con la cabeza baja para evitar el agua. Cada vez más cerrado, llegamos a la carretera de Velate junto al Hotel Etxalar . Esta carretera la conozco desde mis tiempos de mili, hace ya bastantes años y la recuerdo muy estrecha y peligrosa por la gran cantidad de coches y camiones que por ella pasan. Para mas "INRI", ahora está de obras por la construcción de la nueva autovía. Juntos, intentando mantener uniforme el grupo, cosa no siempre posible, descendemos lo mas pegados posible al inexistente arcén. Las gafas llenas de agua me dan una inseguridad terrible. No solo el agua que cae con fuerza del cielo, también la que salpica de la rueda del que va delante. Los camiones nos pasan a escasa distancia y el tráfico es muy intenso, así que decidimos entrar en Bera de Bidasoa por la antigua carretera. Por lo menos serán unos kilómetros de relax y tranquilidad. Ni siquiera nos planteamos tomar algo caliente en esas circunstancias. Al cabo de poca distancia, la carretera aboca de nuevo a la N-121A y vuelta a los problemas. De vez en cuando nos paran para dar salida a los camiones de las obras. Creíamos que en sábado no trabajaban. Bueno, a la postre nos beneficia ya que en los tramos de un solo sentido los controladores nos dejan pasar y durante un rato no llevamos a nadie detrás. Cuando llegamos a Behobia ya coincidimos con el track oficial y a partir de allí todo por arcén y calles urbanas. Quedan aún cinco kilómetros hasta llegar a la playa y a tramos vamos por carril bici. Todo un lujo. Cruzamos Irún y sin solución de continuidad llegamos a Hondarribia . Ahora llueve muy fuerte y casi no puedo hacer ni una foto. Vamos calados hasta el tuétano. Cuando llegamos al puerto, por el carril bici alcanzamos la playa. Tanto esfuerzo para tener un final tan "miserable", pero las cosas son así y no se pueden cambiar. En la playa nos acercamos hasta el mar para tocar las aguas del Cantábrico . Edu se tira al agua sin pensar. Menos mal que está calentita. Por no poder, ni siquiera nos hacemos una foto del grupo, la cámara está empapada y urge secarla. Buscamos el parquin donde tenemos el coche de apoyo y Borja, junto con dos conductores, vuelven a Etxalar a buscar los otros dos coches que faltan. Hoy Tere y Merche querían pedalear y ya teníamos previsto hacerlo así. Mientras tanto, los demás, aún empapados, buscamos una cafetería donde dejar las bicis visibles y tomarnos algo. El secador de manos del baño casi lo quemamos intentando reducir nuestro nivel de mojadura, todo inútil. Mientras tanto Carmen y Yoli reservan un sitio donde comer dieciocho personas. Somos como una invasión allí por donde pasamos Como ya habíamos decidido en el desayuno, renunciamos a quedarnos un día más en Irún e irnos de cena. En su lugar, tras cambiarnos, buscaremos un sitio donde comer todos juntos y luego volveremos a casa. Cuando llegan los coches de apoyo, nos cambiamos de ropa. Vamos llamando a los que vienen de Huesca y cuando están cerca de Irún nos acercamos a las calles próximas al parquin para indicarles donde estamos, ya que para colmo, hay un tráfico bastante importante. Solo llegar el porta bicis, en un momento de tregua de la lluvia, cargamos las máquinas y las asegurarnos para ir a comer.
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