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Burgos - Salas de los Infantes (2/3)
Estamos circulando por una pista que poco a poco empeora y en algún tramo casi desaparece por la hierba baja, pero siempre se puede seguir sin problemas. Al final llegamos al Alto del Pozo desde donde comenzamos a descender por una pista de nueva creación, posiblemente por una concentración parcelaria. Es bastante inclinada y bajamos a toda velocidad hasta que me percato que nos estamos alejando de los waipoints por la derecha. Michel me grita para avisarme de lo mismo. En el momento que podemos tomamos la primera pista a la izquierda y gracias al GPS vemos, para tranquilidad nuestra, que retomamos el track y por un camino nuevo llagamos hasta Revilla del Campo . Nos dirigimos hacia la iglesia a cuyo pie está abierto un pequeño bar. César ya ha llegado. Lo acaban de abrir y lo regenta una mujer mayor que nos prepara unos cafés con leche y unas galletas a pesar de empeñarse en que comamos unos chorizos y huevos fritos y más alimentos ricos en colesterol. Pero son las 9 de la mañana y no nos hemos ganado el jornal, así que rechazamos educadamente el ofrecimiento. La mujer tiene ganas de hablar y cuando se entera que somos de Huesca, nos comenta que un señor viene todos los años a buscar trufas de roble y que se lleva toda la producción para venderla luego a Francia. También escribo unas líneas inentendibles en un libro de visitas de la ruta que nos ofrece y dejo constancia de nuestro paso por allí.
Retomamos la marcha por la carreterita en dirección sureste y al poco tiempo la abandonamos por un puente que cruza el río Lara para iniciar un ascenso poco prolongado que luego desciende para llegar a otro camino y girar a la izquierda bajo el cerro Espeso . La pista se introduce por un valle custodiado a la derecha por la impresionante sierra de Peñalara . El camino es precioso y el ambiente relajado. Pronto llegamos a Quintanalara, pequeño pueblo del que salimos por un camino de buen firme y que permite rodar con facilidad. Los paredones de Peñalara me impresionan cada vez más y dan a todo el valle un encanto especial de recogimiento en el que la imaginación puede volar imaginándose los mil y un hechos que por estas tierras ocurrieron. Lara es nombre de Alfoz - es el nombre que se daba durante la Edad Media al territorio extramuros asignado a una villa durante la repoblación foral. Esto incluía a las pequeñas aldeas y zonas rurales que dependían de las autoridades municipales de la villa, con la que formaban las llamadas comunidades de villa y tierra -, sinónimo de avance reconquistador de los cristianos, verdadero lugar primigenio de un condado que luego será reino de Castilla. En menos de dos kilómetros llegamos a Torrelara que nos recibe con un crucero rehabilitado. Lo rodeamos por el sur dejando a la izquierda la población y en lo más alto de ella, en un cerro, la iglesia de San Millán completamente exenta y cuyo origen pudo ser militar. Cruzamos el río de la Dehesa por un puentecito y el valle se encajona, tomando la pista un rumbo ascendente que nos hace presagiar un pronto cambio de vertiente. Mientras pedaleamos por el camino de Navareña oigo a Chavi que va contando chistes en el grupo de cola. Este, tras una bajada, nos deja en Vega de Lara . El pueblo apenas tiene tres casas de labranza. Salimos de él en dirección sureste para llegar a una carreterita que lleva a Lara de los Infantes . Dudamos si ascender a él o no. Como no nos aporta más que una subida y no nos ahorra asfalto, decidimos seguir hasta Campolara. Contactamos por radio con César que ya nos espera en la plaza del pueblo. Durante el corto trayecto que nos separa de él, reparamos en el precioso paisaje que hemos dejado tras nosotros. Al volver la vista atrás vemos Lara de los infantes y como telón de fondo y a modo de una proa de barco gigantesco, los paredones de Peñalara con el castillo del Picón de Lara, fortaleza de Gonzalo Fernández, padre del conde Fernán González, situado sobre el puntal del mismo nombre. En Campolara bebemos unos refrescos y comemos una torta de anís que nos saben a gloria. Los ha comprado César durante el camino. Visitamos durante un rato el pueblo intentando fotografiar una iglesia que a duras penas cabe en nuestros objetivos. Por lo menos en este lugar sí que se ve algo de vida con algún crío pequeño jugando con su bicicleta. Nos despedimos de César. Ahora queda un largo trecho sin posibilidad de contactar directamente. Tomamos una pequeña carretera que muere en tres kilómetros en Villaespasa . Bordeamos el pueblo por el norte y ya por camino de tierra, cruzamos la partida de de Valdehonda para descender hasta el río San Martín . Una pasarela nos permite atravesarlo y comenzamos a ascender por terreno algo suelto. En un par de rampas, separadas por un pequeño descanso, llegamos a un alto desde donde descendemos a toda velocidad, por un terreno muy suelto, hasta la carretera de Jaramillo Quemado . Este pueblo lo dejamos al norte, a poca distancia. Reagrupamos de nuevo y proseguimos durante un kilómetro por carretera hasta tomar un desvío a la izquierda que asciende poco a poco y que, al llegar a una curva, casi desaparece. Reagrupamos de nuevo y aprovechamos para reponer la crema solar desaparecida. La temperatura es muy agradable, pero no debemos olvidar que circulamos a mil metros de altura y el sol nos puede quemar con facilidad. Frente a nosotros, en la lejanía, vemos los paredones que rodean el río Arlanza . Debemos cruzar una zona donde el camino escasamente se adivina, teniendo como referencia unos viejos robles. En este punto abocamos a un camino que tomamos a la derecha, primero llaneando y luego, en descenso, hasta las tenadas Encimeras . Estas son unas construcciones de piedra con tejas rojas que se encuentran en su casi totalidad en ruinas. El descenso continúa siempre con la sierra Gayubar frente a nosotros y acompañados del río Pedroso hasta llegar a la N-234. El track nos manda por la carretera, pero descubrimos una senda marcada que nos permite cruzar el río y seguir paralelos al asfalto hasta que no queda más remedio que salir a él. Cruzamos la carretera y nos desviamos por un antiguo trazado de la nacional que desemboca en Barbadillo del Mercado. Este es el último punto de contacto con César hasta llegar al final de etapa. Son las doce del mediodía y vamos muy bien de tiempo. Recorremos el pueblo hasta la plaza de la iglesia de San Pedro Apóstol . Las calles casi la dejan exenta y descubrimos un rollo Jurisdiccional -en este lugar se azotaba y se hacían cumplir las penas a los reos- en la plaza Mayor. Paz se acerca a unas casas y unos vecinos creen que somos invitados de una boda que se está celebrando. ¡Vaya con los vecinos, seremos los primeros invitados disfrazados de ciclistas! Insisten en que fotografiemos los escudos nobiliarios que hay en diversas casas. La iglesia merece una parada para disfrutar de su potente torre y en un intento de hacer la mejor toma, Michel se tira en el suelo intentando encajar el monumento en su visor
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