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San Esteban de Gormaz - Pradena
Domingo 4 de julio de 2010 He dormido como un bebe, con la ventana abierta de par en par y el sonido del río Duero como fondo musical. El frescor de la madrugada me obliga a tapar el cuerpo con la ropa de cama. Me despierto antes de las seis, pero remoloneo en la cama hasta que escucho la sirena de Antonio. Esta vez no me coge de improviso, la espero agazapado en mi edredón. Antonio, Manolo y yo, nos levantamos al unísono y como si lo hubiéramos hecho toda la vida, en pocos minutos recogemos todo, incluida la ropa lavada y tendida el día anterior que a duras penas se ha secado. Cuando salgo a la calle, veo a Chavi tranquilamente sentado en el porche de su cabaña. Hoy sale con la bici de su hijo Isma. Iniciamos el camino a las 7 en punto y nos dirigimos al bar donde cenamos. Nos dijeron que estaría abierto para poder desayunar algo, pero no aparece nadie. Me imagino que la celebración de la victoria de España duró más de la cuenta. Volvemos sobre nuestras ruedas en dirección al pueblo en busca de otro bar, pero una chica nos comenta que no hay ninguno abierto a esas horas. Decidimos comenzar la ruta y lamento el tiempo perdido. La etapa se inicia atravesando el puente medieval sobre el río Duero y antaño puerta de Castilla en su comunicación con el sur. Seguimos la N-110 durante unos pocos metros y nos desviamos a la izquierda por una buena pista marcada con postes del Camino del Cid . El sol nos da de espalda proyectando nuestras largas sombras sobre el camino a la vez que ilumina de amarillo los campos de cereal, aún no cosechados. La imagen es espectacular. Por desgracia, lo bueno acaba pronto. Esa buena pista se transforma en un camino muy vestido y con abundante agua acumulada porque el terreno forma una pequeña cuenca denominada el Llano de Valdepastores . Ya, con los pies mojados de nuevo, comenzamos a ascender de forma suave en dirección a la N-110, a la que llegamos pronto. Esta ligera subida despierta mi tendinitis de nuevo y tengo que reducir el desarrollo para evitar males mayores. Me preocupa que haya aparecido tan pronto, en apenas unos kilómetros de escasa dureza y en la primera subida. Mi cabeza no para de recordarme que aún queda lo peor y que serán etapas muy largas. El miedo a abandonar y la preocupación me hacen aislarme un poco de los demás y centrarme solo en el gps y en mis sensaciones físicas. Abandonamos momentáneamente la cabañera y atravesamos la N-110. Por su vieja carretera de acceso, llegamos a Aldea de San Esteban . En este punto tengo un par de variantes sobre la ruta. Como el aspecto del camino es bueno, decido tomar una pista que circula paralela al río Pedro y así evitamos un largo tramo de carretera. Aunque el terreno está más seco que ayer, de vez en cuando aparecen de nuevo los charcos y el barro. Pedaleamos acompañados por abundantes choperas a nuestra izquierda y, a nuestra derecha, aparecen unas construcciones en forma de torre cilíndrica. Tras arduos debates en el pelotón y a la vista de uno de ellos medio derruido que deja asomar lo que parecen ser nidos, llegamos a la conclusión que se trata de palomares. El camino mejora cada vez más y sin apenas esfuerzo llegamos en ligera subida a Peñalba de San Esteban . El pueblecito está desierto y desde luego no hay ningún sitio donde desayunar, así que decidimos afrontar una de las partes más complicadas de la etapa de hoy. El camino, evidente al principio, sale del pueblo en dirección al alto de Peñas Rodadas , pero pronto comienza a difuminarse. Cometo un pequeño error intentando seguir el camino más nítido, pero Michel, siempre atento, me avisa del error. La dirección a seguir nos introduce en el arroyo de La Vega y se transforma en un arenal abarrancado producto de las lluvias caídas. El camino es el cauce del arroyo y así, a tramos montados y en otros momentos a pie, vamos ascendiendo a nuestro destino. Por fin, abandonamos el barranco junto al corral de Perrita . El camino es ahora un poco, solo un poco, más ciclable. En este punto tengo dos variantes de la ruta. La única composición de lugar que tengo hasta ahora es la que recuerdo de las fotografías aéreas que usé para marcar la marcha. Por intuición, decido tomar la de la derecha que a la postre nos da buen resultado. Esta asciende junto al barranco de la Vega hasta llegar a los corrales de Respeno . Aquí cambiamos bruscamente de dirección y, lo que yo pensaba a fuer de las fotos iba a ser un descenso, se transforma en un corto ascenso por terreno muy abarrancado que nos obliga a subir a pie y que termina en una llanura llena de encinas. En este punto volvemos a retomar la cabañera, transformada ahora en una buena pista rodeada de encinar mal cuidado y que avanza llaneando hasta la N-110. Este tramo lo hacemos bastante disgregados y me adelanto demasiado. Edu, cuando me alcanza, me lo recrimina. Tiene toda la razón, pero es que mi cabeza tiene puesto un ojo en el gps y otro en mi rodilla que no para de lanzarme avisos en forma de pinchazos insoportables. Poco antes de llegar a la carretera y después de haber reducido el ritmo de pedaleo un poco, el grupo se unifica. La pista desemboca en la N-110, a medio puertecito. Lo subimos a ritmo lento. A pesar de que existe un mal camino a la izquierda que nos evitaría el asfalto, veo que no está en muy buenas condiciones y por miedo a castigar más la rodilla sigo por la carretera. A nuestra izquierda se abre una profunda depresión por la que corre el río Pedro y me alegro de no haber buscado alternativas al asfalto por esa zona. Tras unos cinco kilómetros que sirven de límite entre Soria y Segovia, llegamos a otra alternativa. Podemos seguir la nacional hasta Ayllón o desviarnos a la izquierda por caminos hasta Torraño. Elegimos esta última opción y entramos en una ancha pista agrícola que, para mi sorpresa y disgusto, comienza a descender de forma importante. Afortunadamente el paisaje es impresionante. Se mezclan campos recién labrados de tierra rojiza con los que están sembrados de trigo aún sin recoger y zonas yermas. Es la fotografía típica de Castilla en la que se forma un mosaico multicolor a la que añade contraste el sol, aún bajo en el horizonte. Como la velocidad es alta, pronto aparece Torraño ante nuestros ojos. Situado en un pequeño altozano, domina amplias zonas onduladas de cultivo. El pueblo es pequeño y un paisano nos dice que no tiene bar. El más cercano es en Ayllón y que por carretera hay 5 km y por camino 3 km. Mejor que mejor. Salimos por su carreterita de acceso y pronto tomamos un camino ascendente que en una línea recta interminable nos deja a Ayllón. A mitad de este camino, cruzamos la divisoria entre Soria y Segovia. Entramos en Ayllón en un fuerte descenso y dejamos a nuestra izquierda un par de iglesias, una de ellas en ruinas. Ayllón es un pueblo precioso situado a los pies de la sierra del mismo nombre y cargado de historia. Así lo demuestran la cantidad de edificios notables que encontramos en nuestro trayecto hasta la plaza Mayor. Es una plaza porticada donde se sitúan entre otros la iglesia de San Miguel , el ayuntamiento y una fuente de cuatro caños donde llenamos nuestras mochilas con agua fresca. Encontramos un bar donde podemos almorzar. Entre tanto, Michel es secuestrado por una abuela -que es también guía del pueblo- que de buena fe le comienza a contar cosas del pueblo. También nos comenta que hay una gran fiesta medieval en julio donde acuden miles de personas. Poco a poco, como viles traidores, dejamos solo al pobre Michel que, con cara de circunstancias, no puede sacudirse de encima a la anciana. Por fin entramos en el establecimiento y comemos unos huevos fritos con jamón y chorizo que junto a unas cervezas nos devuelven la vida. Aquí aprovecho para tomarme un antiinflamatorio que disminuya mi dolor de rodilla. Salimos del pueblo a través de callejuelas que nos dirigen a una puerta de acceso medieval situada en las murallas. Entramos en un tramo muy transitado y estrecho de la N-110, tras cruzar el bonito río Aguisejo . Continuamos por asfalto un par de kilómetros hasta Santa María de Riaza . Nos desviamos para entrar en el pequeño pueblo en el que destaca sobre un promontorio la iglesia románica de Nuestra Señora de la Natividad , templo que se remonta al siglo XII.
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