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Estación de Zaragoza
Soria. Casco viejo
Claustro de San Juan de Duero

Cena en el buffet libre


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Ruta Cañada Real Soriana Occidental
Soria -Salamanca

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Camino de Soria

 

Viernes 2 de julio de 2009

Ayer por la tarde dejamos todo el material cargado en la furgoneta de apoyo, así que hoy podemos levantarnos relajados y sin necesidad de prisas.

César
Miguel
Michel
Marcos
Manolo
Paz
Jesús
Chavi
Tere
Pedro
Edu
Antonio
Ismael
Yoli

Nuestro autobús sale a las 7.45. Llegamos puntuales, con el tiempo justo para tomarnos un café con leche. Este año la cercanía del inicio de ruta nos facilita mucho las cosas. Solo vamos Michel, Manolo, Antonio, Jesús y yo. Los demás se distribuyen en la furgoneta de apoyo -César, Tere y Edu- que saldrán después de comer y el coche de Chavi, donde van junto a él, su mujer Yoli, su hijo Isma, Paz y Marcos. Chavi tiene la intención de volver antes por motivos laborales.

El autobús está medio vacío y nos situamos en la parte trasera. El cielo amenaza lluvia y caen unas gotas durante el recorrido. La predicción de tiempo es mala para este fin de semana, y parece que se va cumpliendo.

En Zaragoza debemos cambiar de autobús y hasta la hora de salida tenemos tiempo de comer un bocadillo. Los billetes están numerados y a Jesús, con fobia a los autobuses, le hemos reservado primera fila. Todos, menos él, subimos y nos acomodamos en nuestros asientos. De pronto vemos entrar a una anciana monja y sin mirarnos nos comenzamos a reír, no de la pobre mujer, sino de ver que se sienta en primera fila, en el lugar de Jesús. Cuando este sube, pregunta:

-"Cual es el número 3"- mientras le señalamos riendo el sitio de la monja.

-"Hijo mío, quieres ir en la ventanilla"- le dice la mujer.

-"Córrase, córrase, señora"- le contesta Jesús todo serio.

Los demás nos reímos a mandíbula batiente de tal guisa que Manolo casi pierde la dentadura.

Mientras seguimos riendo, jugamos con palabras que comiencen con el prefijo sor, a la par que Jesús pone cara de circunstancias. ¡Qué sorpresa en el sorteo.!

Solo salir de la estación comienza a llover y el cielo está muy negro. Un par de tormentas y campos encharcados nos indican que los malos presagios sobre el tiempo se están cumpliendo.

El autobús es de línea regular y hace paradas en un montón de pueblos. Aún así, el viaje se hace cómodo y poco a poco sale el sol. Sin embargo, a nuestra derecha, una negra masa de nubes cubre las montañas. ¡Como me alegro de haberme decidido por salir de Soria en vez de Logroño! Los campos y montes cercanos están verdes como si estuviéramos en el mes de mayo.

Cuando llegamos a Soria, y antes de ir en busca del hostal Arévacos, nos tomamos un refrigerio. Nos queda todo el día por delante y esto me cansa más que pedalear.

Soria es una ciudad pequeña, pero nos cuesta un rato encontrar el hostal situado en la parte alta de ella, cerca del hospital. Cuando llegamos debemos llamar por un telefonillo para que, al poco rato, aparezca la dueña. Repartimos habitaciones y vamos a dar una vuelta por los alrededores.

Salimos sin rumbo, pero sin alejarnos del hostal. Por un paseo precioso llegamos hasta la Ermita de Santa María del Mirón. Al verlo me sorprende. Está situado en una atalaya preciosa desde la que se domina la ciudad y el Duero. En los carteles informativos leo que en 1725 se levantó el actual santuario sobre otro anterior y que la leyenda dice que era de origen visigótico. En mitad de la plaza, aún celebra la Cofradía de Labradores el día de San Isidro con subastas de animales. En su centro se yergue una columna de estilo churrigueresco con el busto de San Saturio.

Mientras vemos la construcción comienzan a caer unas gotas y decidimos volver. Además, nos llaman del coche de Chavi para indicarnos que están llegando.

A falta de los chicos del coche de apoyo, que llegarán al final de la tarde, los demás vamos en busca de un lugar para comer. Descendemos a la parte baja de la ciudad pasando junto a la iglesia de Santo Domingo, templo románico de finales del XII, en la actualidad Convento de Clarisas. Pasamos frente al instituto Antonio Machado donde este insigne escritor dio clases y pronto encontramos un lugar para comer, justo a tiempo para librarnos de una monumental tormenta en la que salen volando los veladores del local. La comida es bastante agradable, Todos estamos animados, pero da gusto ver a papá Manolo, el "novato", disfrutando como un crío.

Hay que hacer tiempo y a pesar de que el cielo amenaza lluvia, decidimos seguir recorriendo la ciudad pasando junto a la ermita de la Soledad, el ayuntamiento y luego, tras cruzar el puente sobre el río Duero, seguir hasta el claustro de San Juan de Duero.

Entramos a visitarlo porque es precioso. Según cuenta la historia, en el siglo XII la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén se instaló aquí reformando una pequeña iglesia románica que ya existía y levantando el resto del monasterio. El claustro, de principios del siglo XIII, es la única dependencia monacal que queda y uno de los más originales del románico español por la variedad e influencias de su arquitectura: trazas románicas, arcos apuntados tendentes a la herradura, arcos que se entrelazan y otros secantes. Los chaflanes, con clara influencia árabe, están rematados con arcos califales.

Durante la visita cae otro chaparrón y decidimos volver al hostal por un empinado camino que nos lleva de nuevo hasta la ermita del Mirón, acercándonos de nuevo hasta el mirador sobre el Duero donde nos hacemos unas fotos.

De regreso al hostal nos llama Edu para decirnos que el coche de apoyo está llegando, cosa que hace al poco rato y entre todos descargamos los enseres y las bicicletas. Chavi se da cuenta que tiene rota la maneta del cambio y se acerca a comprar una en una tienda de bicis cercana.

Solo falta Pedro y me llama para decirme que llegará tarde, que nos vayamos a cenar. Así es que volvemos a bajar al casco viejo y por no repetir el lugar de la comida, buscamos otro local.

Es viernes y hay mucha gente en la calle, los locales están a rebosar y acabamos en el buffet libre del hotel Alfonso VIII, justo cuando llega Pedro. No saben con quién están tratando. Parecemos buitres alrededor de la carroña. Tere no deja ni una gamba y los demás repetimos platos hasta la saciedad almacenado reservas para la ruta. Entre plato y plato, volvemos a nuestra costumbre de llorar de risa. El tiempo pinta mal, pero a nosotros no nos hace dejar de reír ni la peor tronada.

Cebados como pavos antes de navidad, regresamos al hostal para intentar dormir y rezar para que los malos presagios para mañana no se cumplan.

 

 

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