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Soria - San Esteban de Gormaz
Sábado 3 de julio de 2010 La noche, en el Hostal Arévaco, discurre con tranquilidad y solo sobresaltada por el ruido de alguna moto o las voces de la gente que se retira a descansar tras una noche de diversión. Entre sueño y sueño intento escuchar si llueve u oigo algún trueno que indique tormenta. Los pronósticos son malos y la primera etapa se puede ir al traste si llueve demasiado. En el mejor de los sueños, sobre las 6.15 de la madrugada, suena el despertador de Antonio. Una alarma de 120 decibelios que nos arranca de la cama a Manolo y a mí y casi nos cuelga de la lámpara del techo. Repuesto del susto y con el corazón a 200 pulsaciones, me acerco rápidamente a la ventana para mirar al cielo. Veo la luz del amanecer en dirección este y para mi alegría, hay claridad. Sin embargo, esta, desaparece bruscamente cuando giro la cabeza y por el oeste las nubes, amenazantes y negras, cubren el cielo. Por lo menos ahora no llueve y la temperatura es agradable. Con bastante orden para ser el primer día vamos bajando nuestros equipajes a la furgoneta y sacamos las bicicletas del cuarto reservado para ellas. Michel, sentado bajo la escalera sobre un banco de madera y con aspecto reflexivo, me mira pasar. En la calle, cada uno va repasando su bicicleta, engrasando la cadena y dando los últimos retoques a la que va a ser nuestra compañera de sufrimientos. El día está fresco y cada integrante del grupo intenta ajustar su indumentaria a sus sensaciones. Solo mantenemos en común la equipación roja. Con puntualidad inglesa, salimos a las 7 h sin hacernos la foto de partida. Los ánimos están un poco bajos y solo se escucha algún comentario de Edu. No sabemos de ningún bar abierto, así que atravesamos la ciudad de Soria para salir de ella. Poco después, al tomar una nueva calle, vemos el bar Mónaco abierto y entramos en él. Pronto, aunque con cierto desbarajuste, nos preparan los cafés con leche -droga sin la cual al cuerpo le cuesta dar pedales- y una buena cantidad de bollería. Lo tomamos con cierta rapidez entre los comentarios divertidos de Edu. Nos preocupa que comience a llover y debemos adelantar camino. Cuesta bastante salir de Soria por lo enrevesado de las calles y direcciones prohibidas que encontramos. Por fin, atravesamos bajo la circunvalación de la ciudad cuando alguna gota empieza a caer. Los que no lo llevamos, aprovechamos para ponernos el chubasquero. Entramos en un camino de tierra tras atravesar una línea del ferrocarril en desuso. La pista, estrecha y con abundante vegetación, corre junto a una acequia por el barranco de los Royales que, como consecuencia de las fuertes tormentas caídas en días anteriores, se desborda en muchos tramos. Apenas llevamos 5 km y continuamente debemos desmontar de la bici para caminar sobre senderos de hierba húmeda que sirven para evitar el empantanado camino. El cielo está cada vez más negro y, aunque ya no llueve, los pies están totalmente calados. Antonio, fanático de la limpieza de su montura, intenta sortear los primeros charcos, pero ante lo inevitable de la situación decide asumirlo y el barro comienza a tapizar su bici. Por varias veces, debemos saltar como podemos, ayudándonos entre nosotros a pasar las bicis, pequeños brazos de agua que en ocasiones tienen algo de profundidad. Cruzamos el río Golmayo y llegamos al Royal de Arriba , un grupo de edificaciones agrícolas bastante grande. La pista comienza a subir y abrigo la esperanza de que al salir del barranco el camino mejore. Nada de eso, la situación se mantiene hasta que rodeamos el Cerro de la Virgen por su parte este. El camino mejora y sin problemas importantes, salvo algún susto con el barro, llegamos a la localidad de Golmayo . En el momento de entrar en el pueblo comienza a llover un poco y decidimos entrar en el bar hasta ver que escampe. Llevamos más de una hora de ruta y escasamente hemos hecho 7 km. Así no llegamos. En el establecimiento, mientras tomamos un café con leche, entablamos una amena charla con un joven que se dedica a la fotografía y recorrer los caminos de la zona. Nos da abundante información del recorrido y nos alerta de posibles zonas en el que las condiciones del camino están mal. Comenta que él no había visto el monte soriano tan bonito y verde desde hacía años y nos recomienda que hagamos abundantes fotos. También me cuenta, que durante un tramo de la ruta, seguiremos una vía romana, la que unía Numancia con Osma. Cuando deja de llover retomamos la ruta por un tramo que nos deja rodar con cierta facilidad. La velocidad no es muy alta, pero al menos avanzamos sobre la bici rodeados de campos de trigo aún verde. Caen algunas gotas sin fuerza que no impiden la marcha y tras atravesar una zona donde el camino es casi invisible, llegamos a Carbonera de Frentes . Atravesamos el pequeño pueblo y, ante la ausencia de un camino más directo, tomamos una buena pista que nos acerca en dirección norte hasta Fuentetoba . Esto implica dar una cierta vuelta, pero el buen firme nos permite rodar con rapidez. Rodeados de pinares y de campos de cereal, vemos como algunos ciervos atraviesan el monte a toda velocidad. Dejamos a nuestra derecha el pueblo, y sin entrar en él, continuamos en dirección suroeste. Vemos unos carteles que indican la mina de Asperón - son granos de sílice o arenisca que unidos a jabones de limpieza, por el raspado de estas partículas, mejoraban sus cualidades y se le llamo comercialmente Asperón- llamada La Somadilla. Pronto llegamos a una zona embarrada donde el camino empeora. Nos reagrupamos y sorteamos de la mejor forma posible el cúmulo de agua y barro existente. Comenzamos a ascender por una zona de pinares. Pedaleamos vigilados a la derecha por Peña Cruz , una montaña de fuerte desnivel a modo de proa de barco. El camino es cada vez de peor calidad y abarrancado, pero al menos no tiene demasiado barro, aunque debemos cruzar unos cuantas remansos de agua. Cuando alcanzamos la parte más alta el camino mejora, pero al poco tiempo, comenzamos a descender por un terreno semitrialero hasta acercarnos de nuevo a la N-122. Sin entrar en ella, pero siempre de forma paralela, llegamos hasta Villaciervos . Comienza a llover de nuevo, y como el bar está cerrado, nos refugiamos bajo un cubierto que hace las veces de tendedor. Intentamos colgar a Paz de las cuerdas de tender, pero no se deja. Pronto cesa la lluvia y sin pensarlo dos veces retomamos el camino. Está en muy buen estado y según me comento el paisano de Golmayo, es una antigua vía romana - calzada romana que en la antigüedad unía Uxama (Osma) y Augustóbriga (Muro de Ágreda) - indicada en los mapas como el camino Sarraceno . Después de un ligero ascenso encontramos un gran rebaño de ovejas recién esquiladas que pastan bajo las sabinas y nos quedamos a charlar con el pastor que se cubre con una manta de cuadros. Nos dice que el camino está bien, nos desea buen viaje y nos despedimos de él. Circulamos durante más de 5 km entre sabinares salpicados de pinar. Este tramo es precioso y muy llano, lo que permite aumentar nuestra velocidad. Cerca del pueblo de La Cuenca , tomamos el camino de la Cantora que desciende hasta este pueblo, pero al que dejamos a la derecha. Tras cruzar la carretera de acceso a esta localidad, la pista se hace más amplia, pero es arcillosa y las ruedas se hunden en ella. Por suerte, es en descenso y sigue así hasta las cercanías del molino de La Cuenca donde, tras cruzar un pequeño puente, cambia de dirección y se introduce en un pequeño vallecito intensamente verde. La pista se convierte en un camino infernal, arcilloso y muy embarrado que dificulta mucho el avance y pone a prueba nuestra estabilidad sobre la bicicleta. El grupo va algo disperso y Michel, Tere y yo que lo cerramos, nos detenemos junto a las ruinas de la ermita de San Miguel de Parapescuezos . Le pedimos a Tere que nos haga una foto que inmortalice a los dos Migueles. Cuenta la historia reciente que esta ermita era la iglesia del desaparecido pueblo de San Miguel de Parapescuez (o Parapescuezos). Es de finales del siglo XII. En "El Santero de San Saturio", Gaya menciona un santero que la cuidaba. El edificio se conservó hasta 1940, aunque ya convertido en corral de ovejas. Los vecinos la vendieron por 50.000 pesetas a un señor "del norte" que desmontó los elementos escultóricos en 1963 -portada, arco de triunfo y ventanales- para decorar algún chalé en cualquier parte del mundo. Y todo ante la mayor indiferencia de unos y otros . El camino se hace cada vez más infernal. Es difícil avanzar unos metros sin que tengamos que desmontar de la bici para evitar los grandes charcos de agua. En otras circunstancias pasaríamos sobre ellos, pero en esta ocasión es imposible. La arcilla se pega a las ruedas y a la cadena y es difícil mantener el equilibrio. No hay forma de cambiar de desarrollo y todo se atasca con el riesgo de partir el cambio. Marcos y yo, que vamos por delante, llegamos pronto a Aldehuela de Calatañazor . En este pequeño pueblo tomamos contacto por primera vez con la Cañada Soriana Occidental.
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