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Descendemos hasta la N-110 para cruzar el río Riaza y pronto nos desviamos por una carretera local en dirección a Corral de Ayllón. Este tramo lo hacemos de forma relajada y en grupo. El efecto del antiinflamatorio se empieza a notar y por un momento me olvido del dolor. Durante el trayecto, cuando miramos al cielo, vemos una gran X formada por el chorro de vapor de un par de aviones. Le digo a Chavi que es un signo divino, pero me da la impresión que no se lo cree. También descubrimos un par de secretos de las chicas. Tere nos dice que su madre se llama Divina y por eso entendemos que ella es ¡divina de la muerte! Riendo, Paz comenta que su abuela se llamaba Marciana, así que ahora sabemos el motivo por el que pedalea como una extraterrestre sobre su bici de 20 kg. A mitad del recorrido, veo a la izquierda un camino y una señal de cabañera con un cartel informativo. Me quedan dudas si meterme por él, pero prefiero seguir el recorrido marcado. Más tarde me arrepentiré, ya que se trata de un tramo restaurado de la cabañera que nos habría acortado algo el recorrido. En poco más de 3 km llegamos a Corral de Ayllón , pequeño pueblo con casas modernas que rápidamente atravesamos. Seguimos por un camino que corre entre campos de labor y que poco a poco se introduce en una zona de carrascas llamada El Espinar . Esta presenta una orografía abarrancada de un intenso color rojo. El sol cae con fuerza y a pesar de estar a más de 1000 m de altura, de vez en cuando, nos refugiamos bajo las carrascas para mitigar el calor. El camino nos deja en la carretera local de Fresno de Cantespino , que cruzamos perpendicularmente. En este punto, con carteles informativos, la cañada rehabilitada, se convierte en una amplia pista arcillosa por la que podemos pedalear a buena velocidad, aunque pronto se transforma en un cómodo camino. Tiene rodadas profundas y Chavi está a punto de irse al suelo en una de ellas. No hay que preocuparse, para eso está Tere, que en ese mismo punto se va al suelo, afortunadamente sin más consecuencias que una pequeña herida en el codo que, sin conseguirlo, intenta evitar que le curemos con un poco de yodo que lleva Chavi. ¡Lo que hace el orgullo! Para evitar más riesgos, Edu se pone en el casco un muelle de colchón que encuentra en el suelo. ¡Solo le faltaba un muelle saliéndole de la cabeza! Al cabo de un rato llegamos a una zona que debió quemarse. El paraje se llama Carralobos . La vegetación está compuesta por abundantes brotes de roble entre restos de carrascas quemadas que rebrotan de nuevo. El camino parece acabarse y debemos seguir guiados por los waypoints por senderos apenas reconocibles. Por fin, aparece un sendero más evidente por el que se pedalea con dificultad y tensión por la gran cantidad de piedras sueltas que tiene. Ahora son mis partes pudendas las que me duelen debido a una rozadura del día anterior. Intento hacer fotos en marcha y rodar algo de video, pero las piedras casi consiguen que mis huesos se den de bruces contra el suelo. El grupo circula un poco disperso debido a estas circunstancias, pero por fin, llegamos a una carretera. Un pequeño descanso para aliviar tensión y continuamos, tras abandonar la cañada, por asfalto a través de una zona llamada La Dehesa . Nos encontramos a un par de ciclistas de carretera por el camino, les saludamos, pero no responden. Debe ser la costumbre por estos lares. Por fin, en pocos kilómetros y tras contactar con César por radio, entramos en Riaza . Lo hacemos por su parte norte y llegamos hasta la iglesia de Ntra. Sra. Del Manto . César nos avisa que están en una zona deportiva, junto al ambulatorio y allí nos dirigimos. Hace mucho calor y aprovechamos para comer y sobre todo, beber unos refrescos, además de estirarnos en el césped bajo la sombra de los árboles. No tenemos demasiadas ganas de seguir, pero apenas llevamos 55 km y tras unos 20 minutos de descanso hay que retomar el camino. Salimos del pueblo por un carril bici que atraviesa una zona residencial de casas de alto nivel entremezcladas con otras más modernas -todas iguales- de reciente construcción. Este acaba en un camino que se adentra en una zona de dehesa donde comenzamos a ver ganado vacuno y que luego cruza bajo la línea de ferrocarril. El camino serpentea por buenas pistas con continuos sube y bajas que ponen a prueba mi rodilla. Como hay un gran número de desvíos, hay que pedalear atentos al gps, pero siempre manteniendo una dirección suroeste. Afortunadamente, ahora el camino llanea y de vez en cuando nos sorprende con la agradable sombra de los árboles que repueblan algunas zonas. Cada cierto tiempo, para reagrupar y aliviar el calor, paramos bajo algún roble. En una de estas paradas, Michel obsequia con unas flores a Edu. Este, para no ser menos, intenta arrancar una mata de flores inmensa y casi se deja los riñones sin conseguirlo. El camino se hace cada vez mas herboso y tras un kilómetro abocamos, junto a una granja, en una carretera local. Seguimos por ella en ascenso unos metros para girar a la derecha justo antes de que esta pase sobre la línea del ferrocarril. Descendemos un poco por un terreno pedregoso y llegamos al río Cerezuelo . Lleva algo de agua y Chavi y Paz deciden descalzarse para atravesarlo. Los demás pasamos por unas piedras laterales. Solo Edu lo atraviesa calzado, por en medio del agua, para luego volver corriendo como un toro bravo intentando salpicar a Paz. Si por un casual pisa una piedra y se resbala, se mata. ¡Qué animal es este crío! El camino continúa cubierto de hierba y debemos salir del barranco a pie para continuar durante un rato sobre una alfombra de hierba que enlentece mucho el pedaleo a la par que agota los músculos. Por fin el trayecto se convierte de nuevo en pista ciclable. A nuestra izquierda, y como compañera de viaje, nos vigila la Sierra Cebollera y Somosierra . Aún debemos cruzar varios arroyos, como el Chorrillo o el Valseco , con sus consiguientes descensos y subidas. En las Tenadas del Matón volvemos a encontrarnos con ganado vacuno. Solo tenemos una obsesión, mirar si tienen ubres para descartar que sean toros. En la zona de Riosuero dejamos la cañada Soriana, ya que en el siguiente tramo está muy desdibujada, y nos preparamos para descender rápidamente hasta el pueblo del mismo nombre por una pista muy amplia. Riosuero es un pequeño pueblo en el que paramos a rellenar de agua los "camelbacks" y a descansar un poco. Hasta el final de etapa ya solo queda rodar por carretera. En medio kilómetro llegamos a Villarejo . Hay un bar y las chicas lo aprovechan. Después, cruzamos bajo la autopista A-1 y entramos de nuevo en la N-110. Pedaleamos a buen ritmo y relajados, pero la rodilla me vuelve a doler cuando fuerzo el ritmo. Dejamos Siguero a la izquierda y en algo más de un kilómetro llegamos a Sigueruelo . Entramos en él por la carretera vieja para evitar la nacional a la que volvemos para llegar por ella a Casla y luego, en algo más de 3 km, a Pradena . En este pueblo, situado a las faldas de la serranía de Somosierra, nos esperan los del coche de apoyo. Nos alojaremos en el hostal La Mesta . Está en fiestas y un gran escenario ocupa parte de la plaza principal. En un abrir y cerrar de ojos, metemos las bicis en un sótano, nos tomamos una caña y subimos el equipaje a la habitación. Esta es amplia y confortable con un balcón al que le da el sol de lleno, así que aprovechamos para lavar la ropa. Bueno, a mí me la vuelve a lavar Antonio, cosa que agradezco. Dormiremos juntos Manolo, Antonio y yo. El trío de ancianos. Después de una ducha reparadora, bajamos a tomar algo todos juntos y salimos a recorrer el pueblo. Además de las muchas referencias al ganado que aparecen, no en vano Pradena es un pueblo muy ligado a la cañada, nos llama la atención la forma en que construyen los tejados. Solo ponen las tejas inferiores. Como no lo entendemos, se lo preguntamos a unas mujeres que toman el sol en un portal. No nos saben responder y llaman al abuelo. Este nos cuenta que siempre lo ha conocido así y, a pesar de lo que llueve y nieva, no tienen goteras. Solo cuando llueve de costado por el viento tienen algún problema. Seguimos repasando tejados mientras nos encaminamos de nuevo al hostal. Nos encontramos a Edu y le preguntamos si conoce el motivo. -"Ha sido una pedregada"- comenta a gritos mientras los demás nos partimos de risa. -"Sí, ya y solo ha roto las de arriba"- contestamos. Volvemos al hostal y encontramos al resto del grupo sentado en el jardín mientras hacen tiempo para cenar. Nos atiende una chica que ha alquilado el hostal como negocio. Nos da la sensación de que es de algún país del este. Trabaja sin descanso y aguanta, siempre con una agradable sonrisa, todas las ocurrencias de Edu. Nos atiende con bastante rapidez. Le hemos pedido que nos haga pasta, aunque no la haya en el menú. Yo me tomo una sopa castellana que me reconforta el cuerpo y un par de platos de macarrones. Casi todos repetimos de esto último y es que necesitamos energía para continuar. La sobremesa es larga como de costumbre en medio de chascarrillos. Manolo disfruta como un bebe. Edu lo llama papá constantemente y a gritos -como es habitual- le dice que no beba más. La chica nos mira con cara de asombro sin comprender que a un padre se le trate así, hasta que se da cuenta de la broma al ver como reímos los demás. Volvemos a recorrer el pueblo para bajar la cena y a tomar un trago. Nos sorprende el tamaño del escenario que han puesto en la plaza. Con semejante montaje, tememos que no nos dejen dormir. Una vez en el hostal y antes de dormir, descargo de forma rutinaria los tracks, las fotos y preparo los datos para mañana. A pesar de dormir con la ventana abierta y de la fiesta, nos dormimos con rapidez. Eso sí, es imposible hacerlo a la velocidad de Antonio. Se acuesta y antes del primer soplido ya duerme. Han sido más de 82 km, casi 6.30 h se pedaleo y un desnivel acumulado de 1008 m. Ha sido un día divertido con una ruta bonita, pero ahora solo me preocupa que mi rodilla y mi trasero, aguanten mañana.
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