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Entramos en terreno más llano y de secano por tierras navarras
Olite, ciudad de cuento
Laguna de Pitillas

Hay quien llega redido a Mélida.


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Bilbao - Huesca
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Estella - Mélida

6 de julio de 2016

Me despierto pronto, lo suficiente como para bajar a despedirme de Borja que hoy da por acabada, muy su pesar, la ruta. Esta desayunando acompañado de Pedro. Tiene que tomar un autobús para Bilbao y sale a las 7,30 h. Poco después bajan el resto y desayunamos juntos. Solo quedamos seis ciclistas.

Sacamos las bicicletas y cargamos las maletas en la furgoneta. Nos ponemos en marcha antes de las nueve de la mañana y cruzamos Estella para salir junto a la iglesia del Santo Sepulcro, pero en dirección contraria a la que lo he hecho siempre. Cruzamos el río Ega por última vez y deshacemos el tramo de Camino de Santiago entre Estella y Villatuerta. Los senderos que el año pasado descendimos hoy lo debemos subir, pero en contra de lo que creía, no nos cuesta demasiado. El sendero acaba junto a la ermita de San Miguel.

Nos reagrupamos y avanzamos en dirección contraria a los peregrinos por un camino que bordea unos campos amarillos con un intenso contraste al ser iluminados por la incipiente luz del sol.

En 5 km llegamos a Villatuerta y pedaleamos hasta llegar a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción donde nos detenemos para hacer unas fotos. En ella, casi a modo de tradición, paramos siempre que pasamos por aquí.

“… Bebed agua peregrino, tomad descanso y dejad sed. Y en próxima etapa bebed que os dará fuerza un buen vino.
Aquí nació san Veremundo que en Irache fue su abad. Pedid su gracia y marchad haciendo amor el camino…”

Este año el santo luce una pequeña pañoleta azul. Llenamos los camelback con agua y atravesamos el pueblo que está dividido en dos partes separadas por el río Iranzu, pero unidas por un elegante puente medieval románico del siglo XIII por el que cruzamos.

Salimos por el camino de Ozalder, pasando bajo la autovía, y asfaltado hasta la altura de lo que parece ser un cementerio. A partir de aquí, ya de tierra, asciende progresivamente hasta el corral del Alto. Hacemos una parada para reagrupar y la alargamos; parece que esperemos a más gente que nunca llega. Echamos de menos a los que no han podido venir.

Descendemos rápidamente, rodeados de campos recién cosechados y con la paja sin recoger. Al llegar a un cruce de caminos, junto a una balsa, abandonamos el camino que traemos y hacemos un giro de 90 grados a la derecha para ascender hasta Oteiza.

César nos espera a la entrada del pueblo y aprovechamos para comer unas pastas y beber unos refrescos.

Volvemos a descender por un paisaje que en nada recuerda al de días anteriores. El contraste es absoluto entre el verde y los árboles de antes y los campos amarillos recién cosechados o labrados de ahora. Al final de la suave bajada, el camino asciende ligeramente hasta que llegamos a un cruce junto a la ermita de San Tirso. Hacemos un giro a la izquierda y ascendemos de nuevo hasta cruzarnos con un camino peor; es la cabañera y giramos a la derecha para seguirla.

Primero llanea, pero luego desciende serpenteando entre los cultivos con el pueblo de Larraga al fondo como próxima meta. En este pueblo nació la madre de Pedro y este me cuenta alguna de sus andanzas en él. El nombre Larraga se traduce en vasco como "la zarza". La razón de este topónimo sería la abundancia de este tipo de vegetación en la zona.

En las afueras del pueblo, junto a un bar, contactamos con César de nuevo. Solo un rato de descanso y proseguimos, ahora por asfalto –NA-132-, para atravesar por un puente el río Arga. Hemos llegado hasta aquí porque es el único sitio por donde se puede cruzar. Solo hacerlo, giramos a la izquierda y ascendemos por una buena pista donde parece que se están realizando obras para modernización de regadíos.

Con un pedaleo cómodo llegamos hasta la carretera de Artajona. La cruzamos y proseguimos en la misma dirección hasta que poco después acabamos de nuevo en la NA-132. Cruzamos la carretera y la pista continúa por el otro lado.

Rodamos a gran velocidad y siendo solo seis, es fácil conseguirlo. Además, el terreno es bastante llano, monótono y no incita en absoluto a pararse para contemplarlo.

La pista sigue paralela a la carretera y parece que vuelve a ella. Poco antes, tengo marcada una alternativa a la carretera. Es meterse en una zona peor, pero como vamos bien de tiempo decido tomarla. Un poco de vidilla nos vendrá bien a una etapa relativamente sosa hasta ahora.

El camino o mejor sendero, está cubierto de hierba que esconde grandes rodadas. Por lo menos es más divertido, el paisaje menos seco y con pinares ocupando los cerros que nos rodean. Al final llegamos a un caminito algo mejor y que tomamos a la izquierda para cambiar de dirección.

Rodeamos el monte Valdifres por el sur y entramos en un terreno con abundante hierba por el que corre un poco de agua que encharca el camino de vez en cuando. Al cabo de un rato, salimos a una buena pista que asciende y transita a media altura sobre una zona llamada Los Romerales. Hace calor y estos repechos nos hacen sufrir algo más. Al final de la subida llegamos a una pista mejor que desciende en dirección a Tafalla, población en la que entramos tras cruzar la NA-6140.

Contactamos con César que nos espera en una gran plaza en el centro del pueblo. Son las doce y media y llevamos 42 km. Es pronto para comer, así que tomamos unas cervezas en unos veladores y retomamos camino. Callejeamos a ciegas hasta encontrar el track del recorrido.

El camino atraviesa una zona de huertos y cruzamos bajo la línea del ferrocarril y de la A-15. Pedaleamos muy rápido ente campos de labor y algunos que me llaman la atención por el tipo de cultivo. Me comenta Pedro que es lúpulo; no lo conocía.

En 5 km llegamos a un cruce que tomamos a la derecha para llegar, atravesando una zona de recreo, hasta las puertas de Olite. Y digo bien las puertas, pues entramos en el pueblo por una de ellas situada en la muralla. La sensación es sorprendente; es como entrar en una antigua ciudad medieval. Ascendemos por sus calles rodeadas de torreones hasta una plaza. Nos detenemos un rato y mientras César busca un lugar donde comer, me dedico a recorrer el entorno para fotografiarlo.

César encuentra un lugar donde comer y al llegar nos reciben tres lugareños con los que entablamos un rato de conversación. La dueña del restaurante nos permite acomodar las bicis en el local. Nuestra mesa es el pretil de un antiguo pozo cubierto por un cristal y por lo tanto redonda, toda una alegoría. El restaurante se llama Casa del Preboste y se especializan en asados. Mientras esperamos que nos traigan la comida, llega una remesa de turistas ruidosos que llenan un comedor aledaño. Comemos de maravilla y el sitio es acogedor, así que alargamos la estancia  durante hora y media hasta que no queda más remedio que seguir la ruta.

Deshacemos nuestro camino hasta la puerta medieval por donde entramos antes. Salimos del casco antiguo y lo rodeamos por una avenida en la que sorteamos dos rotondas. En la segunda salimos en dirección sur y enseguida nos desviamos a la derecha por un camino que corre paralelo a la carretera entre casitas de campo.  Pedaleamos agrupados y a buena velocidad ya que el camino tiende a descender. En seis kilómetros llegamos a una carretera en la que desembocamos junto a un puente que cruza el ferrocarril y poco después pasamos por otro que atraviesa el río Zidacos.

Pedaleamos por asfalto en dirección al pueblo de Pitillas. Lo rodeamos por el norte, y cuando salimos de él, entramos en una buena pista que sale a nuestra derecha. Seguimos agrupados y hace bastante calor, mientras, avanzamos por una gran recta, dejando a los lados  varios desvíos. La pista comienza a ascender y acaba al llegar a un cruce múltiple en el alto de Loma Atarasa. En este lugar debemos decidir si hacemos una visita a la laguna de Pitillas que se sitúa fuera del recorrido. Falta poco para las cuatro de la tarde y en teoría nos queda poca distancia para llegar a destino así que nos acercamos hasta la laguna tras emprender una bajada que pasa junto al corral de Lentiscares y acaba en la carreta local que lleva a Santacara. La atravesamos y  a unos metros esta la laguna. Paramos junto a la presa y un observatorio de aves.

La laguna de Pitillas es un humedal de origen endorreico y tiene una superficie de 216 hectáreas. Debido a su localización estratégica en el paso de aves migratorias, así como a la presencia de especies consideradas de importancia, la laguna de Pitillas está incluida como Reserva Natural (RN27) en la Red de Espacios Protegidos de Navarra. La laguna está rodeada casi en su totalidad por diferentes cultivos agrícolas que en su mayoría son de cereal de secano. Así pues, mientras el color exterior de la laguna va cambiando según transcurre el año, de los verdes brotes de invierno al color amarillento del cereal de cosecha, la laguna sigue el camino contrario, pasando del marrón del carrizo seco en invierno al verde en verano.

Deshacemos nuestro recorrido, esta vez en subida, hasta llegar al cruce de Loma Atarasa. Retomamos nuestro track y entramos en un laberinto de caminos que delimitan una zona de concentración parcelaria, intentando mantener la dirección sur. El camino acaba en la NA-124. Tengo dos alternativas, pero ambas necesitan que pedaleemos por el asfalto. Como el calor es muy intenso me decido por la más corta. En menos de un kilómetro tomamos un desvío a la derecha y entramos en un camino que recorre por la margen derecha un meandro del río Aragón.

Entramos en una zona de huertas y arbolado que aprovechan el meandro del río, mientras dejamos Santacara a nuestra izquierda. El pueblo fue un poblado fundado por los romanos alrededor del siglo I a.C. con motivo de las Campañas Sertorianas y cuyo nombre original es Cara. En el siglo XIII fue mandado construir un elemento característico del perfil de Santacara, el castillo, formado por una torre central rodeada de un pequeño muro y que daba una posición privilegiada para observar todo el valle del Aragón. Tras la invasión castellana y al igual que casi todos los castillos navarros, fue mandada destruir su torre, dejando en pie tan solo una pared, que se conserva hasta hoy.

Nuestro camino acaba en la NA-5330 sobre el puente que cruza el río Aragón. A partir de ahora seguimos por asfalto y en ascenso lo poco que nos queda para llegar a Mélida. Nos dirigimos hasta un mirador sobre el río en el que hay información sobre el mismo. Chavi cae fundido sobre el césped entre las risas de los demás. Hace bastante calor y estos días de atrás nos han hecho perder la costumbre.

Mélida ha estado habitada desde la época prehistórica, ya que en su término municipal y en los alrededores se han localizado una serie de yacimientos arqueológicos. Durante la época romana, la gran importancia que tuvo la vecina villa de Cara, hizo florecer la región, que se vio poblada por "villae".

Pedro nos conduce por las calles del pueblo hasta la casa rural donde nos alojamos. Es la casa Las Gemelas y a nuestra llegada nos esperan César y la madre del dueño. Esta nos da unas explicaciones y pronto acomodamos nuestras bicis y los equipajes. Hoy también tendré una habitación individual. Pedro nos deja y se acerca a la casa que sus padres tienen en esta localidad.
Como es pronto y no hay donde ir, aprovechamos para poner un par de lavadoras; con el calor que hace la ropa se secará pronto. Hacemos tiempo hasta la hora de cenar, tirados en el sofá, viendo la tele, descargando fotos en el ordenador portátil de Michel, y jugando al ping-pong en la mesa que hay en el cuarto de juegos. La casa está formada por dos partes independientes que comparten una zona común.

En la lejanía aparecen sospechosas nubes de tormenta cuando Pedro nos viene a recoger para ir a la casa de sus padres para cenar. Manolo, Michel y yo, los conocimos cuando vinimos a explorar caminos para preparar la etapa de hoy y la de mañana. Nos reciben afectuosamente y nos sentamos a la mesa. Un buen plato de pasta nos levanta el ánimo y comenzamos una amena tertulia mientras terminamos con el segundo plato. Culminamos la cena comiendo un sabroso milhojas de crema recién hecho que ha comprado César en Tafalla en una famosa pastelería que le ha recomendado Pedro.

Cuando terminamos, nos despedimos de toda la familia y volvemos al alojamiento. Los días de pedaleo comienzan a pasar factura y nos apetece dormir. La etapa de hoy, que al final ha salido bien y a resultado sencilla, me costó bastante trabajo hasta conseguir trazarla completamente. Estoy satisfecho de verdad. Ahora a dormir, si el calor lo permite.

Al final han sido 76 km, 694 m de desnivel acumulado y casi 5 h de pedaleo.

 

 

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