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El día amanece nublado
Atravesanso unoa impresionantes hayedos
Sierra de Urbasa desde el Acedo

San Pedro de la Rua en Estella


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Bilbao - Huesca
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Gasteiz - Estella

5 de julio de 2016

Nos levantamos temprano y quedamos para desayunar a las ocho. Vamos bajando nuestros equipajes y las bicis al vestíbulo del hotel.

- La llevo puesta- comenta César mientras se señala la camiseta de la “calaverosis”, una prenda con un cráneo de un toro estampado en el pecho.

- Es el cuarto día de ruta y hoy toca ponérmela, es la tradición – sonríe.

En el mismo pasaje en el que se encuentra el hospedaje tenemos un par de bares, pero entramos en el único en el que hay algo de bollería. Desayunamos rápido y nos preparamos para emprender una etapa a priori sencilla y suave.

El cielo está encapotado como va siendo habitual en estos días de pedaleo. Cargamos la furgoneta y salimos, un tanto a ciegas, en busca del comienzo de la Vía Verde del Ferrocarril Vasco Navarro. Debemos recorrer una parte nueva de la ciudad hasta que damos con el track preparado y entrar en un carril bici que seguimos hasta el primer cartel anunciador de la vía.

Entramos en el tramo II de esta vía. Es un camino estrecho en el que pronto encontramos un paso elevado por el que atravesar la A-2130. Pedaleamos por un paisaje distinto a días anteriores, hoy todo son campos de labor en un terreno salpicado de vivos colores verdes y ocres, según el tipo de cultivo, muy contrastados por la luz  otoñal que genera el cielo cubierto.

El trazado, recto y sin desniveles, es propicio para un pedaleo rápido, pero avanzamos con tranquilidad y en grupo. Dejamos a la izquierda Otazu, pueblo perteneciente a la capital por donación de Alfonso XI de Castilla, y a su lado uno de los cementerios de Gasteiz.

Muy pronto llegamos a Aberasturi pasando junto a la antigua estación, ahora rehabilitada, y dejando a la derecha el pueblo, también perteneciente a Gasteiz.

Abandonamos los campos de labor y entramos en una zona arbolada que al salir de ella nos deja en Andollu. Rodeamos el pueblo por su lado sur y cruzamos la A-132 por un paso subterráneo. Enseguida encontramos un cruce que nos hace dudar: el de la izquierda, se creó para llevar en tren a los peregrinos, nos lleva a Nuestra Señora de Estibaliz y añadiría unos 5 km a la ruta y el de la derecha continúa la vía. Como el cielo está amenazante y las nubes se deslizan a media ladera sobre los montes cercanos, decidimos seguir el trazado original.

De nuevo, entre campos de cultivo y cambiando a dirección sureste, llegamos enseguida a Troconiz. Su estación también está rehabilitada y sin detenernos, dejamos el pueblo a nuestra derecha. Poco después atravesamos un primer túnel de 150 m que salva las estribaciones de la sierra.

Entramos en  Erentxun tras cruzar la A-3112 y pasamos sobre los restos de su estación conquistada por la vegetación. El camino sigue con su línea recta y que solo cambia de dirección al llegar a una gran balsa. La vía recorre la base de los montes y se adentra en un hayedo que nos deja en la subestación de Rocalde mientras dejamos Jauregi a nuestra izquierda y a cierta distancia. Está arreglada como zona de descanso y aprovechamos para coger agua en una fuente.

El camino asciende con suavidad por un hayedo precioso, adentrándose en la sierra, hasta dejarnos junto a la balsa de Ullibarri-Jauregi. En este punto debemos abandonar la vía pues el túnel de la Laminoria que cruzaba estos montes está vallado e imposible de atravesar por estar inundado.

El camino asciende con más fuerza entre el hayedo y nos paramos una vez a reagrupar y disfrutar de este espectacular entorno que el día nublado solo consigue mejorar. Al final de la subida salimos a una ancha carretera por la que transitan grandes camiones con volquetes. Tenemos un momento de duda sobre el camino a seguir, pero al final nos decidimos por subir tranquilamente el puerto que se eleva sobre el valle y en cuyo fondo se ven antiguas instalaciones en ruinas del ferrocarril y se adivina la boca del largo e intransitable túnel.

En lo alto del puerto de Ullibarri nos reagrupamos y comenzamos a descender en dirección a una explotación minera, las canteras de Laminoria, en la que hay unas grandes balsas. Bordeamos la zona de explotación y descendemos hasta la  A-4144. Comienza una bajada vertiginosa donde, tras quedarme para hacer unas fotos, en el intento de pillar al grupo casi cojo los 70 km. Al final, junto a la ermita de Santo Toribio, salimos del asfalto y retomamos la vía verde tras el túnel cerrado.

Nos reagrupamos y pedaleamos sobre un buen camino, en el que nos acompaña una gran tubería granate, hasta llegar a lo que fue la antigua estación de Zekuiano, ahora rehabilitada. Inmediatamente después, entramos en un largo túnel que permite salvar un estrechamiento del cauce del río Ega. A la salida dejamos a nuestra izquierda Elortza, y sin entrar en él, continuamos con nuestro camino de tiralíneas hasta Maeztu.

Hemos quedado con César en este pueblo y mientras lo cruzamos, nos separamos y cada uno llega a su encuentro por calles diferentes. Son algo más de las once y quizás es demasiado pronto para comer algo contundente, así que nos decidimos por atacar la bollería, pastas y refrescos que llevamos en la furgoneta.

Retomamos la ruta deshaciendo camino y volviendo a la vía verde cerca de donde la habíamos dejado. Pasamos junto a la vieja estación de Maeztu, de gran tamaño y remodelada como ayuntamiento con instalaciones comunitarias.
El camino realiza una amplia curva para introducirse en un estrecho creado por el río Ega. Pedaleamos en grupo por una zona verde y arbolada que acompaña al cauce hasta cruzar a la otra vertiente tras atravesar un paso elevado sobre la A-132.  

Dejamos a la derecha la pequeña ermita de la Soledad de Atauri y entramos en un túnel que atraviesa el monte Mendioste sobre el que se encuentra Atauri. Para salvar este punto de dificultad en el que la vía desaparece, un nuevo camino nos lleva hasta una cantera cercana y, tras pasar bajo la carretera A-132, volvemos al trazado original de la vía.

Pedaleamos en ligero descenso por la margen izquierda del río, metidos en una zona arbolada, hasta que una moderna pasarela sobre el río Ega nos lleva a su margen derecha y paralelos a la carretera. Poco a poco nos separamos de ella y atravesamos un corto túnel que nos permite desembocar en territorio más abierto con Antoñana en las cercanías.

Dejamos el pueblo a nuestra izquierda, y del que destaca la torre de la iglesia de San Vicente Mártir, mientras nosotros atravesamos por una amplia pasarela la A-132 y nos dirigimos a la antigua estación de Antoñana. Junto a ella han dejado unos viejos vagones de tren habilitados como pequeño museo y zona informativa sobre la vía. Hacemos un alto y entramos a verlo ante la amable atención del encargado. Como de costumbre, me toca a mí escribir en su libro de visitas, y como de costumbre, pongo lo mismo de siempre porque no se me ocurre otra cosa.

La vieja estación está rehabilitada y parece ser particular, motivo por el cual debemos hacer un tramo de asfalto por la A-3136 hasta que un desvío nos introduce de nuevo en la vía que se dirige en dirección sur hasta un valle más amplio. Cuando entramos en él, el trazado cambia de dirección y se dirige al este entre campos de labor. Volvemos a cruzar la A-132 por una pasarela elevada junto al parque de Fresnedo.

- ¡Ya salimos de Mordor! – exclama Chavi.

En efecto, a pesar de que aún hay nubes, el cielo se está limpiado y aparece con una luz más intensa y más propia de esta época del año.

A poca distancia vemos Santa Cruz de Campezo. La vía pasa por el norte del pueblo y algo distante de él, pero este lugar es más grande y decidimos acercarnos a él para comer algo. César nos espera en la gasolinera, junto a un bar, que hay a la entrada del pueblo. Entramos para preguntar si nos pueden preparar algo.

- ¿Cuántos sois? –pregunta la encargada.

- Ocho –le decimos.

- Pues no os puedo preparar nada – nos contesta malcarada y sin hacernos caso.

Nos vamos y pensamos en entrar al pueblo para ver si encontramos algo. Subimos hasta la plaza principal donde hay bastante animación, pero no vemos ningún sitio donde comer. Volvemos a la gasolinera y César pregunta al dependiente mientras reposta la furgoneta. Le comenta que en el camping de Acedo se come bien; su novia trabaja en él.

No lo pensamos más y retomamos el camino para llegar a buena hora hasta allí. De nuevo una larga recta nos conduce hasta un estrechamiento del terreno por el que desciende el río. El recorrido es muy ameno bajo un terreno arbolado hasta que la vía salva el río Ega por el alto viaducto de las Arquijas. Un cartel a su entrada cuenta como chocaron dos trenes sobre él y los vagones quedaron colgados. Al final se saldó con la muerte de un maquinista.

Solo pasarlo entramos en el túnel del Acedo. Este es bastante largo, un kilómetro y medio, e impresiona bastante cuando vas por él. Nos separamos en dos grupos y las luces automáticas se nos apagan durante un momento creando una situación de peligro y miedo que afortunadamente salvamos sin problemas mayores.

Poco después de atravesarlo llegamos a Acedo con la sierra de Urbasa a nuestra izquierda como precioso telón de fondo y que nos acompañara hasta el final de la ruta de hoy.

Cruzamos el pueblo sin detenernos y por la NA-129 llegamos a las instalaciones de un camping con bastante animación. Nos atienden con rapidez y podemos disfrutar de una buena comida y una agradable tertulia, no en vano, transcurren dos horas hasta que decidimos retomar el camino hacia Estella.

La estación de Acedo, y el tramo de vía que discurre por él, han sido ocupadas por nuevas construcciones y el nuevo trazado da unas cuantas vueltas hasta entrar en el original. El camino discurre bajo un techo arbolado junto al río Ega hasta que lo cruza por un puentecito. El terreno se abre más y aparecen campos de labor y con frutales.

Llegamos a Ancín y cruzamos el pueblo sin perder la dirección. Hace calor y ya hemos olvidado el cielo nublado. En la larga recta dejamos Mendilibarri a la derecha y enseguida llegamos a Murieta, donde pasamos junto a su arreglada y bonita estación mientras pedaleamos en dirección a una pequeña zona industrial.

Vamos bordeando la base de las colinas y paralelos a la NA-132A, solo separados de ella por una hilera de campos. Al final desembocamos en ella y retrocedemos unos metros para cruzar el Ega y llegar al molino de Labeaga.

Borja tiene una curiosa manera de bajarse de la bici que le cuesta un terrible costalazo. Afortunadamente el incidente solo se salda con unos raspones en la rodilla, que curamos, y su orgullo herido en lo más profundo. Su cala no ha salido del pedal, así que Chavi y Antonio se afanan en solucionar el problema cuanto antes.

Salimos por un bonito sendero hasta llegar a la NA-7452. Comienza un tramo en el que el track nos lleva por un continuo cambio de direcciones sin sentido. Volvemos a la carretera nacional y la seguimos poco más de medio kilómetro. Nos desviamos por la NA-132B unos metros hasta entrar en la vía verde.

Nuevamente estamos en la margen derecha del río Ega, nuestro compañero durante casi todo el día. Pedaleamos a cierta distancia de él y rodeados de campos de labor. A nuestra derecha dejamos el Pozo de Arbeiza, situado en el centro de un campo y con una curiosa leyenda:

En tiempos antiguos, en el lugar que ocupa el pozo, había un hermoso palacio cuyo dueño tenía el corazón cerrado a la caridad; su fiero carácter, recrudecido por la muerte de su joven esposa, le hizo ser aborrecido por la nobleza y temido por sus vasallos; organizaba orgías que eran continuas y se hizo merecedor de un castigo del cielo. Tenía este caballero dos hijas; una, Leonor, fea y de mal carácter como su padre, la otra, Blanca, rubia, hermosa y amable como su madre. Pero en el mismo lugar que los dos malvados personajes vivían Blanca y un criado bueno y fiel llamado Pelayo, que no merecían la ejemplar condena. Una tarde clara de primavera apareció un mendigo implorando caridad. Blanca, a espaldas de su padre y hermana, se apresuró a socorrerlo. El mendigo era en realidad un mensajero del cielo y le avisó que Pelayo y ella se fueran del palacio porque una terrible tormenta de rayos y fuego haría desaparecer el lugar. A la caída de la tarde, la joven y su criado se fueron a Igúzquiza. Por el camino veían cómo la tormenta descargaba rayos que envolvían en fuego el palacio, destruyéndolo para siempre. A la mañana siguiente los habitantes de los pueblos cercanos pudieron ver un oscuro y enorme pozo en el lugar donde estaba la preciosa mansión.
 

Rodamos deprisa por un ancho camino que no pierde la dirección en ningún momento hasta llegar a Arbeiza, última localidad antes de llegar a Estella. Entramos en el pueblo hasta la plaza principal para hacer unas fotografías del lugar.

Volvemos al camino y, tras cruzar un par de veces el Ega, entramos en el último túnel del día y a cuya  salida nace un carril bici que nos deja en Estella.
Pedro nos dirige hacia el hotel Yerri donde nos vamos a alojar. Dejamos las bicis en el parquin, bien amarraditas, y procedemos a la tediosa inscripción.

Salimos a recorrer Estella y de paso a comprar el billete de autobús de Borja que da por acabada la ruta aquí, ya que debe volver a Bilbao. Mañana es el día del chupinazo de las fiestas de San Fermín de Pamplona y en la estación de autobuses se agolpan multitud de personas para sacar los billetes. Afortunadamente Borja no tiene ningún problema.

He pasado varias veces por esta ciudad  realizando el Camino de Santiago, pero nunca la he visitado con calma. Paseamos hasta la plaza de los Fueros y nos tomamos unos refrescos. Después nos dirigimos hacia San Pedro de la Rúa. Subimos a lo alto por un ascensor y podemos disfrutar de unas magníficas vistas de la población. Luego paseamos por la “sirga peregrinal” que tantas veces he recorrido en bici, mientras un grupo de peregrinos canta a coro en una tasca. Ropa y calzado asoman en las ventanas de los múltiples refugios de peregrinos que han surgido por doquier. Terminamos el paseo en la Iglesia del Santo Sepulcro, lugar por donde saldremos mañana y todo un remanso de paz.

Retornamos por el casco viejo pasando junto a la Iglesia de San Miguel para más tarde llegar a la larga avenida que nos dejara en el hotel. Tenemos concertada la cena en él y tras ella y una larga tertulia, nos retiramos a dormir.
Al final ha sido una etapa suave y tranquila con 84 km recorridos, 925 m de desnivel acumulado y 5 h de pedaleo.

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