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Fiscal - Sabiñánigo (2/2) El grupo pedalea unido, pero el retraso se empieza a acumular. Un buen momento para refrescarnos y coger agua que potabilizamos con pastillas ante las dudas que nos surgen sobre su idoneidad. Poco más adelante mana otra fuente de mejores características. La pista ya tiene ahora algún repecho, pero de poca importancia y al otro lado del barranco de la Valle , en la parte soleada, vemos los restos de los muros con los que las gentes de estas tierras sujetaban la escasa tierra fértil con la que arrancar cultivos para poder sobrevivir.
Como suele suceder, en el momento de mayor tranquilidad surge de nuevo un problema, la rueda de Pedro vuelve a reventar y ya no nos atrevemos a forzarla más. Decidimos llamar de nuevo a nuestro amigo Luis y ante la imposibilidad de hacerlo, ya que no hay señal, Antonio, nuestro ingeniero de telecomunicaciones particular, usa su móvil por satélite y le pedimos que compre unas cubiertas en Sabiñánigo y las suba hasta el collado, pues él, tiene permiso para circular por estas pistas cerradas al tráfico motorizado. En adelante Pedro, acompañado de Borja y Michel, hace el ascenso a pie. Menos mal que no queda mucha distancia hasta el collado. Mientras tanto y pensando en quien nos ha gafado el día, termino de ascender por el formidable corredor verde de hayas y pinos hasta el refugio y collado de Tres Cruces donde esperan los primeros charlando con un pastor que nos cuenta varias cosas del lugar y que más tarde, me mostrará una fuente algo escondida. Al poco llegan todos los que faltaban. Como Luis se retrasa algo y ante la posibilidad de que nos espere en la ermita de Santa Orosia, me dirijo hacia allí acompañado del pastor -que va en bici- y que aprovecha para enseñarme una fuente separada unos doscientos metros del camino. Ya, cuando asomamos al collado de Sobas , vemos en la lejanía como el todoterreno de Luis se acerca. Nos saludamos y va al encuentro de Pedro para cambiar la cubierta. Los demás descendemos hasta Santa Orosia para coger agua de su fresca fuente y a comer algo. No recuerdo que jamás me haya costado llegar tanto hasta aquí. El tiempo se nos echa encima, mis previsiones para hoy eran llegar a comer a Sabiñánigo, pero son las 13.30 y aún estamos a mitad del recorrido. Lo positivo es que solo queda una pequeña subida y el resto es descenso. Comemos unas barritas y volvemos sobre nuestras ruedas para tomar el camino que asciende al monte Oturia . El trazado de la subida es nuevo y más tendido que el que existía previamente. Al final del ascenso, junto a una fuente y poco antes de un desvío, nos encontramos de nuevo a nuestros amigos de Barcelona. Les proponemos que sigan nuestra ruta pues la que indica el libro no está en muy buenas condiciones, como comprobé en mis últimas salidas por esta zona, pero ellos deciden seguir la "clásica" de la guía descendiendo de Oturia por Susín . El cielo comienza a cerrarse con nubes de evolución que pronostican una pronta tormenta. Comenzamos a descender por la variante que he propuesto ya que desde aquí es todo bajada hasta Oliván, por terreno mejor y dejando a nuestra izquierda la mole del monte Oturia. La pista la han arreglado desde el año pasado y se desciende rápido, pero las maquinas han destrozado parte de los muros de piedra que durante decenas de años marcaban los lugares de pasto del ganado vacuno que corre por esta zona y que le daban un encanto especial al recorrido. Ante nosotros se abre todo el Sobrepuerto y a nuestra derecha dejamos los deshabitados pueblos de Cillas y Cortillas . También podemos observar el camino y el bosque por donde hemos ascendido, dejando en el fondo el barranco de la Valle. Por un terreno algo embarrado llegamos hasta el alto o Cruz de Basarán , cruce de caminos y protagonista de algún capítulo del libro "La Lluvia Amarilla" que relata la vida del último poblador de Ainielle , pueblo cercano a este punto y, como todos los demás, abandonado. Desde aquí, por teléfono, confirmamos con Carmen, más o menos, la hora de llegada y nos preparan en el bar Mi Casa unos bocadillos, que aunque fríos, nos tomaremos al llegar. En esta tierra sabemos por experiencia que fuera de las horas de comida es difícil que te preparen nada y esta vez no nos pillará el toro. Reagrupados y mirando al oscuro cielo y al temporal que se avecina por el pico Pelopín , comenzamos a descender con rapidez. El descenso es duro por el estado de la pista, con muchas piedras y, al principio, con bastantes charcos de gran tamaño. Zonas de cemento en tramos de más inclinación hacen que los golpes de la bici muevan la dentadura de más de uno, en especial a Borja que va sin suspensión delantera. Durante la bajada paramos varias veces para reagrupar, descansar las manos y recolocarnos las cervicales que andan dando vueltas por algún lugar de la espalda. El camino cruza por un puente el barranco de Oliván y a partir de ese momento, se hace más suave y menos pedregoso. En el cruce de Susín, retomamos la ruta "oficial" de la guía y descendemos hasta Oliván . No entramos en el pueblo porque el cielo está ya negro y el valle de Tena parece devorado por una nube negra que esperamos no nos alcance. Llegamos a la pista asfaltada que une Biescas con Larrede y giramos a la izquierda en dirección a dicha población. Unas fotos en la impresionante iglesia serrablesa y continuamos por la carreterita hasta tomar un desvío asfaltado que nos lleva hacia Senegüe. Tras un descenso, debemos girar a la derecha para atravesar un puente colgante medio destartalado que solo Antonio, César y Borja pasan montados. Los demás a pie entre tablas podridas que crujen al menor pisotón. Ya desde aquí ascendemos hasta Senegüe , pueblo en el que acaba la ruta y en el que no hemos encontrado alojamiento. Como los ríos bajan crecidos y ante el temor de que cruzar el río Aurín en la etapa de mañana sea complicado, decidimos, antes de salir, dormir en Sabiñánigo en el albergue de Pirenarium . Tomamos la N-260 y ya por carretera continuamos hasta el citado pueblo donde nos esperan los coches de apoyo y nuestro amigo Luis. Solo dejar las bicis, nos vamos a comer y a hidratar con una cervecita. Más tarde, ocupamos nuestras habitaciones que son camaretas de 8 literas en el viejo cuartel, ahora convertido en albergue. Abundantes duchas y servicios nos permiten acomodarnos rápidamente cuando comienza a caer una tromba de agua impresionante. Borja debe bajar a Huesca para volver a Bilbao ya que no tiene más días. En un principio debía bajarlo yo, pero aprovechando la presencia de Luis, una vez acabada la tormenta, cargamos su bici en el coche y me evito dos horas de viaje. Merche decide bajar a dormir a Huesca y nos comenta que subirá a las 7 de la mañana. La cena, en el mismo recinto de Pirenarium , es agradable, está riquísima y estiramos la estancia todo lo que podemos tomando unos chupitos de licores del pirineo. La atención por parte de la camarera es digna de mención por su amabilidad y buen rollo. Han sido 61 km, 1500 m de desnivel acumulado y 5 horas de pedaleo efectivo. La ruta de mañana, en principio, tiene mucha carretera, pero el primer tramo por la Garcipollera me preocupa por la cantidad de agua caída. Bueno, ahora a la litera y a dormir.
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