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Espuí - Pont de Suert (1/2) Domingo, día 15 de julio de 2007 Fruto del cansando del día anterior, dormimos como auténticos lirones. Hace calor y como la habitación tiene varias ventanas, las abrimos para crear una corriente de aire que refresque el cuarto. A las 6 en punto nos levantamos, pero el ritual de todos los días tiene hoy otro sabor. Es la última etapa prevista, pero no es el final de la aventura en Hondarribia. Es una sensación de trabajo inacabado. Hoy solo queda pedalear sin tener que reservar fuerzas para el día siguiente.
Tras acondicionar las bicis, desayunamos en la calle intentando acabar las provisiones empezadas. Hace frío y dudamos cuanto abrigarnos. Merche, como de costumbre, desaparece a la hora de salir y decidimos darle un escarmiento. Nos escondemos tras una tapia para que piense que nos hemos ido sin ella. Ni se inmuta, coge la bici y pasa por delante nuestro intentado encontrarnos. La mañana está fresca, el valle es estrecho y tarda en aparecer el sol. Nos abrigamos algo y salimos en un fuerte y rápido descenso hacia Torre de Cabdella . Llegamos al pueblo bastante pronto a pesar de la distancia. El frío hace que no vea el desvío a Astell porque los ojos lagrimean de manera impresionante. Un grito a tiempo de Michel hace que pare la bici y rectifique. El ascenso lo hacemos de manera fácil, el entrenamiento de días pasados da sus frutos y las piernas responden muy bien a pesar del cansancio acumulado. En Astell (1160 m) esperamos a Merche que sube más despacio, pero a poca distancia y a Michel que cierra el grupo. A pesar de que somos solo seis ciclistas, seguimos con la costumbre de llevar una radio y un GPS delante y una radio y otro GPS detrás -el pobre y nunca bien ponderado Michel-. Esto hace que nunca nos separemos demasiado y tenemos la sensación de ir en grupo. Desde Astell, la pista asfaltada sigue subiendo de manera fácil, salvo algún tramo bastante más inclinado, dejando a la izquierda la carretera a Oveix, hasta Guiró (1380 m) donde esta acaba. El paisaje va cambiando poco a poco a pesar de seguir manteniéndonos a gran altura. Se aprecia que es una zona más seca y como nos cuenta un aldeano, este año ha llovido muy poco. Desde el mismo Guiró sale un camino, primero encementado y que poco a poco pasa a ser sendero. El sendero nos permite pedalear por él en un principio, pero cada vez está más destrozado y al final echamos pie a tierra y ascendemos zigzagueando penosamente por lo suelto y abarrancado del terreno. Se nota que se trata de un camino empedrado viejo que por falta de mantenimiento se está derrumbando. Al cabo de un rato llegamos a una zona más ciclable que acaba a los pies de la pequeña y restaurada ermita del Coll. El sendero continúa y pronto deja de ser ciclable o lo es a tramos tan cortos que no merece la pena montarse en la bici. Debemos superar un par de falsos collados hasta llegar al Coll d'Oli o Castellnou (1520 m). En el trayecto nos encontramos a dos “beteteros” que descienden con habilidad este tramo. Este collado nos permite divisar tierra conocida como el Turbón, Cotiella, etc. Comienza el descenso por un sendero poco ciclable durante un ratito hasta llegar a una zona arbolada donde se transforma en pista. Esta acaba en el camino de ascenso a Castillnou d'Avellanos . La tomamos a la izquierda y en descenso vertiginoso ya que tras dos kilómetros andando las piernas y la cabeza piden bici. La pista de tierra, tras dejar el desvío a la derecha a Avellanos, se transforma en pista asfaltada hasta llegar a Mola d'Amount (1050 m). Aquí giramos a la derecha y enseguida a la izquierda por pista de tierra ascendente que en breve estará asfaltada ya que más adelante aparece el asfalto. El ascenso no es demasiado fuerte al principio, pero el calor comienza a ser sofocante al pedalear por el barranc de Canarill donde no se mueve ni una hoja. Posteriormente aumenta el desnivel y cambiamos de vertiente para llegar en un par de recurvas, tras cuatro kilómetros de ascenso, a Sentís (1.300 m). Poco antes de entrar en el pueblo vemos una vivienda con un letrero que desde lejos nos parece un anuncio de casa de turismo rural. Nos ponemos contentos como críos pensando en lo que nos vamos a comer y beber hasta que preguntamos a un lugareño que nos dice que es su casa y que de turismo rural nada de nada. Vaya jarro de agua fría, en especial para el que siempre tiene hambre - el "señor" Antonio- y necesita saber a cuantas paradas es la etapa. Poco después llegan los demás y gracias a la amabilidad del titular de la única casa habitada del pueblo, llenamos los camelbacks y comemos un poco antes de proseguir el ascenso. Luis me llama varias veces durante el ascenso, me imagino que para saber por dónde vamos, pero la cobertura es malísima y se corta la comunicación.
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