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Sobre las 11.30 h salimos del pueblo por la cañada. La pista es muy buena y pronto comenzamos a ver abundante ganado vacuno. A partir de aquí el paisaje siempre igual, pero precioso. Un mundo ondulado de dehesas que parece no tener fin, por las que pedaleamos con facilidad, siempre entre muros de piedra o vallas de alambre que cierran la cañada por los lados. Cruzamos innumerables riachuelos, muchos de ellos sobre antiguos puentes de piedra o de losas y puertas para el ganado que vamos cerrando. Más tarde, leo que alguno de estos puentes estrechos, se usaban como contaderos. Con frecuencia aparecen rebaños de ganado vacuno con los que no tenemos el más mínimo problema. Afortunadamente, encontramos muchos abrevaderos en los que ir cargando las mochilas de agua. En uno de ellos encontramos a un par de ancianos pastores montados en un todoterreno, a los que preguntamos por la calidad del agua. Ellos nos responden sonriendo, que la han bebido toda la vida y aún están en este mundo. La tendencia del recorrido es descendente, pero aún así, debemos superar algún corto repecho en el que nos vemos obligados a desmontar. Para mitigar el calor vamos haciendo pequeñas paradas bajo las encinas. Es impresionante el frescor del aire bajo el árbol. Aparte de unos cuantos corrales, solo atravesamos un núcleo mayor. Es la dehesa de Castellanos de la Cañada al que no podemos atribuir la calidad de pueblo, aunque está formado por varios edificios importantes. Poco después llega un tramo peor en el estamos obligados a desmontar. Casi al final de este largo tramo, comienzo a vislumbrar en horizonte unas grandes nubes de evolución, pero como dice el experto Antonio, aún son blancas. A la postre, resulta que la parte más complicada del recorrido, se convierte en la más agradable y en menos de 3 h la superamos, llegando en descenso hasta Zapardiel de la Cañada . En este pueblo nos espera César y el lesionado Marcos. Como ya hicimos ayer, han comprado pan, embutidos y latas de conserva para prepararnos bocadillos. Como tenemos mucha hambre, dentro del pan se apilan sardinas, jamón, lomo, queso y porqué no hay más. Mientras comemos, las nubes que comenté antes se han hecho negras a la velocidad del rayo y llegan hasta nosotros para dejar caer unas gruesas gotas que afortunadamente cesan pronto. No deja de ser un aviso. Por si acaso me acerco a la furgoneta para consultar una vía de escape por carretera en caso de que nos pille la tormenta. Cuando terminamos con todo, nos acercamos al local social del pueblo donde tomamos café. El sol vuelve a lucir fuerte. Durante la estancia en el bar, Tere casi se mata en el baño ante la cara de asombro de los vecinos cuando sale diciendo que no ha pasado nada. Por fin, salimos de este pueblo por la calle Real, donde se conserva la fachada y el arco del pequeño Hospital que en el siglo XIV hizo construir el Real Concejo de La Mesta . Finalmente, y pasando junto a la actual iglesia que data de la segunda mitad del siglo XVI, la Cañada Real de dirige hacia Arevalillo siguiendo su camino hacia el sur. Este aboca con prontitud en la C-610. Como la cabañera va paralela a esta y su trazado no se adivina claro, seguimos por asfalto hasta Arevalillo que se encuentra a menos de dos kilómetros. Cruzamos el pueblo sin detenernos y salimos por un camino que nos deja en la pista asfaltada que desciende a Aldealabad del Mirón . Tampoco nos detenemos, solo nos saluda un asno que pasta junto al camino. Solo salir del pueblo afrontamos un ascenso. A lo lejos y tras nosotros, vemos como descargan las tormentas en la sierra de Gredos que nos acompaña a nuestra izquierda desde hace bastantes kilómetros. Frente a nosotros ya se adivina La Covatilla , en tierras salmantinas y con restos pequeños de nieve. El camino comienza a descender, entramos en la provincia de Salamanca y sigue así hasta Gallegos de Solmirón . En un cartel informativo vemos la descripción de la ruta de Carlos V que pasa por aquí y que va desde Laredo hasta Yuste. Ya tenemos una posible aventura para otro año. Aunque vamos muy bien de tiempo -quien me lo iba a decir- el miedo a que nos pille una tormenta, nos hace seguir. Continuamos por carretera unos metros y tomamos a la izquierda un camino que sube al alto de Santa Brígida. A lo lejos adivinamos el final de etapa. El camino tiende a descender y es de buen firme. Pedaleamos entre rocas de granito y zonas de pastizal y encinar. Contactamos con César por radio y nos indica el lugar del alojamiento. En poco más de media hora llegamos a Puente del Congosto. Entramos a través de su impresionante puente sobre el río Tormes que corre sobre un estrecho cauce rocoso y negruzco. Al final de él, vemos el Castillo de los Dávila cuyo origen se sitúa entre el siglo XII o XIII, para proteger el puente en la ruta Ávila - Ciudad Rodrigo. Lo rodeamos y pedaleamos por el pueblo en busca de César. Llegamos a una plaza donde hay un bar. Decidimos tomarnos una jarra, antes de ir al alojamiento rural. Lo regenta un argentino con mucha sorna para desespero de Jesús. Ya refrescados, nos dirigimos a la casa de turismo rural Tormes. Es bastante nueva y como somos más número que su capacidad real, nos han acomodado como han podido. Nos reciben los padres del dueño y nos indican que debemos rellenar un formulario para que puedan recibir ayudas. Dejamos las bicis en un patio y ponemos un par de lavadoras. Pedro y yo dormiremos en un sofá cama con mal aspecto, pero no hay otra posibilidad de acomodo. Los dueños nos indican, que si nos queremos bañar, hay una zona en el río llamada La Playa que es muy agradable. Así que la mayoría nos bajamos hasta el río. Es una lámina poco profunda de agua aprovechando un azud. Está llena de gente y tiene un chiringuito donde reservamos una paella para cenar mientras veremos el partido de semifinales de España contra Alemania. El agua esta espectacular y nos damos unos buenos chapuzones y nadamos un poco. Me la imaginaba fría, pero al contrario, tiene una temperatura ideal. La aparente agua negra solo es un efecto óptico provocado por el color de la roca. Cuando terminamos el baño, volvemos a la casa para prepararnos para la cena. El chiringuito está a rebosar de gente que va a ver el partido. Todos ataviados con banderas de Españay alguna bubucela. La cena nos la servirán en el descanso del partido así que esperamos, la mayoría viendo la retransmisión mientras tomamos unas cervezas y Tere haciendo sudokus que se trae impresos de casa. La paella es generosa y mientras vemos, porque no oímos, la segunda parte, me como tres raciones, amablemente servidas por Edu, Tere y Paz, estas últimas, no muy amantes del futbol. Como el partido sigue empatado y ante la posibilidad de que se alargue más con prorroga y penaltis, Tere grita: -"Que meta un gol el que sea, da igual, pero que acabe"- sin darse cuenta que está rodeada de forofos de España. Cuando España mete su gol, la gente salta y grita con autentica locura. Reconozco que es más divertido ver el partido en grupo que solo en casa. Nos tomamos unas tisanas, cafés y un chupito como celebración además de una copa de champan a la que nos invita el dueño del local. Luego regresamos hasta el hostal casi a oscuras. Tas comprobar la poca consistencia de nuestro sofá cama, Pedro y yo decidimos que lo mejor es poner el minúsculo colchón en el suelo y prometemos que nos respetaremos en la cama. Los pies se nos salen del colchón y es tan fino que las caderas se clavan en el suelo, pero en peores sitios hemos dormido. Como estamos situados en el salón de la casa, el continuo ir y venir del resto del grupo nos hace pensar que estamos en una película española de enredo. Uno por aquí, otro por allá. Me duermo pensando en la etapa de mañana. Para mí solo son nuevos los 30 km primeros, ya que el resto coincide con la Ruta de la Plata y esa ya me la conozco y sé que ese tramo es muy suave. Hoy han sido unos 92 km de trayecto con 1210 m de desnivel acumulado y 6.50 h de duración. La etapa más temida por larga y desconocida, es la que hemos realizado con menos problemas. Para mi gusto, de las más bonitas junto con la de Pradena a Valsaín. .
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