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Pasada La Gallega, el camino tan apenas es visible. Pronto encontramos una pista en buenas condiciones
Santo Domingo de Silos
Esta tormenta sí que nos cogió de lleno.

Riocavado de la Sierra


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Camino de Caminos
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Hontoria del Pinar – Riocabado de la Sierra

Día 2 de julio de 2014

Me levanto de la cama y lo primero que hago es acercarme al balcón y mirar al cielo. Hay nubes, pero no cubren el cielo y el sol ya despunta por el horizonte. Quedamos con Trini que bajaríamos a desayunar sobre las 7,15 h, pero a las 7 ya estamos todos preparados con los petates en la puerta. Nos comemos un buen desayuno y al final tenemos que pedir que no saquen más comida. Muy bien.

Hace un día más bien fresco y nos abrigamos bastante. Por si acaso me pongo una térmica de invierno bajo el maillot. Recogemos las bicis, las adecentamos y nos despedimos de Trini dándole las gracias por todo.

Emprendemos la marcha por la N-234. El Camino de Santiago, en realidad, sigue por Aldea del Pinar, pero me parece tonto volver sobre nuestras ruedas y en Huesca ya preparé una alternativa para ir a su encuentro avanzando en la ruta. Continuamos por asfalto durante 3 km para coger una buena pista que nos lleva al buen rumbo. Es un camino que asciende suavemente junto al río de Beceda y que en algo más de 1,5 km se encuentra con el Camino de Santiago que deberíamos seguido. Hacemos un brusco cambio de dirección y el sol se pone a nuestras espaldas. Miro al cielo y el día aparece casi despejado y sopla una ligera brisa.

El camino resulta muy agradable y vamos muy relajados calentando nuestras piernas a modo de estiramiento. Enseguida nos encontramos la primera cancela del día. El camino se transforma en una senda por la hierba para cruzar una zona algo encharcada por el arroyo del Juncar. Aparece de nuevo el camino que se divide y de no ser por las flechas amarillas y el track lo perderíamos con facilidad. Este se interna en el pinar y serpentea si apenas desnivel hasta llegar a una zona herbosa de apariencia idílica, repleta de ganado vacuno que campa a sus anchas, donde tan apenas se ve el camino y que nos lleva hasta el río Rabanal que atravesamos por el Puente Soriano – de origen romano-. Una vaca negra que parece la aduanera del puente nos acompaña a Pedro y a mí mientras lo atravesamos. En la hierba hay marcados multitud de rodadas en todas direcciones. Afortunadamente llevamos el camino marcado y podemos continuar sin problemas.

Las vacas deben pensar que somos los ganaderos o algo parecido y nos siguen a lo lejos como corderos, pero las esquilas cada vez se oyen más cerca.

  • Que nos persiguen- grita alguno, mientras terminamos de cruzar el bosque.

Para tranquilidad de todos llegamos a otra cancela que pasamos con celeridad. El camino es ahora más marcado y enseguida nos deja en la N-234, junto a la ermita de San Andrés de la que solo queda el ábside y que fue refugio cuando el camino a Soria pasaba por aquí.

Tenemos dudas de por dónde va el camino; si por dentro del vallado o por fuera. El track no afina tanto, pero una flecha amarilla nos saca de dudas; es por dentro. No hay camino y es apenas una senda por la que circulamos muy despacio y que corre paralela a la valla. Finalmente se introduce dentro de un bosquecillo y es cada vez más intransitable. Apenas está pisada y sospechamos que los peregrinos usan la carretera. El avance se llega a hacer imposible y las plantas espinosas arañan las piernas de forma continua. Decidimos salirnos a la nacional y desde allí comprobamos, tras un nuevo intento por retomarlo, que el camino está casi desaparecido. En menos de 1 km podemos entrar en una pista que asciende un poco al principio y que nos lleva directamente al pueblo de La Gallega. Durante este tramo se le engancha la cadena a Fernando y al revisarla nos damos cuenta que sus roldanas apenas tienen dientes.

En este habíamos quedado con César, pero como vamos bien, le avisamos por la emisora que continuamos la marcha. Me llama la atención la forma de sus chimeneas hechas col losas de cerámica y cerradas con trozos de teja. Atravesamos el pueblo pasando junto a su iglesia y salimos de él por un camino que desemboca en la N-234. Cruzamos la carretera por un punto algo peligroso, pero afortunadamente no hay casi tráfico.

Al otro lado el camino continúa llaneando hasta llegar a una carretera, la C-111. La cruzamos y continuamos por un camino que casi nos confunde. Para nuestro pesar las flechas nos llevan por una senda hasta una cancela hecha con palés. La cruzamos y debemos echar pie a tierra enseguida ya que es casi imposible subir pedaleando por el pedregoso terreno. Después de empujar la bici en subida unos 150 m desembocamos en un camino igual de pedregoso, pero ahora ciclable.

Hacemos un alto para tomar aliento y nos llama Fernando por la emisora para decirnos que su cadena se ha atascado. Chavi, Antonio y Fernando, intentan reparar la avería, pero ante su tardanza bajo a ver qué pasa. Intentan arreglarla para que siga, pero en ese momento el cambio se parte. Hay un momento de discusión para hacer algún apaño y pueda continuar. Soy de la opinión de que, por fortuna, se le ha roto al lado de una carretera y que debemos llamar a César para que lo recoja y arreglen la bici en Burgos que está relativamente cerca. Si continúa y la avería se reproduce estando en medio del monte, la caminata hasta un lugar accesible puede ser importante. Así lo hacemos, llamamos a César por teléfono, le damos la ubicación, y Fernando baja hasta la C-111 llevándose la emisora para mantener contacto en todo momento.

Los demás continuamos por la pista herbosa y pedregosa, antiguo camino de Mamolar a La Gallega, siguiendo el cordal del monte y las flechas amarillas. El track no hace más que confirmar que vamos bien. Poco después desembocamos en una pista de mejor calidad, no sin antes buscarnos la vida para atravesar un pastor eléctrico al que no le han puesto puerta. Un palo hace las veces de aislante.

El día sigue despejado, aunque por la sierra de la Demanda las nubes intentan traspasarla arrastrándose sobre sus laderas. Cuando lo consigan tendremos problemas. Por el sur, de momento, solo unas pocas nubes. Frente a nosotros la sierra del Gayubar y la del Carazo.

 La pista llanea y el pedaleo es fluido. Tere va preocupada por Fernando, pero pronto nos avisan por la emisora que ya han contactado y se dirigen a Burgos.

Casi sin darnos cuenta entramos en un sabinar que forma parte de parte del Parque Natural del Sabinar de Arlanza. Nos encontramos a una señora paseando apaciblemente con su perro y nos saluda amablemente. Al poco tiempo nos encontramos con una cancela que se cierra con cuatro troncos. Antonio los saca uno a uno para poder pasar:

  • Los quiero como estaban- grita Chavi a carcajadas.
  • Hombre- contesta Antonio dándolo por supuesto.

Mientras pedaleamos tranquilamente, Chavi patina sobre una piedra con su rueda delantera y en un abrir y cerrar de ojos cae como un saco al suelo. Afortunadamente no es nada más que el susto y proseguimos la marcha. Tras unas curvas la pista desciende rápidamente. Encontramos a una chica forestal que descansa junto a su motosierra esperando a sus compañeros que suben en un todoterreno. Llegamos a Mamolar y atravesamos el pueblo para salir por asfalto en dirección a Peñacoba. La carreterita, en la que no nos cruzamos con nadie, asciende hasta un pequeño puerto escoltada a su derecha por Peña Águila. En 3,5 km llegamos a las puertas de Peñacoba. Antes de entrar en él, junto a un poste indicador en el que hay colgado un cachirulo, nos desviamos a la derecha en dirección a un desfiladero. Ahora aparecen también señales del camino del Cid. Marca 3 km a Silos.

Pronto las señales nos sacan del camino para hacernos subir por un camino pedregoso, más ciclable de lo que en principio parece, que resulta ser bastante divertido, aunque al final del tramo echamos los pies a tierra. Llegamos al Alto de Peñacoba. Pronto llanea y ya vemos al fondo del valle Santo Domingo de Silos. Comenzamos a descender poco a poco hasta encontrarnos con el Moreco o Berrocal del Santo que casi no vemos de no ser por un cartel informativo. Es un amontonamiento impresionante de las piedras que a lo largo de los años han tirado los caminantes, o eso cuenta la leyenda. Los caminantes besaban una piedra y la arrojaban al montón en el lugar en el que se detuvieron a orar los portadores del Santo en su traslado al monasterio tras la invasión napoleónica.

El camino se inclina más y más, de tal forma que la bajada se hace arriesgada, las ruedas, al frenar, patinan sobre las piedras y hay riesgo de caída. Afortunadamente no ocurre nada y todos bajamos montados.

Junto a la ermita de la Virgen del Camino, ya a las puertas del pueblo, reagrupamos mientras llegan Pedro y Tere, que baja gritando para que la filmemos en el descenso.

Entramos en Santo Domingo de Silos por un arco situado al sur del monasterio y pasando por la puerta del mismo. Buscamos un sitio para comer algo antes de que el cielo, que cada vez está más encapotado, se cierre del todo y se confirme la amenaza de tormentas. Pedaleamos hasta el centro del pueblo cuya vida gira en torno a este convento. Nos detenemos en la Posada Villa de Silos donde nos preparan unos bocadillos y bebida. Pronto nos sirven y sentados en unos veladores, con un ojo en el cielo y otro en el bocadillo, pasamos un agradable rato.

Mientras tanto no paramos de ver gente con trajes regionales muy parecidos a los de nuestros danzantes. Preguntamos y nos comentan que es la fiesta de la Virgen del Mercado y que en unos minutos llega la procesión. Ocho niños dirigidos por otro más mayor danzan abriendo la procesión de la Virgen que va seguida de las autoridades eclesiásticas y políticas.

El cielo ya casi esta encapotado del todo. Nos espera una fuerte subida para cambiar de valle. Hay pocas posibilidades de que nos libremos del agua. En este punto abandonamos el Camino de Santiago Castellano Aragonés.

Salimos del pueblo en una fuerte subida que se suaviza algo al llegar a una buena pista. Esta sube sin piedad en dirección a un collado que se me antoja cada vez más lejano. Mientras unos se adelantan con la imposible tarea de no mojarse, Pedro, Tere y yo, subimos con tranquilidad. Las gotas empiezan a caer, al principio de forma muy débil, pero al final, cuando nos falta poco para coronar el alto a 1274 m, el chaparrón aumenta y nos paramos para ponernos los chubasqueros. No me sirve de mucho porque con el esfuerzo de la subida estoy tan mojado por dentro como por fuera. Por fin coronamos y encontramos a los demás bajo una carrasca. Casi sin pararnos, decidimos seguir en descenso. El cielo está completamente negro y el grueso de la tormenta se dirige hacia nosotros con bastante rapidez. Ahora llueve con más fuerza y al poco nos detenemos bajo un árbol, cosa poco aconsejable. Antonio sigue para abajo y yo le sigo. Prefiero mojarme descendiendo y llegar pronto al pueblo que quedarme para empaparme del todo.

El descenso podría ser muy rápido porque la pista es muy buena, pero a más velocidad, más agua sobre mis gafas y ya tan apenas puedo ver. Me tengo que detener un par de veces para intentar limpiarme las gafas. A medida que bajo llueve menos y eso me incita a llegar cuanto antes al pueblo. Cuando entro en Contreras tan apenas cae agua. Lo que más se me ha mojado son los calcetines y las zapatillas. En el pueblo, incluso se atisba un rayo de sol.  El resto de los componentes del grupo llega enseguida. La tormenta parece que queda sujeta en la sierra.

Tras un rato de descanso y sin que llueva, retomamos el camino por una pista en muy buen estado que llanea o desciende suavemente. El cielo sobre la sierra es cada vez más oscuro y los truenos retumban contra ella. De momento queda estancada y a nosotros aún nos llega algún rayo de sol. Por el camino nos encontramos unos cuantos paseantes que parecen no tener ninguna prisa. Eso me tranquiliza; si los del lugar no corren, nosotros para que vamos a ser menos. Sin embargo la pista comienza a descender y apretamos el ritmo hasta llegar a las puertas de Ahedo donde salimos a su carretera de acceso. No tenemos que entrar en el pueblo y como los truenos siguen, pedaleamos con fuerza durante 2 km hasta La Revilla.

Por este pueblo ya pasamos durante el Camino del Cid en la etapa que acabó en Salas de los Infantes. Desde aquí solo nos queda seguir una vía verde de tierra sobre un antiguo trazado del ferrocarril, el mismo que tantos días nos ha acompañado, pero en dirección contraria. Cruzamos el pueblo sin detenernos y por la vía citada llegamos a Salas de los Infantes en poco más de 3 km. Previamente hemos cruzado la N-234. Avisamos a César, por si está en el pueblo, que nosotros seguimos adelante sin parar.

Atravesamos el pueblo sin detenernos hasta que llegamos al desvío hacia Barbadillo del Pez. A partir de aquí es todo asfalto y solo restan 19 km siguiendo la C-113 para llegar a destino. Tengo que hinchar mi rueda que anda un poco floja. Parece que no es un pinchazo grave y no tengo que cambiar la cámara.

Las nubes van y vienen sin llegar a cerrarse sobre nosotros que pedaleamos por el único hueco de sol que dejan. El viento  lateral empieza a soplar con fuerza y quizás sea esto lo que de momento nos libra de la lluvia. César informa por la emisora que ya vienen de camino. Mientras paramos en las cercanías de Castrovido, pueblo que queda a la derecha en un alto, para hacer unas fotografías y dejar que Tere contacte con Estibaliz, la dueña de la casa de turismo rural en la que nos alojaremos. Le contesta la madre de la dueña que se encuentra en ella.

La carretera sube de forma continua y pronto se fragmenta el grupo. Se nota los que están habituados a la carretera. Con Juan Carlos intentamos mantener una velocidad moderada para ir todos juntos, pero Manolo en un relevo imposible de seguir, rompe el equilibrio. Quedamos solos Pedro, Tere y yo, ascendiendo mientras charlamos y observamos el espectacular paisaje que domina el valle. A Tere sé que no le gusta que pedaleemos pegados a ella, así que dejamos una distancia de cortesía para que vaya mejor. Nos adelantan César y Fernando con la furgoneta. Al poco tiempo vemos que viene a nuestro encuentro este último sobre su bicicleta arreglada. Esta le hace un ruido que no sabemos de dónde viene, pero no paramos.

Pasamos Arroyo de Salas sin detenernos hasta llegar al alto de Campollano. Vemos al resto junto a la furgoneta y reagrupamos para comer un poco de fruta y unas pastas. Aprovechamos para que los viajeros nos cuenten su aventura en Burgos y nos damos cuenta que han montado mal la cadena de Fernando. No es grave y ya la arreglaremos en el pueblo.

 En grupo por poco tiempo, descendemos en dirección a Hoyuelos de la Sierra. El pueblo está enclavado en un vallecito. Me detengo a fotografiar y filmar un poco. Pedro se queda conmigo. Tras un ligero ascenso volvemos a descender a toda velocidad. Así no ganaremos nunca altura, todo lo que subimos lo bajamos de inmediato. Pronto, tras dejar el desvío a Vizcaínos, llegamos a Barbadillo del Pez, lugar que conocí hace 30 años mientras hacíamos maniobras militares en mi época de mili. Algunas cosas siguen como las recordaba, pero se le ve con más vida. Procedemos a reagrupar de nuevo.

Los críos de pueblo se bañan en unas pozas del río Pedroso que se introduce en un desfiladero espectacular. El ascenso se hace cómodo porque estamos atentos al paisaje que nos sorprende a cada revuelta. Rocas en un equilibrio imposible, parecen que vayan a caer sobre nosotros. Manolo va detrás de mí y cuando rebajo la velocidad para filmar con la cámara se me acerca en exceso. Fruto del susto le echo una bronca de la que inmediatamente me arrepiento porque sé que lo único que quiere es acompañarme y no dejarme solo. Me adelanta y se pone delante de mí a escasa distancia

Dejamos a la izquierda la Fuente de la Salud y poco después reagrupamos en el desvío a Riocabado bajo la Peña Rodada. Aprovecho para cambiar tarjeta de la cámara que se ha agotado y continuamos pedaleando por la BU-8201 que nos deja en Riocavado de la Sierra en muy poco tiempo.

Preguntamos a una señora y en un minuto estamos delante de la casa de turismo rural La Antigua Olma. Más adelante veremos el origen de ese nombre. Aparcamos las bicis bajo un porche y procedemos a entrar los enseres. Me llama la atención al entrar que el fuego del hogar está encendido y estamos en julio. La casa es preciosa y pronto repartimos las habitaciones. Me alojaré en la buhardilla, en la que hay que vigilar la cabeza para no dar en el techo, en una habitación de 5 camas. ¡A que tenemos guerra de almohadas! César, Pedro, Juan Carlos, Sergio, y yo, seremos sus ocupantes. El baño, sin puertas, es enorme, pero escaso para tanto personal, así que me busco la vida para ducharme cuanto antes y ponerme a trabajar. En el baño del piso inferir encuentro la solución.

Como el día anterior, monto mi oficina en la gran mesa del salón. Paso los datos y descargo las tarjetas de vídeo. Me doy cuenta que me quedo helado. El calor del hogar no llega hasta donde me encuentro por el continuo abrir y cerrar de la puerta de entrada. 11 personas moviéndose de aquí para allá no lo permite. Vemos las previsiones meteorológicas en la tele y nos dejan helados, lluvia y tormentas por todas partes. Mal futuro tenemos para estar aislados en medio de la sierra teniendo que hacer mañana la etapa más larga del recorrido. Para colmo de males, Sergio tiene la pierna izquierda con mucho dolor. Debe ser una sobrecarga muscular y eso solo se cura con reposo. Mañana decidirá si sale a pedalear o va en el coche de apoyo.

Ponemos una lavadora, aprovechamos para secar las zapatillas húmedas delante del fuego, y nos repartimos por los sillones a descansar. Chavi, Fernando y Sergio, se van a realizar tareas mecánicas aprovechando el solecito que hay en la puerta de la casa. Vuelvo a hinchar la rueda y parece que aguanta bien, de momento. Mañana saldré de dudas. De paso me cojo mi forro polar porque el frío se me ha metido hasta los huesos.

César se baja con Pedro a Barbadillo para comprar algunas cosas para el desayuno de mañana y que nos prepararemos nosotros. Cuando vuelven damos cuenta con rapidez de los aperitivos que traen.

Juan Carlos y yo nos vamos a recorrer el pueblo para ver por donde debemos salir al día siguiente, que aún no lo tengo muy claro. Recorremos el pueblo viendo sus antiguas casas, algunas en ruinas y que han sido sustituidas por otras más modernas. Advierto por el nombre de las calles que el nombre del pueblo es con b y no con v como pensaba, pero aparece escrito de las dos maneras en el diccionario. No vemos ni un alma. Adivinamos el lugar de salida y subimos hasta la iglesia de Santa Columba. Un cartel a su lado explica el origen de la leyenda de la Olma de Riocabado: Un olmo varias veces centenario bajo la que bailaban los vecinos y que murió hace unos años. Me imagino que por culpa de la enfermedad que los arrasó por todas partes. Desde este punto la vista es maravillosa. Bosques sin fin y peñas que sobresalen sobre ellos encajonando numerosos vallecitos.

Volvemos a la casa para degustar una apetitosa cena que han preparado Estíbaliz y si madre. De nuevo hay setas en el menú, ya las hubo ayer en Hontoria. Las han recogido hoy, nos dice la chica sonriente. La cena es excelente y tras un buen rato de tertulia nos vamos a dormir.

Aprovecho para llevar el forro al coche y guardarlo en mi maleta. Cuando vuelvo, César me abre la puerta. Ya dentro, suena el timbre de la casa. Nos miramos para ver si hemos tocado algún interruptor y abrimos la puerta. Ante nosotros aparece la madre de la dueña vestida totalmente de blanco y  esto unido a la escasa luz de la calle, crea una escena propia de un programa de Iker Jiménez. Casi damos un salto atrás del susto al cogernos de improviso. La pobre mujer solo nos trae el azúcar para el desayuno. Nos reímos un buen rato por lo ridículo de la situación.

De vuelta a la habitación de los 5 enanitos, tras un rato de escenas que no relataré, caemos dormidos en un santiamén.

 

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