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Foto de inicio de aventura
Caminos rodadores
Etapa bastante llana y rápida

También hay que alimentarse bien


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Huesca - Ejea de los Caballeros

Día 28 de junio de 2014

Por fin llega el día de partir. La noche anterior me acosté tarde; Pedro, que como de costumbre hace noche en mi casa, llega de su viaje algo tarde. Tenemos muchas cosas que contarnos y el tiempo se nos echa encima; son casi las dos de la madrugada cuando nos retiramos a dormir.

Preparamos nuestras cosas con rapidez y sobre las 7 de la mañana llegamos al punto de reunión. Salir montados en las bicis desde Huesca hace que parezca una de nuestras excursiones habituales y cuesta hacerse a la idea que no es así.

Hemos decidido salir desde la plaza de Navarra para hacer la foto oficial. Como de costumbre nos retrasamos por distintos motivos. Antonio que se ha despertado a última hora, a Chavi se le deshincha la rueda, otro que…, y caras de sueño en la mayoría que delatan un mal dormir.

Tras hacernos la fotografía, con nuestra habitual equipación verde de la peña, se da el pistoletazo de salida para nuestra aventura. Son las 7,15 de la mañana y el día es fresco. Somos diez ciclistas y César, que como de costumbre, nos acompaña con el coche de apoyo. Llevamos tres emisoras; una la lleva Antonio, otra Fernando y la tercera en la furgoneta.

Hoy tenemos que llegar hasta Ejea de los Caballeros y el recorrido, salvo la parte final, es de sobras conocido por todos.

Este año no viene Michel que, por motivos personales, no puede realizar la ruta. Se incorporan como “novatillos” Sergio y Mariano, también compañeros de la Peña Cicloturista de Huesca.

 Atravesamos la ciudad en dirección al camping San Jorge y pedaleamos con ritmo lento en dirección a la ermita de Nuestra Señora de Loreto, a la par que vamos tomando contacto entre nosotros. Yo aprovecho para ir acostumbrándome  el hábito en la filmación de videos y toma de fotografías.

El sol, siempre a nuestras espaldas, comienza a dar color y algo de calor al día. El trayecto discurre por buenas pistas y campos de cereal ya cosechados. Dejamos atrás el pueblo de Banariés y continuamos por una larga pista, en la que ya aparecen los primeros repechos que nos hacen entrar en calor, y que nos ha de llevar hasta Torres Secas, un castillo agrícola habitual como lugar de paso en nuestras salidas.

Llevamos un buen ritmo, y tras ascender suavemente a la paridera de Valdecabritos, tomamos dirección hacia Almudévar. El camino llanea durante bastantes tramos y propicia que se vayan formando varios “pelotones” a la par que la velocidad aumenta ayudados por una buena temperatura ambiente. Mientras nos vamos riendo de la situación, nos damos cuenta que los que llevan las emisoras van juntitos y en cabeza, será que no se oyen mientras hablan. Empezamos bien en el asunto de las comunicaciones.

En Almudévar, como vamos muy bien de hora, decidimos hacer una parada para tomar el café del que no hemos podido disfrutar antes de salir como hacemos otros años. Entramos en el bar Requitos, lugar habitual de nuestros almuerzos ciclistas.

La parada es breve y pronto retomamos el viaje. Atravesamos el canal de Monegros y unas buenas pistas de concentración nos dejan junto a la acequia de la Violada. Comienza la ascensión más “dura” del día para llegar a lo alto de un saso en el que se encuentra un campo de aerogeneradores. Desde aquí, por un camino bastante pedregoso, descendemos de forma continua y rápida en dirección a Gurréa de Gállego.

Vamos muy bien de tiempo, casi demasiado. Eso hace que los planes previos  para las paradas “técnicas” que tanto gustan a Antonio, se modifiquen. Que si sí, que si no, que si después no hay nada…, lo que tu digas, lo que digo yo…, el caso es que llegamos a Gurréa de Gállego poco después de las 10 de la mañana y con escasos 40 km. Como desde aquí hasta Ejea de los Caballeros, final de la etapa de hoy, solo conocemos un bar en Sierra de Luna y dudamos que este abierto porque el pueblecito es muy pequeño, al final decidimos quedarnos a almorzar y de paso evito mi posible “linchamiento”.

Fernando es natural de este pueblo, así que siguiendo sus consejos, entramos a almorzar en el bar Los Cisnes. Unas barritas energéticas habituales a base de huevos fritos bien acompañados de cervecita o Coca-Cola y un trato agradable, nos dan fuerzas para continuar. Mientras comemos aparece para saludarnos César, otro compañero de bici, que está de viaje para Asturias.

Con todo el mundo contento, quedo con César en encontrarnos en Sierra de Luna y retomamos el camino. Este, a partir de aquí y tras cruzar el río Gállego, asciende suavemente entre campos de cereal hasta llegar a las casas de Camporredondo. Poco después entramos en la provincia de Zaragoza, en su comarca de las Cinco Villas, y llegamos a Las Pedrosas. Tras una breve parada para reagruparnos y atravesar el pueblo, seguimos un camino paralelo a la carretera de Ejea y que en poco más de tres kilómetros nos deja en Sierra de Luna.

Nos encontramos con César como último punto de contacto con él antes de llegar a Ejea. Nos aprovisionamos de agua y aprovechamos para charlar con unos abuelos que descansan a la sombra. De donde sois…, para donde vais…, ah, de Huesca…

Salimos del pueblo por su calle principal. Veo que el bar está abierto, pero no hago ningún comentario para no reabrir ningún debate. Atravesamos la carretera a Castejón de Valdejasa y entramos en un camino que ya exploramos con Manolo y Michel en primavera. Este discurre entre zonas de frutales y a los pies del Monte de Castejón.

En poco más de 3 km llegamos a un yacimiento paleontológico. En el viaje de exploración ya lo visitamos, pero los demás aprovechan para subir por unas rampas acondicionadas y ver las huellas de dinosaurios fosilizadas. El aire sopla a nuestras espaldas y nos permite avanzar mejor, pero parados, el calor aumenta de forma considerable.

Una vez de vuelta, retomamos la marcha y entramos en los Montes de Sora. El camino tiende a descender, salvo puntuales y pequeños repechos, para atravesar la acequia de Sora. Ya entre campos de cultivo y con continuos cambios de dirección, llegamos a la zona del Espartal. Nos llama la atención un pívot de riego totalmente destrozado y doblado como si fuera de papel. Deben ser las consecuencias de una fuerte tormenta que hubo días atrás y que causo bastantes daños en algunos pueblos de la zona.

Tere pincha su rueda trasera, vaya enfado, y en un abrir y cerrar de ojos, la reparamos entre todos. El calor cada vez es más fuerte, pero nuestro destino está cerca y a la vista. El camino que nos queda transita cercano al río Arba por un pinar que nos proporciona algo de sombra y que nos deja en la Estanca del Gancho. Es un embalse con un observatorio de aves y situado junto a Ejea de los Caballeros.  

Ya en el pueblo, pronto localizamos la fonda Goya, lugar donde nos alojaremos. Son las dos y media de la tarde y ya hemos hecho nuestros 83 km. Nos tomamos unas cervezas, guardamos las bicicletas en una bodega aledaña al hostal y repartimos nuestras habitaciones. No son muy grandes, pero suficiente para nosotros. Me alojo con Juan Carlos. Como ya somos veteranos en esto, pronto nos acomodamos y comienzo con las tareas informáticas. En la pensión hay posibilidad de usar la lavadora, así que todos aprovechamos para hacer la colada. Nunca se sabe cómo serán los próximos días y si habrá oportunidad de lavar la ropa. La previsión meteorológica es mala en principio.

Como la tarde es muy larga, aprovechamos para recorrer el pueblo por la parte antigua. Pronto acabamos el recorrido.

Mientras tomamos un refresco vemos como preparan un viejo camión de bomberos.  Es la fiesta de San Cristóbal y pasean al santo sobre él, seguido de una cohorte de coches y motos. También nos vamos poniendo al día sobre el mundial de futbol mientras vemos un partido. Tere esta “encantada”.

Cenamos en el mismo hostal. Cuando nos ofrecen el menú nos quedamos alucinados. Hay 17 primeros y 17 segundos que la camarera, una chica colombiana, nos recita sin pestañear. El servicio y la comida son excelentes. En ese momento está jugando Colombia en el mundial y nos va poniendo al día del resultado mientras nos pide que animemos a su país. Bastante menos afortunado está el dueño del local con algunos comentarios, algo fuera de lugar, sobre nuestros respectivos trabajos  y de los que pronto pasamos.

Sin más, nos retiramos y la noche es tranquila, al menos para nosotros. Los demás sufrieron un poco la fiesta de la calle. Solo se oye el cierzo que cada vez sopla con más fuerza. Ahora solo queda esperar que mañana no nos afecte demasiado porque las previsiones no son buenas. Dejamos nuestros petates preparados para salir lo antes posible y sin retrasos. Quedamos en el bar antes de las 7 para cargar los bultos y desayunar.

 

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