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Ejea de los Caballeros - Tarazona

Día 29 de junio de 2014

Con la radio del móvil como somnífero, la noche pasa rápida. Juan Carlos lo pasa peor y le cuesta conciliar el sueño. Me levanto solo un par de veces para otear el cielo y los árboles por la ventana. Parece que el viento no es muy fuerte. Si conseguimos llegar pronto a los pies de la sierra, única subida fuerte del día, está nos hará de pantalla.

Puntuales como un reloj vamos bajando al desayuno con el petate. La camarera ha tenido que madrugar más de lo habitual para ser domingo. Normalmente no abren hasta las 11 de la mañana.

 Mientras nos tomamos el café con leche y nos hacemos un autorretrato con mi compañero de noche, aparece Tere. Se nos queda mirando fijamente y la saludamos descuidados. A esas horas los ojos aún están perezosos y la luz del local es escasa.

  • ¿Qué, no decís nada? – dice Tere mientras frunce el ceño.
  • Ya hemos saludado – le comentamos Juan Carlos y yo.
  • ¿Qué si no veis? – contesta mientras se gira sobre sí misma

Nos quedamos mirando entre nosotros y entonces nos damos cuenta que se ha puesto un maillot de Hello Kitty. Nos reímos a gusto por su glamour y nos comenta que lo consiguió por internet en una web en la que hay de todo. El año que viene todos con algún maillot de ese estilo. Ya me veo disfrazado de Superman o de Spiderman. Se hace unas fotos y las mandamos por whats-app a los compañeros que quedaron en casa.

Tras el desayuno recogemos nuestras bicis y le acercamos los bultos al furgón de apoyo. César, todo un experto en el tetris maletero, las coloca ordenadamente para que ocupen el menor espacio posible. Recogemos las bicis y las preparamos para el camino. Es el primer día y los novatos van un poco despistados buscando los trapos y el aceite. Nos ayudamos unos a otros y acabamos pronto, aunque siempre está el despistado de última hora.

Antes de las 7,15 emparedemos la marcha. Atravesamos Ejea siguiendo la antigua A-125 y nada más cruzar el puente sobre la acequia de Orés giramos a la izquierda para entrar en una zona de huertas. Hace algo de fresco y como es habitual en mí, los ojos me empiezan a llorar y no veo el GPS. Me despisto un momento, pero los gritos de mis compañeros me hacen rectificar. Cruzamos la A-127 y entramos en un camino que desemboca en una pista, ahora asfaltada, que seguiremos durante un buen rato.

El aire aún no ha despertado del todo, y aunque el día es fresco, es el ideal para pedalear. Vamos rodeados de campos de maíz y de cereal, todo de regadío en esta fértil comarca. Dejamos a nuestra derecha las naves de las Bodegas Ejeanas. El trayecto zigzaguea entre las lindes de los campos alargando la distancia hasta llegar a El Sabinar, pueblo de colonización que ya conocimos en una ruta organizada por la Bardena Negra. Aún nos acordamos de la paella que comimos.

Atravesamos la carretera de acceso al pueblo y entramos en territorio hostil. Desde aquí hasta Fustiñana quedan más de 30 km de territorio bardenero sin posibilidad de abastecimiento alguno y con el mayor desnivel del día. Y lo que es peor, un tramo de los que más dificultad me ha dado a la hora de preparar la ruta.

La pista, en muy buenas condiciones, está acompañada de una hermosa arboleda hasta llegar a la acequia de las Cinco Villas. Comienza el ascenso. Mis recuerdos de la prueba btt realizada por aquí son el de un terreno exigente, sin embargo pedaleando de forma más relajada no me lo parece tanto.

Entramos en la zona de los Estrechos y mientras ascendemos por buen terreno, los ojos se nos van hacia las altas paredes calizas que nos rodean y sobresalen del bosque de pinos. El recorrido está jalonado de postes indicadores de diferentes rutas por la Bardena Aragonesa.

Durante todo este tramo nos hemos ido distanciando en diferentes pelotones. Unos porque van más deprisa y otros que se forman como consecuencia de diferentes conversaciones. Decidimos parar en un cruce de caminos que hay junto a una balsa, Desde aquí se adivina que el camino va a adquirir más desnivel para pasar por una vaguada.

Los paredones calizos iluminados por el sol, aún bajo, adquieren un color y contraste espectaculares. El aire aumenta de intensidad, pero estas paredes nos van protegiendo.

Unas cuantas recurvas nos dejan en lo alto de la vaguada, en un cruce de caminos, y se abre un paisaje espectacular. Nuevamente aparecen un gran número de postes indicadores. A nuestra derecha, en el horizonte, vemos la Bardena Blanca, ya en Navarra.

Continuamos por una pista, en muy buen estado y sin apenas desnivel, que discurre entre pinares bajo la Plana de la Negra, solo salpicado por algún campo de cereal. Cuando este camino aboca a otro de mejor calidad, comienza una fuerte subida que estira el grupo bastante. Algún rápido cambio de piñones o plato provoca la caída de la cadena a más de uno.

Pedaleamos por la linde entre Aragón y Navarra. Cuando llegamos al Alto del Olmo, final del ascenso, hacemos una parada para admirar el paisaje y comer unas barritas energéticas. La primera dificultad del día está superada, ahora entramos en tierras navarras. Lo que no saben los demás, es que ahora el preocupado soy yo. El tramo que nos espera me ha dado muchos quebraderos de cabeza. Hay un punto en el que tengo tres alternativas posibles y hasta que no llegue al lugar no podré decidir, y aún así, lo hare un poco a ciegas.

En el borde del camino aparecen hitos de la ruta 6 para btt. Esto me alivia un poco la tensión; no debemos ir desencaminados. Descendemos por una pista pedregosa hasta los corrales del Viso. Una zona abierta desde la que parten varios caminos. Siguiendo el track, los waypoints y los hitos, llegamos al punto de decisión en la Plana de los Carasoles donde hay un gran cruce de caminos. La vista sobre la zona navarra es espectacular. Campos de cereal y las tierras de la Bardena Blanca.

Desde aquí la opción a tomar se ve más clara. Giramos a la derecha por una buena pista que desciende rápidamente por la falda de la Umbría de la Negra. Bajamos algo separados ya que el desnivel es muy grande, al igual que la velocidad que tomamos, superando ampliamente los 50 km por hora. Alguna curva cerrada y con gravilla pone a prueba los frenos de la bicicleta. Intento filmar el descenso desde la bici en algún tramo, pero al final, por seguridad, decido hacerlo bajándome de ella. Al acabar de descender reagrupamos. Ha sido una bajada sin problemas, afortunadamente.

Ahora puedo ver claramente lo afortunada de la decisión. Las otras opciones solo son trochas y nos habrían hecho desmontar de la bici y atravesar algún campo de cereal.

El trayecto llanea tendiendo a descender. La pista es muy ancha y bien conservada. Poco a poco se hace mas inclinada y rodamos a buena velocidad descendiendo en pocos kilómetros hasta Fustiñana donde nos espera César con la furgoneta.

En este punto, como ya me temía, comienzan las dudas sobre si parar o no. Pregunto a Pedro, que conoce bien la zona, cuanto nos queda hasta Tudela. Llevamos cerca de 45 km de ruta y aún son las 10,45. A mi entender es pronto para almorzar, pero otros quieren hacerlo ya. Yo se que Pedro quiere que comamos en Tudela donde vive su chica, pero como es tan correcto y respetuoso con las decisiones de los demás, no dirá nada y aceptará la decisión de la mayoría. Tras un periodo de discusiones tomamos la decisión de tomar un bocado aquí y luego comer en Tudela.

Encontramos el bar Donde Siempre y comemos unos montaditos con unos refrescos. Parece ser que están en fiestas, o algo parecido, y pronto aparece un desfile de gigantes también típico en nuestra tierra. Nos quedamos a verlos.

Salimos del pueblo por un camino arbolado paralelo a la carretera y en dirección al río Ebro. Pedro me comenta que no sabía que existía este puente. Consultando en algunos mapas no muy antiguos es verdad que no aparece. El caso es que para nosotros es una bendición. El camino sale a la entrada del puente sobre el río. Lo cruzamos y enseguida, sin dirigirnos a Ribaforada, giramos a la derecha para entrar en un tramo de la GR-99 o Camino Natural del Ebro. A los pocos metros lo abandonamos para pedalear por caminos de concentración que de nuevo nos llevan a un tramo de la GR-99 que acompaña al canal Imperial de Aragón hasta el palacio de Carlos V. Este tramo ya lo conocemos porque hemos realizado varias veces su descenso.

Abandonamos la GR-99 y enseguida encontramos flechas amarillas del camino de Santiago. No estoy seguro si pertenece al camino Castellano – Aragonés; creo que no, pero…

Seguimos por la margen derecha del canal y lo abandonamos junto al Bocal. La pista va paralela a la línea del ferrocarril y pronto llegamos a Tudela.

Le pido a Pedro que tome el “mando” de la ruta y nos guíe por su pueblo de adopción. Son las 12 del mediodía y llevamos 60 km. Decidimos dar una vuelta turística de casi 5 km  por el pueblo. Visitamos la plaza Mayor, la catedral de Santa María Magdalena, etc. Pedro llama a Nieves para que nos acompañe en la comida y elije el restaurante El Tonel, que además, está cerca del camino que debemos seguir luego y aún son las 13 h. Todo marcha viento en popa y solo nos quedan 22 km de ruta, casi llanos, por la vía verde de la Tarazonica. Decidimos comer fuera, dentro está lleno. Poco a poco el aire fresquito aumenta y corremos a ponernos ropa de abrigo. La comida es deliciosa y las dos horas de conversación también. Pedrito está feliz. La amable camarera solo se queja de la dificultad que entraña el manejo de los platos de diseño en los que comemos. Cosas de mi jefe… nos dice.

Sobre las 3 de la tarde nos ponemos en marcha. Entramos en la vía verde, que coincide con el Camino Natural del Agua Soriano y con el Camino Antonino, que sigue el trazado del ferrocarril que prestó servicio desde 1885 hasta 1972 comunicando las localidades de Tudela y Tarazona a través del tramo inferior del valle del río Queiles.

El aire nos da de costado derecho y no molesta. Vamos formando grupos de charla a la par que pedaleamos a buen ritmo. La vía, bien acondicionada, salva los distintos obstáculos por pasos subterráneos. A la derecha dejamos Murchante, Cascante, Monteagudo, Malón  (a la izquierda), y Novallas. El paisaje está presidido por el Moncayo frente a nosotros y lo dominante en todo el trayecto es el paisaje de cultivos de regadío con canales y acequias.

Tras los 22 km y unos 200 m de desnivel de ascenso, llegamos a Tarazona. Contactamos con César que ya ha encontrado el lugar de alojamiento y nos dirige hasta allí a través de la emisora. Son las 5 de la tarde y, tras 85 km,  hemos cumplido de sobras nuestro objetivo. Nos alojamos en el Palacio de los Arcedianos. Debemos subir con las bicis hasta él para guardarlas en una habitación que nos han preparado para ello. Luego, vuelta a bajar para recoger las pertenencias de la furgoneta y vuelta a subir…, es nuestro sino.

El palacio es un antiguo edificio del siglo XVI situado en el barrio judío y que se destino durante mucho tiempo a la enseñanza. Fue un internado femenino regentado por las Hermanas de la Caridad de Santa Ana. Nos repartimos las habitaciones y hoy duermo con César y Pedro, un par de barítonos de excepción, pero no me importa lo más mínimo. La habitación es muy amplia y pronto nos acomodamos y montamos la oficina informática de costumbre. Terminadas estas tareas, quedamos en un bar junto a la furgoneta.

En el bar, mientras saboreamos unas buenas cervezas, vemos algo de futbol. Luego salimos a recorrer la ciudad. Primero visitamos los alrededores de la Catedral de Nuestra Señora de la Huerta, la plaza de toros octogonal, ahora destinada a viviendas. Aquí nos encontramos a un venerable anciano con el que Juan Carlos entabla conversación y a la que nos unimos los demás. Va camino de la residencia donde vive, pero tiene ganas de hablar. Se fija en la cámara de fotos de César y resulta ser fotógrafo de oficio. Nos enseña fotos de la única corrida de toros que hubo en la plaza y de cómo casi consigue tener una novia de Huesca cuando recorrió nuestra tierra. Nos despedimos de él y continuamos el paseo.

Subimos por enrevesadas e inclinadas calles hasta las murallas, iglesia de San Miguel, de María Magdalena, ayuntamiento, con unos frisos espectaculares, etc.

Tras un ratito de descanso nos vamos a cenar. Nos indican que casi todo es de tapeo, así que entramos en el bar Travesía. Para ser de tapeo y de raciones, quedamos bien llenos. Buena cena y mejor tertulia. Unos cafés a cada cual me distinto –no repetimos ni una modalidad- y unos poleos menta en un local cercano con una decoración acogedora, dan por acabada la jornada.

Hoy, ante la “amenaza” de los tenores, sintonizo una emisora en mi móvil. Empezamos a hablar, pero a la segunda frase ya se oye el primer suspiro profundo. Me enfundo el auricular… y a dormir como un bebe.

Mañana nos espera un tramo que puede ser complicado hasta llegar a Ágreda, pero de momento las mayores dificultades se han superado sin problemas.

 

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