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Impresionante vista del Moncayo
Pantano sobre el río Val. Impresionante recorrido junto al cauce por caminos y senderos.
Agreda. Meseta soriana con interminables caminos y continuos repechos.

Masegoso. Torre vigía de origen bereber


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Camino de Caminos
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Tarazona - Soria

Día 30 de junio de 2014

Tras una noche muy tranquila, salvo lo que parecía una discusión en la calle y que nadie más ha oído, nos levantamos a las 6,30 de la mañana. César se hace el remolón, no en vano el no tiene que hacer ningún preparativo antes de salir. Pedro y yo comenzamos el ritual de todos los días y tras ponernos la ropa ciclista nos untamos bien de crema solar. Las piernas están duras y ya notan los dos días de pedaleo. Afortunadamente esa sensación desaparecerá tras unas pocas pedaladas.

Bajamos los enseres a la furgoneta aparcada en el paseo central, junto al río Queiles, y César las va colocando de forma ordenada sin dejar que nadie participe en la operación. Solo nos han comentado de un bar que abra tan pronto, pero Mariano encuentra otro, cuyo nombre no recuerdo, en la rotonda que hay junto al vehículo de apoyo, frente a la policía local. Tomamos unos cafés, cola-caos y algo de bollería. Arrasamos con casi todo lo que tiene el local. Hasta Ágreda no hay posibilidad de tomar nada y la furgoneta no nos puede seguir durante el recorrido por el rio Val.

Volvemos a subir para recoger nuestras bicicletas, limpiarlas un poco y engrasarlas. Sobre las 7,40 comenzamos a pedalear. Tenemos que subir hasta la parte alta del pueblo en una cuesta continua por calles estrechas en las que escasamente cabe un vehículo. La cuesta termina cuando llegamos al cementerio. Aparecen señales del Camino Natural del Agua Soriano y del camino Antonino. También flechas amarillas del Camino de Santiago Castellano Aragonés. Durante un tramo coinciden, pero nosotros seguiremos en todo momento las de Santiago. De todas formas no está de más la ayuda. Rodeamos el camposanto por su derecha y comienza una pista que desciende. Hace bastante fresco y casi todos vamos con nuestros manguitos. Pronto llegamos a la N-122 y la atravesamos por un paso subterráneo, indicado por las flechas amarillas, en el que debemos desmontar.

El recorrido entra en una zona arbolada y húmeda acompañando al río Queiles. Este tramo es muy agradable y sin apenas desnivel. Dejamos Torrellas a nuestra derecha sin llegar a entrar en él. Al final, el camino se transforma en un carril bici y así entramos en Los Fayos.

Atravesamos el pueblo sin detenernos en él y ya con la presa del Val frente a nosotros. Entró en servicio en el 2001, de 24 hm3 y fue la primera hecha por el Pacto del Agua. Se llena con las aguas del río Val y con un trasvase del Queiles.

Abandonamos el Camino Natural que se dirige a Soria por el río Queiles. Nosotros tenemos que subir a la presa y tiene una altura de 90 m. Lo hacemos por una carretera asfaltada que asciende con bastante inclinación. El grupo se separa bastante por este motivo y reagrupamos en la parte superior. Desde aquí podemos ver el pueblo situado bajo unos farallones de conglomerados casi inexpugnables. Ya podemos adivinar el trayecto que vamos a seguir por el valle del Val.

 Después de unas buenas fotos, sobre todo porque el embalse está casi lleno, retomamos el camino por asfalto. Pronto vemos el túnel por el que se trasvasa el agua del Queiles y a partir de aquí la vía de servicio pasa a ser de tierra. Vamos rodeando el embalse por un terreno llano que permite ir en grupo y atravesando un paisaje precioso de pinares, a lo que ayuda el sol naciente que le da un color especial.

Después de 6 km junto al embalse llegamos a su cola. Unos prados verdes por los que circula el río Val en forma de pequeño arroyo, Nos detenemos a ver como desovan unos peces en la zona de agua baja y tranquila y alguna grulla que busca alimento en estos remansos.

La pista pasa a ser una trocha perfectamente ciclable que corre junto al río. Debemos cruzar este, pero tiene demasiada profundidad como para pasar montados. A la izquierda hay unos troncos para hacerlo, pero veo que incluso el habilidoso Antonio tiene alguna dificultad para hacerlo. Nos vamos ayudando para pasar las bicis, pero a mí no me gusta la situación. Con Fernando nos dirigimos a la izquierda para pasar por unas piedras donde antes lo ha hecho Tere. Las calas me resbalan sobre ellas y mi equilibrio es uno de mis puntos débiles. Manolo nos ayuda con las bicis que se lleva la corriente. No nos sirven de apoyo y al final clavo uno de mis pies en el barro, pero pasamos. Oigo reírse a Juan Carlos ante mi torpeza mientras lo graba con la cámara. En mala hora le explique cómo funciona la filmación en su cámara.

Continuamos entre robles espesos, junto al rio y por un suelo algo húmedo. Juan Carlos abre el paso y yo voy detrás. El río invade el camino, pero intentamos atravesarlo sin desmontar. Casi lo conseguimos, pero al final ambos metemos los pies en el agua. Ahora ya da igual y proseguimos andando por el agua, al fin y al cabo es verano y espero que se sequen pronto. Lo malo es la arena que se mete hasta la piel. Ante esta visión los demás buscan una alternativa.

Pedaleamos hasta unos prados donde da el sol y aprovechamos para descalzarnos y secar algo los calcetines. Los demás tardan demasiado y nos llaman al móvil, que no se oye nada, preocupados por donde estamos ¡Si los perdidos son ellos! Al final aparecen. Un rato de risas y continuamos adelante. Entramos en la provincia de Soria.

En el km 16 hay una bifurcación, hay que elegir. Tengo marcadas dos opciones; una alternativa que nos lleva por camino hasta la carretera vieja de Ágreda y allí se une a nuestro recorrido o  una segunda siguiendo adelante por el Sendero del Cañón del Val –PR-SO 20.1-. Pienso en Chavi que lo pasa muy mal si hay que andar y no sé si el sendero será ciclable, aunque he leído en internet que se puede hacer, pero las cosas cambian de un año a otro y quiero evitar una posible “embarcada” que retrase nuestra llegada a Soria, no en vano es una etapa de las largas. Sin embargo no hay dudas y todos decidimos seguir por el sendero y a la postre no nos arrepentiremos.

El sendero se cicla casi en su totalidad, es muy agradable. Se introduce en un cañón de paredes rocosas que cada vez se estrechan más. El río se cruza numerosas veces, pero hay pasarelas de madera -uno de esas tendría que haber en el paso de troncos- que hacen el recorrido mucho más divertido. En menos de 2 km llegamos a la Cascada del Pozo de las Truchas. Aquí hay que bajarse de las bicis y portearlas para subir un largo tramo de escaleras que nos ayuda a salvar el salto. Los peldaños los debió hacer algún gigante porque tienen una altura desmesurada y llevar la bici al hombro no ayuda nada. Al finalizar la subida esperamos al resto del grupo. Tardan demasiado y es que a Mariano se le ha caído el GPS al agua. Esperamos cerca de 20 minutos, mientras observamos un buitre -o nos observa el-, hasta que aparecen los compañeros que han dado por muerto al aparato que posiblemente se haya llevado la fuerte corriente.

Retomamos el sendero y pronto llegamos a unas escaleras que nos dejan en un camino trialero, pero ciclable, llamado de Patarroldan. El pueblo se ve en lo alto y el camino va recorriendo pequeñas vaguadas para dejarnos en la puerta Árabe, de estilo califal del siglo X, por la que entramos en Ágreda.

Contactamos con César que está en la plaza del pueblo. Recorremos el entramado de calles hasta que lo localizamos. Hay que buscar un lugar donde almorzar. Son las 11 de la mañana y tan apenas llevamos 24 km. Nos quedan más de 60 hasta llegar a Soria y aún nos queda superar un par de puertos. Preguntamos todos a la vez, a cada uno le dicen un sitio, y así no hay manera de aclararse ¡Como echo de menos a Michel en estos momentos! Para colmo Sergio ha roto un radio de la rueda y la cambia por una de repuesto que ha traído Manolo.

Por fin nos indican un hostal y allí nos dirigimos. De camino vemos un bar y entramos en él. Cuando le decimos al camarero que somos 11 personas nos dice que no puede atendernos. Nos damos media vuelta y por fin localizamos el Hostal Doña Juana, en la antigua carretera nacional. Le hacemos una lista de lo que queremos y se la doy a una camarera tan sargento como amable. Se la ve acostumbrada a lidiar con grupos numerosos. Unos bocadillos, unas cervezas –yo me tomo una que fabrican en el pueblo de forma casera-, unas pastas, y unos cafés. En el ajetreo del momento casi me como la rosquilla de Tere, mientras ella grita ¡Yo que pensaba que las dos eran para mí¡

Una hora después, con el calor empezando a apretar, salimos del pueblo por asfalto hasta encontrar un camino que atraviesa bajo la variante de Ágreda  y donde retomamos la señales del Camino Natural del Agua Soriano y  camino Antonino. El camino serpentea ascendiendo y descendiendo pequeñas colinas, sembradas de extensos campos de cereal aún sin recoger, buscando mantener la altura. Fernando va “alucinado” por la extensión y cantidad de cereal.

En 5 km entramos en el pueblo de Muro. En este pueblo se encuentran los restos de la ciudad romana de Augustobriga. Salimos del pueblo en descenso y al poco tiempo dejamos una fuente romana a nuestra izquierda en la que paran unos cuantos compañeros. Rodamos rápidos por buenas pistas, pero poco a poco el camino comienza a ascender.

Tenemos delante de nosotros la sierra del Madero y la hemos de atravesar. Afortunadamente el ascenso, aunque duro, se hace por el camino natural y el piso está bastante bien. El calor aprieta y de vez en cuando paramos bajo los robles a descansar. Atravesamos la SO-P 2001 y un poco más adelante una línea del ferrocarril que se nos antoja abandonada. Continúa el ascenso hasta llegar a un falso alto. Reagrupamos antes de descender porque el grupo se separa. Aprovechamos para hacer fotos y videos. Tras una rápida bajada el camino vuelve a ascender fuertemente hasta el mirador Sierra del Madero en el Cerro Valhondo. Son las 14,30 y nos queda la mitad del recorrido. Es el punto más alto del día de hoy situado a 1230 m de altura.

En el mirador aprovechamos para hacernos unas fotos que mandamos a nuestros amigos de Huesca. Es un buen momento para echar la vista atrás y ver el Moncayo y las tierras de Ágreda que hemos recorrido. Frente a nosotros está la comarca de Gomara y sierra de La Pica, nuestro último gran esfuerzo.

Descendemos rápidamente hasta Pozalmuro, el único pueblo con algún servicio que nos queda hasta llegar a Soria. César nos espera aquí y aprovechamos para comer fruta, pastas, y para llenar los camelbak de agua en la fuente del pueblo. Entablamos conversación durante un buen rato con un lugareño y su mujer. Nos despedimos y continuamos camino en dirección a Masegoso donde nos paramos a ver su torreón bereber y la iglesia de San Esteban que tiene a su lado. Según una leyenda, el pueblo desapareció debido a que gran parte de la población falleció porque un joven, celoso y resentido por el rechazo de la mujer que amaba, emponzoñó el agua de la fuente con sapos negros venenosos. Unos carteles anuncian una ruta de los torreones que construyeron los musulmanes para defender lo que entonces era línea fronteriza con los cristianos.

Poco después dejamos a nuestra izquierda un puente romano sobre el río Rituerto y el camino comienza a ascender para superar un pequeño colladito. Un breve descenso nos deja en el camino que lleva al despoblado de La Pica donde hay otro torreón y unas grandes construcciones arruinadas desde su abandono en el siglo XVIII. A nuestro costado izquierdo la sierra ha sido colonizada por modernos aerogeneradores.

La pista continúa ascendiendo, ahora con mucha más intensidad, hasta coronar el collado. No hay que hacer caso de las señales que indican que esta es de un 5%, el ingeniero la debió subir en todoterreno. La realidad es que se acerca al 10%. En el ascenso, Fernando, cobijado bajo un arbusto, se entretiene en filmarnos durante el esfuerzo.

Por fin el descenso por un largo camino que serpentea entre el cereal y que nos deja en la carreterita de acceso a Omeñaca. Es muy pequeño y tan solo destaca su iglesia románica dedicada a la Inmaculada Concepción. Aquí abandonamos definitivamente el Camino Natural del Agua Soriano. Seguiremos las flechas amarillas del Camino de Santiago hasta ahora coincidentes con el anterior.

Tomamos el camino del Crucifijo que, tras un breve ascenso, nos deja en las cercanías de Tozalmoro donde destaca su iglesia dedicada a San Juan Bautista, una de los mejores referentes del románico soriano. Tras poco más de 2,5 km,  y tras un pequeño repecho desde el que ya vemos la capital con sus sierras como telón de fondo, llegamos a Fuentetecha.

Salimos del pueblo por su carreterita de acceso y a pocos metros nos desviamos a la izquierda por un camino que nos deja, tras atravesar la N-122, en Fuentesaúco. El pueblo está separado en dos pequeños barrios. Destaca su iglesia románica dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles. Salimos del pueblo por un camino de tierra paralelo a la carretera N-122 para finalmente atravesarla de nuevo.

Un pequeño repecho apura nuestras cansadas piernas, pero Soria ya está cerca. Ya en descenso y por un camino regular entramos, junto a su iglesia, en Ontalvilla de Valcorva. Llega otro punto en el que hay que decidir el recorrido a seguir. Tengo hasta tres alternativas, pero rápidamente deshecho un par de ellas. Por si acaso preguntamos a un abuelo que sale de su casa al oírnos. Nos aconseja seguir un camino distinto al que tracé en mi GPS y su explicación es lógica y en parte coincide con nuestro destino, Cadosa. Me tienta hacerle caso, pero una vez avanzados unos metros, entre todos decidimos volver al prefijado. El abuelo debe pensar que estamos locos.

El camino que cogemos, poco a poco, se trasforma en un sendero herboso al pasar junto a una finca con ganado vacuno, pero salimos a la N-234 sin problemas. Las flechas amarillas indican que debemos atravesarla y continuar por el otro lado, pero he leído en internet que el camino se pierde y toca andar junto a unas vías del ferrocarril abandonado. No lo pienso dos veces, es tarde y estamos a muy poca distancia de Soria. Seguimos por la nacional durante unos metros y llegamos a Cadosa, una zona de gasolinera y hotel donde se juntan la N-234 y la N-122. Paramos a reagrupar y seguimos por asfalto en dirección a Soria. Debemos bajar por la antigua carretera, ahora vía de servicio al inaugurar la variante. Unos conos no dejan entrar en el paso elevado, pero pensamos que con las bicis no habrá problemas. Descendemos hasta el río Duero para entrar en la Soria por el puente medieval que hay junto al claustro de San Juan de Duero. Esta zona ya la conocemos desde que hicimos la cañada occidental soriana.

Mientras descendemos, una riada humana sube por la carretera. Ahora sabemos porque la han cortado. Es el último día de las fiestas de San Juan y la gente va a comer junto al río. Cruzamos el puente como podemos, a contracorriente, pero sé donde hay que ir ya que el hostal, está cerca de donde nos alojamos en el anterior viaje. Unos cuantos del grupo se empiezan a poner nerviosos y a preguntar a todo el mundo. Pregunto a unas chicas y me dicen que siga por la calle que más arriba hay un policía local que me informará. El agente, muy amable, me dice que crucemos la calle por donde baja el gentío y que subamos por un camino que hay junto a la concatedral de San Pedro. Nadie se decide. Al final con Juan Carlos Pedro, cruzamos la calle pidiendo el paso con nuestra educación habitual a la que la gente responde amablemente. Aún nos ganamos unos tragos de vino, por cierto muy bueno. Los demás, al vernos al otro lado, acuden al encuentro. ¡Si la gente en general es muy sana!

Solo nos resta ascender por unas fuertes rampas hasta el lugar de alojamiento cerca de Nuestra Señora del Mirón. César nos indica que en el hostal nos han cambiado de destino y nos da la nueva dirección, no muy lejos de allí. Sin problemas llegamos al lugar de alojamiento. Tere, que es la que reservó el alojamiento, como es lógico, no está muy conforme con el cambio hasta que no vea que habitaciones nos dan y si se corresponden con lo pedido, pero al final se le pasa el enfado

 Al final han sido más de 85 km y cerca de 1600 m de desnivel acumulado, pero muy rompe piernas.

Con las bicis guardadas en un pequeño garaje, subimos a nuestras habitaciones. Después de las labores habituales nos bajamos al bar a tomar unas jarras. De nuevo duermo con los tenores.

Decidimos ir a cenar a La Vitorina, el que en principio era nuestro hostal, aunque deben funcionar como una empresa única. Cuando les decimos que somos 11 se asustan, pero pronto nos lo arreglan y casi una hora después podemos bajar a cenar. La cena aunque a primera vista no lo pareciera, está bastante bien.

De vuelta al hotel unos cuantos nos quedamos para hablar un rato y tomar un trago, al fin y al cabo son las fiestas del pueblo y hoy nos lo hemos ganado ¿no?

 

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