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Praderas con ganado junto al embalse de La Cuerda
Ermita de la Blanca
Caminos arenosos entre un bosque continuo de robles

San Leonardo de Yagüe


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Camino de Caminos
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Soria – Hontoria del Pinar

Día 1 de julio de 2014

Suena el despertador a las 6,30. Poco a poco se nota la diferencia horaria al dirigirnos al oeste y nos permite retrasar la hora de ponerse en pie. La noche anterior estuvimos preguntando por algún local donde nos sirvieran el desayuno temprano. No hay mucha elección y menos después del último día de fiestas. De todas formas nos dan un par de nombres cerca de nuestro alojamiento. Con esas dudas, bajamos a recoger las bicicletas y prepararlas para la ruta. Es una mañana bastante fresca y vamos bien abrigados.

Sobre las 7,20 montamos en las bicis dispuestos a buscar un sitio para desayunar. Vamos a los lugares que nos dijeron, pero todos están cerrados. Propongo seguir camino y esperar al primer pueblo por el que pasemos y nos puedan atender, al fin y al cabo, con una barrita podemos aguantar. Los demás son de distinta opinión y perdemos más de 20 minutos hasta que por fin encontramos uno en una zona de descanso para camiones. Unos bollos, unos cafés con leche y retomamos la marcha. Son las 8 y aún no hemos salido de la ciudad.

Salir de Soria es complicado, lo mismo nos ocurrió en nuestro viaje anterior. Tenemos ciertas dificultades para atravesar la circunvalación N-122 de Soria, pero al final y de malas maneras lo conseguimos por un paso elevado.

Entramos en un camino, mitad asfaltado, mitad de tierra, rodeado de barreras de madera para evitar que escapen durante el recorrido los toros de San Juan que se llevan desde el monte Valonsadero hasta Soria. Más tarde se convierte en un carril bici bastante ancho.

Pedaleamos paralelos a la N-134 y en los tramos de bajada el frío atenaza nuestros cuerpos. Tere se ríe de nosotros, ella no tiene frío.

  • ¡Qué flojos sois, quejicas¡ - pero me fijo en sus brazos y tiene “carne de gallina”.

Por si acaso, la mayoría nos subimos los manguitos y alguno se coloca el cortaviento. El sol aún está bajo y los árboles impiden que nos caliente el cuerpo.

Pedaleamos por el monte Valonsadero. A nuestra izquierda destaca la sierra Llana, una mole con todos sus estratos al aire, y a la derecha la sierra Cebollera. Pronto, tras cruzar el río Pedrajas, llegamos a la Casa del Guarda que parece un lugar de esparcimiento bastante arreglado. Aquí dejamos el carril bici y las flechas amarillas nos llevan por unos agradables senderos que nos evitan circular por asfalto. En una zona rocosa vemos el abrigo de los Peñones donde podemos ver, afinando la vista, unas pinturas rupestres. Por la zona hay más.

Entramos en una pista ancha que nos introduce en una zona de robledales y por la que se pedalea con facilidad. Se van formando grupetas “conversacionales”, como todos los días, y dejamos a nuestra derecha la ermita de San Mateo. Justo entonces entramos en Pedrajas. Nos detenemos a ver la iglesia románica de Santo Tomás Apóstol y una galería abierta de arte con las más variopintas esculturas. En una de ellas con forma de bicicleta gigante, Fernando se sube al sillín en una posición un tanto inestable. Tras unas fotos, retomamos el camino siendo despedidos por un tótem indio.

Cruzamos una carreterita local y entramos en una pista que entre campos de cereal atraviesa Prado Royo y en el que confluyen un gran número de caminos, entre ellos una cabañera de importancia.

Siguiendo las flechas amarillas entramos en un terreno arenoso que tan apenas nos permite avanzar. En algunos puntos debemos bajarnos de la bici, pues parece que estemos en la playa. Unos amigos de Pedro ya le advirtieron; barro no tendréis, pero arena mucha. Así se cumple, pero afortunadamente este tramo es corto y, tras dejar a la derecha un bonito cementerio, pronto llegamos a Cidones.

Atravesamos el pueblo en toda su longitud dejando una fuente a nuestra derecha en la que no nos atrevemos a coger agua. No vemos a nadie, pero me llama la atención los tejados de muchas casas. Son casi planos y sin apenas desnivel, algo que no concuerda con la idea de que en esta zona nieve mucho. Algunas casas de este estilo aparecen como turismo rural.

Salimos de él atravesando una carreterita local, entramos en un estrecho camino rodeado de robles, donde vemos algún corzo que huye de nosotros,  y de nuevo aparece la arena. Afortunadamente en menos cantidad que en el anterior tramo y lo vamos sorteando, no sin ciertas dificultades, según la habilidad de cada uno. Voy pensando que como haya muchos tramos así la marcha se ralentizará bastante y acabamos de empezar el día como quien dice. Afortunadamente un desvió de 90 grados nos saca del camino que llevamos y el terreno mejora. Es buen momento para reagrupar y evitar que alguien se despiste.

Por un trayecto agradable, donde aparecen robles de formas espectaculares, descendemos ligeramente hasta Villaverde del Monte. Son las 10 de la mañana y no entramos en el pueblo. Las flechas nos indican una senda que atraviesa un vallado eléctrico y que libramos levantando los cables con cuidado. Son solo unos metros y nuevamente debemos atravesar la valla para entrar en una buena pista, con pequeños repechos, en la que rodamos con fluidez. Tere llega algo “apajarada” y se toma un gel de bote. Le comento que tiene que beber mucha agua después de ingerirlo, de lo contrario le puede sentar mal.

 Tras un pequeño, pero rápido descenso, las flechas, junto a una paridera, nos sacan de esta buena pista. Un poste con una caja de frutas situada a considerable altura, parece ser un hito para indicarlo. Hacemos apuestas de cómo la han podido subir a esa altura y, sobre todo, el motivo. Tere vuelve a comer algo y de paso leemos el contenido del gel. Se va a poner como una moto, porque en la composición, a pesar que ella lo niega, vemos que lleva cafeína como para un regimiento.

El camino, que se viste de hierba hasta incluso hacerlo  desaparecer, nos lleva por una zona de pasto donde el ganado campa a sus anchas. Debemos atravesar un par de toscas cancelas antes de retomar un buen camino que, casi en línea recta, nos deja en las cercanías de Herreros. No entramos en el pueblo y pedaleamos por un carril paralelo al asfalto, una carreterita que nos acompaña durante un trecho y a la que finalmente saldremos cuando nos aproximamos a un merendero situado junto a una “playa” –Playa de Peña Gamella-. Pedaleamos por dicha pista asfaltada paralelos al embalse de La Cuerda del Pozo y siguiendo todo su contorno. En gran giro a la derecha de la pista, salimos de ella porque las flechas amarillas nos introducen por una trocha que se adentra en el bosque de pinos situado en el monte del Mayorazgo. Como este camino se usa para la saca de madera, debemos circular con cuidado pues está lleno de rodadas y de restos de madera menuda que fácilmente nos pueden hacer caer. La trocha, al acercarse a Abejar, se acaba y se convierte en un sendero casi desaparecido por la vegetación. A pie y tras cruzar por unas maderas una acequia, nos acercamos en unos metros hasta el arroyo Herrería para cruzarlo por un puentecito de madera y salir a una pista mejor. Aquí nos encontramos a un ciclista de la zona y nos quedamos un ratito hablando con él. Nos comenta que la etapa de la vía verde que haremos desde Riocabado de la Sierra hasta Arlanzón es preciosa. Nos despedimos, nos desea suerte y prosigue su ruta. Nosotros entramos por una dura cuesta en Abejar.

Pedro conoce el lugar y sin ningún problema llegamos al restaurante Fuentefría. Son las 11,15 y decidimos almorzar aquí. En el recorrido que nos queda hay amplias zonas sin ningún pueblo y es mejor asegurarse. Unos huevos con torreznos fríos y un poco de vino, nos entonan. Nos atienden dos mujeres muy amables y a las que les preguntamos, como curiosidad, porque sirven fríos los torreznos. La explicación es que así son menos grasos y más duros. Vamos bien de tiempo y ya estamos a casi la mitad del recorrido.

Tras una hora justa de descanso, retomamos el camino. Cruzamos la N-234 y justo enfrente sale una buena pista que en unos metros nos deja en la ermita de Nuestra Señora del Camino. Continuamos por una pista paralela a la sierra de las Cabrejas –a nuestra izquierda- pedaleando por su base. Tras algunos repechos pequeños, descendemos hasta Cabrejas del pinar.

El pueblo está coronado por un castillo. Debemos ascender a su parte alta pasando junto a la iglesia de San Millán y la ermita de Santa Ana. Como ya hemos observado en otros pueblos, vemos un mallo –pino muy alto limpiado hasta la copa-. Aquí lo llaman la Pingada del Mallo y se celebra cada primero de mayo.

Tras unos metros de carretera tomamos un desvío a la izquierda que por buena pista nos lleva al apeadero abandonado de Cabrejas. Debemos abandonar la pista y atravesar las vías como podemos. El sendero jalonado de ortigas nos deja algún picor, afortunadamente pasajero.

Salimos a la N-234 y a pocos metros está la Ermita de la Blanca. El espacio esta acondicionado y nos detenemos un rato a beber de su fuente. En una escultura moderna, donde aparecen los cuatro pueblos que acuden a ella, reza:

 “Virgen de la Blanca, quien te viene a ver…”

Las flechas amarillas indican que hay que entrar en un sendero, pero como ya me informé en internet y aconsejaban no seguirlas y continuar un rato por la carretera, eso hacemos. Un kilómetro y medio más adelante y en subida nos deja, poco antes del puente de La Lagunilla, en un camino amplio que tomamos a la derecha. A escasos metros las flechas nos sacan de esta buena pista y nos introducen en el pinar. Este es el camino de la Tablada. Es una trocha en la que encontramos trabajadores sacando madera y limpiando el bosque. Hay que pedalear con cuidado pues el suelo está lleno de piñas y rodadas, pero no hay apenas desnivel. Hay algún punto donde debemos desmontar para atravesar zonas encharcadas por un pequeño regato de agua. Sin más problemas salimos a otra pista mejor –en realidad es la misma que dejamos antes y que realiza una amplia curva que nuestro camino a atajado-. Descendemos rápidamente con el único cuidado de no tropezar con algún gran tronco suelto que ha caído al cargarlos en los camiones y nadie se ha molestado en retirar. El cielo se va cubriendo de nubes amenazadoras y de vez en cuando, el fuerte aire que comienza a soplar, trae algunas gotas de agua que no presagian nada bueno. Si se pone a llover por estos caminos nos podemos quedar literalmente atascados.

Justo donde quedan restos de una antigua construcción abandonada -parece ser la Estación de Pinar Grande de un ferrocarril abandonado- entramos en una pista forestal  que enseguida acaba en una pista asfaltada. Ésta solo la seguimos durante unos metros para abandonarla justo después de atravesar un puente sobre la antigua vía del tren.

Entramos en una mala trocha, por decir algo, que desciende junto a la vía abandonada. Poco después se aleja de ella, y siempre bajo espesos pinares, llegamos a una zona conocida como El Ortigal donde de nuevo aparece una buena pista. Poco después de 500 m la abandonamos por otra que sale a la izquierda y que asciende para salvar una pequeña elevación hasta llegar a lo que parece ser un cortafuegos. Pasamos una cleta artesanal y comenzamos a descender por un tramo rápido, bonito y juguetón. Aprovecho para filmar el descenso de Fernando y fotografiar algunas curiosas rocas que sobresalen del terreno a modo de esculturas naturales.

Con el pueblo de Navaleno a la vista, en el fondo del vallecito, nos avisan por la emisora que ha habido una avería. Nos detenemos a esperar que se solucione. Apostamos por un pinchazo, pero resulta ser una cadena partida en la bici de Sergio. Lleva la rueda de repuesto y sin afinar el cambio pueden pasar estas cosas.

Reparada la avería, y ya todos juntos, continuamos descendiendo hasta el pueblo. Entramos en Navaleno junto a una finca donde pasta un precioso caballo. Al vernos parados acude hasta la valla, me imagino que pensando que somos los que le llevamos el alimento. Atravesamos el pueblo, mucho más pequeño de lo que yo pensaba, y salimos a la N-234, nuestra constante compañera en el día de hoy.

Antes de salir del pueblo las flechas nos hacen subir un fuerte, pero agradable repecho. Sé que este tramo vuelve a la carretera y ya me imagino mil improperios por parte de mis compañeros cuando lo adviertan, pero resulta que les gusta. Cosas de la vida. La trocha continúa paralela a la carretera hasta que llega a la vía de ferrocarril abandonada y se convierte en un sendero por el que se pedalea con dificultad por la grava que ha caído de la vía. Como estamos a unos metros de la nacional, salimos a ella. Estamos muy cerca de la siguiente población y como el cielo se cubre, decidimos seguir por asfalto durante algo más de 2 km.

 Entramos en San Leonardo de Yagüe. No nos gusta el asfalto y hay algo de tráfico. Reagrupamos en la puerta de la iglesia de San Leonardo Abad. Nos hacemos unas fotos y seguimos pueblo adelante donde nos espera César. Tomamos un poco de fruta y descansamos un poco. Vuelven a caer algunas gotas, pero cesan pronto. Nos queda ya muy poco para llegar a destino.

  Poco antes de salir del pueblo, las flechas nos dirigen por un camino lateral y pasamos por una serrería donde fabrican pallets. Continuamos hasta el punto limpio del pueblo y entramos en un divertido sendero que por desgracia acaba nuevamente en la vía abandonada. Pedaleamos sobre ella con dificultad hasta que esta aboca a un camino por el que se cicla mejor. El recorrido es bastante divertido hasta llegar de nuevo a la vía. Unos metros después esta atraviesa la N-234 por un puente. Nosotros debemos descender a pie como podemos para seguir las flechas y tomar una buena pista que circula entre pinares y campos de cultivo pasando por la tenada de San Juan. El camino continúa hasta que las flechas nos sacan de él y se meten en un sendero. Yo tengo marcada una alternativa que deseo seguir, pero sin embarcar a los demás. Aviso a Tere y a Juan Carlos indicándoles que ellos sigan por el camino “oficial”. Yo creo que me han oído. Me lanzo pista abajo con el fin de llegar al punto de encuentro antes que ellos y con la esperanza de no haberme equivocado. En efecto, llego antes que ellos y les espero en el camino Los demás siguen el trazado original y cuando aparece Tere me dice que les ha echado una bronca por haber ido separados. Le digo que soy yo el que ha ido por otro lado y en todo caso el culpable, no los demás.

  • Bueno, ha sido una bronca pequeñita.- me contesta. En realidad sé que no he hecho bien, que hay una regla no escrita que dice que siempre debemos ir juntos.

Continuamos camino sabiendo cercano el final. Este aboca en la carrera comarcal. De frente llegamos en 1 km a Aldea del Pinar que es por donde va el camino, pero tenemos el alojamiento en Hontoria del Pinar, así que giramos a la izquierda y en poco más de 2 km llegamos al pueblo.

Este pueblo, que ya conocemos desde la ruta del Cid, es el principio del Cañón de Río Lobos. Buscamos el alojamiento y lo encontramos rápidamente ya que esta a la entrada del pueblo. César nos espera en la puerta. Son las 16,40 y llevamos algo más de 78 km. La tarde la podremos aprovechar bien

Nos hospedaremos en La Casa del Médico. Nos espera Trini, la titular de la casa. Muy amable, nos acompaña para guardar las bicis en un local y nos indica un par de fuentes de manantial donde podemos coger agua si queremos.

La casa es espectacular, muy acogedora. Desde luego es un lugar en el que merece la pena pasar unos cuantos días para pedalear por el laberinto de caminos que hay en estos bosques.

 Nos repartimos las habitaciones y me toca con Pedro. La cama es de matrimonio así que prometemos respetarnos durante el descanso ¡Las cosas que hay que hacer! De paso Trini tiene que poner tres lavadoras de ropa. Algunos han metido hasta las cortinas de casa.

Después de la ducha reconfortante aprovecho para montar mi puesto informático en el salón comedor de la casa. Tranquilo y solo, puedo trabajar a gusto. Varios de mis compañeros me traen sus tarjetas de memoria para descargar las fotos. Hago mi copia de seguridad y me dirijo con Pedro al bar donde se han ido todos para ver jugar a Nadal. Tomamos unas cervezas y los ya habituales torreznos. Como excepción los sirven calentitos, pero igualmente están buenos. Tere y Fernando, que se han ido a la tienda del pueblo, regresan cargados de frutos secos y gominolas.

No me apetece ver el tenis y me voy a dar una vuelta por el pueblo. Bajo hasta la carretera para ver de lejos la zona donde se asentó un poblado celtibero. Recorro las calles y entro en la tienda a por más “chuches”. Después voy hacia el bar Galindo donde sus dueños nos atendieron de maravilla cuando pasamos por aquí en la ruta del Cid. Gracias a su consejo realizamos íntegramente el Cañon del río Lobo, y a los que envié un libro de la ruta. Desgraciadamente está cerrado y en venta. Lástima.

Vuelvo al bar donde solo quedas unos pocos compañeros y recibimos un whatsapp de Tere:

  • ¿Qué habéis puesto en la lavadora, la colada del mes? – notamos cierta ironía.
  • Que la mujer no da abasto- repite Tere.
  • Pues aquí hay un “baramban” de puta madre y eso va en serio- insiste.

Ya son tres indirectas y esta última suena a orden militar, así que lo dejamos todo y subimos rápidamente a la casa. Nos encontramos un espectáculo de ropa esparcida parecido a un mercadillo.

  • Los he puesto firmes, ¡que relajada me he quedado! - comenta divertida.

Reordenamos toda la ropa según la llevamos marcada, pero aún así sobran unos calcetines que resultan no ser de nadie ¡Somos como críos!

Trini nos prepara la cena para las 9 de la tarde y damos buena cuenta de todo e incluso repetimos. Después de una larga tertulia nos vamos a dormir.

Las previsiones del tiempo para mañana son muy malas y es la etapa en la que hay mayor desnivel y montaña. Por si acaso cargo un track alternativo para acortarla siguiendo el trayecto inverso al de la ruta del Cid, pero nos perderíamos ver santo Domingo de Silos y va a ser una decisión difícil. De momento el cielo se ha despejado un poco y con esa esperanza me duermo.

 

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