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Mérida - Cáceres Tomamos la decisión de desayunar en el hostal ´´La flor de Al-Andalus” donde estamos alojados. El desayuno empieza a las 8 horas por lo que a las 7,30 recogemos las bicicletas de la recepción para dejarlas engrasadas y preparadas para no perder tiempo después del desayuno. Como queremos empezar la ruta desde el acueducto romano, nos dirigimos hacia allí justo enfrente del circo romano. Cesar también se acerca para hacernos la foto de grupo, pero él ha ido a otra parte del acueducto más bonita; decidimos hacernos la foto nosotros mismos y emprendemos la ruta. Antonio nos dice de ir a ver el arco de Trajano que el día anterior no conseguimos ver. Nos lleva por las calles hasta dar con él y hacernos unas fotos, luego continuamos siguiendo el track y al llegar a una zona que tenemos que atravesar por debajo de la línea del ferrocarril, vemos la furgoneta de Cesar. Él está al otro lado haciendo fotos a un espectacular tramo del acueducto que es donde él nos estaba esperando. Aprovechamos que el lleva mejor cámara de fotos para que nos inmortalice en una zona ajardinada, al lado de un riachuelo. Seguimos la ruta por las calles de Mérida hasta llegar a una carretera por la que circulamos por un carril-bici hasta llegar a un cartel que nos dice que estamos entrando otra vez en Mérida; preguntamos entre bromas que si vamos bien o que está pasando. La explicación debe ser que estamos llegando a la presa romana de Proserpina y debe pertenecer también a Mérida. Aprovechamos para parar y ver la impresionante construcción que en aquellos tiempos emplearon para llevar el agua a la ciudad de Mérida a través del acueducto. Carteles informativos van explicando cómo funcionaba, actualmente sigue funcionando, pero llevando el agua por tuberías más modernas. Circulamos por una carretera entre encinares hasta que nos desviamos a un camino en el que aparecen los primeros mojones que marcan la vía de la Plata. Pedaleamos tranquilamente mientras Juan Carlos va mirando a ambos lados del camino, quiere ver piaras de cerdos ibéricos, lo que no sabe es que vamos a llegar a Cáceres sin conseguir ver a ninguno. El camino tiene buen firme salvo en zonas con mucha arena. Antonio comenta que se ve la pista más transitada que cuando estuvieron ellos haciendo la vía de la Plata en el año 2006. Al llegar a un alto del camino, bajo la sombra de una impresionante encina, paramos a reagrupar. Juan Carlos va perdiendo aire en su rueda trasera y continuamente tiene que ir inflándola, lleva tubeless y espera que el látex termine sellando la rueda. El primer pueblo que atravesamos es Carrascalejo, y aquí empezamos a ver los primeros peregrinos que están haciendo el camino andando. Rodeamos la iglesia y seguimos el camino. Cesar nos esperará más adelante. Atravesamos campos de cultivo, en los que predomina la vid, y en poco tiempo estamos entrando en Aljucén. Hacemos una pequeña parada en la plaza del pueblo, donde vemos que en el bar hay unos ciclistas con alforjas que también están haciendo un trozo de la vía de la plata. Quedamos con Cesar para que nos espere en Alcuescar donde podemos tomar algo líquido y solido que nos de fuerza para llegar a Cáceres. Salimos del pueblo por una carreterita asfaltada hasta llegar a la carretera principal por donde cruzamos el río Aljucén. Al otro lado continua el camino y un cartel nos indica que estamos en el parque natural de Cornalvo. Circulamos entre campos vallados, con encinares, y un cartel nos dice que estamos en el Cordel de Mérida. Al final de una larga subida, pedimos a Antonio que pare para reagruparnos; Tere se ríe ya que Michel va haciendo fotos en las que solo va a salir retratada ella. Cuando llegamos a Alcuescar, Chavi se acuerda de un sanatorio que está a la entrada y en el que entraron a verlo la vez anterior que hicieron la vía de la Plata. Justo enfrente está el restaurante Alta Cuesta, decidimos entrar a tomarnos un bocadillo que será nuestra comida del día. Los bocadillos son espectaculares, los preparan abiertos y cuando los cerramos nos hacemos cruces de como abrir la boca para darle un mordisco. A la salida, la rueda de Juan Carlos ha vuelto a perder aire, por lo que Antonio en una clase magistral de cómo arreglar un agujero en una cubierta tubeless, nos tiene a todos a su alrededor sin perder detalle. Retomamos un polvoriento camino que nos conduce hasta Casas de Don Antonio, está justo al otro lado de un pequeño puente romano que cruza el río Ayuela. Pedro le dice a Chavi que aquí fue donde preguntaron la otra vez a un lugareño por un ave que pasaba por encima y después de un rato de observación les dijo que si volaba era un pájaro. Al final del pueblo un grupo de ciclistas con alforjas conversan mientras descansan. El camino continua paralelo a la vía de servicio de la autovía de la ruta de la plata y un mojón indica el miliario XXVII, el cual fotografiamos, y más adelante encontramos el miliario XXVIII que Pedro la otra vez intentó levantar; esta vez tiene la ayuda de Juan Carlos para intentar moverlo, pero por más que lo intentan no lo consiguen. En la lejanía, por detrás de nosotros, vemos que el grupo de ciclistas con alforjas se acerca a nosotros, por lo que cogemos las bicis y seguimos en un afán de que no nos adelanten; el problema es que ellos van tres y no paran a hacer ninguna foto, nosotros vamos ocho y más adelante volvemos a parar a fotografiarnos encima de un puente romano. Al final circulamos un rato a su lado conversando, son de Asturias y Madrid, los adelantamos, nos adelantan, y así seguiremos hasta cerca de Cáceres, que en nuestro afán de llegar, hace que paremos menos veces. Al pasar junto al miliario XXX, Pedro va conversando con un peregrino que hace el camino andando, le cuenta que empezaron varios amigos pero que se ha quedado solo, hoy lleva 40 kilómetros y quiere llegar a Cáceres que aun esta a 20 kilómetros; entendemos porque se han ido los demás, cualquiera sigue ese ritmo. Estamos cerca de Aldea Cano, no tenemos que atravesarla, pero habíamos quedado con Cesar que esperara por su cercanía, por si necesitábamos rellenar las mochilas de agua. Como vamos bien, quedamos con él en Valdesalor que sí tendremos que atravesar. Una vez cruzada la autovía por un paso inferior, un bonito sendero nos conduce hasta una planicie en la que tenemos que atravesar el aeródromo de la Cervera, continuamos hasta que cruzamos el río Salor por su puente romano, antes de llegar a Valdesalor, donde paramos a rellenar de agua y tomarnos unas bebidas isotónicas y refrescos junto a Cesar que nos espera con las bebidas fresquitas. Nos lo tomamos con tranquilidad, estamos a 10 kilómetros de Cáceres y son las 13,15; vamos muy bien de tiempo. Cuando reanudamos, sabemos que la ruta se acaba y lo hemos conseguido, se nos nota en la cara, vamos pedaleando felices y en lo alto de un montículo aparece nuestro destino, un subidón de adrenalina hace que pedaleemos sin enterarnos. Entramos a Cáceres por un polígono industrial. Cesar ha ido directamente al Hotel para buscar sitio y aparcar la furgoneta, los demás atravesamos las calles y llegamos a la plaza Mayor, lo hemos conseguido, descabalgamos de nuestras monturas y empezamos a abrazarnos y gritar de alegría. Otra prueba superada, todos tenemos en nuestra mente a Miguel Soler que después de estar todo un año preparando esta ruta, al final no nos ha podido acompañar; va por ti maestro. Después de llegar al hotel, guardar las bicis en la furgoneta, y asearnos como siempre hacemos en estas rutas, buscamos un restaurante para darnos un homenaje y probar productos típicos de la zona. Encontramos en la misma plaza Mayor el restaurante Cáceres, que nos ofrece un menú degustación con productos típicos y vino de pitarra. Entre los refranes de Juan Carlos y las gracias de Chavi, todos terminamos riendo; hasta la camarera y un matrimonio que está en un comedor cercano y casi se atragantan con la risa. Después de tomar una copa nos vamos a dormir, bueno no todos, que al día siguiente tenemos que regresar a Huesca. Al final han sido 440 kilómetros con un desnivel acumulado de 6600 metros.
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