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Pedaleando entre olivares
El grupo por un camino rodador
Espinoso del Rey. Fuente

Quien dijo que el camino era fácil


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Camino de Guadalupe
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Los Navalmorales - Puerto de San Vicente

Después de desayunar en el mismo hostal, salimos despacio para poder encontrar el lugar por donde sale el track de la ruta. Un camino nos lleva a una carretera secundaria por la que discurre al principio, hasta que nos lleva a un camino bordeado de olivos. Más adelante volvemos a salir a la carretera secundaria, y no la dejaremos en un rato; una larga bajada nos previene de que luego vendrá la subida. Una vez retomado el camino, junto a campos de cereales, nos dirigimos a Espinoso del Rey, donde contactamos con Cesar, que está en la plaza de España, con una bonita fuente, y al lado de la iglesia de  Santiago el Mayor.

La salida de Espinoso del  Rey la hacemos por carretera secundaria con un firme en muy mal estado. Más adelante nos encontraremos a trabajadores arreglando los baches que tiene y todos pensamos que tienen para rato.

A ambos lados de la carretera hay alcornoques que les han quitado la corteza para sacar el corcho. Seguimos por la carretera, hasta que al final de una larga subida, encontramos el camino por el que tenemos que seguir. Un cartel nos indica que es la sierra del Barrilón, límite de la Jara Baja.

El camino discurre por zona de pinares. Unos jinetes a caballo nos adelantan campo a través, pero los caballos tienen poco fuelle y enseguida los rebasamos. El camino está perfectamente marcado y nos indica la distancia a nuestro siguiente destino que es Robledo del Mazo. El camino marcado viene desde La Fresneda. Los pinos y las encinas se alternan en continuas subidas y bajadas; estos caminos nos recuerdan a zonas de nuestra tierra.

En alguna zona del camino, salen unos arbustos que no sabemos que son, hasta que Antonio nos dice que es la jara, y de ahí que muchos pueblos de esta zona lleven esta palabra como segundo nombre del lugar.

Los caminos están muy secos, lo que nos indica que hace tiempo que no ha caído ni una gota de agua, no hay fuentes, como hemos visto en otros viajes, y los arroyos discurren sin agua.

Al acercarnos a Robledo del Mazo, pasamos por una zona de encinas y una ladera de piedras que corta el camino. El pueblo lo vemos en el medio del valle, rodeado de montañas, lo que nos aventura una buena subida para salir de él.

Después de atravesar un río, llegamos al pueblo. Cesar nos espera en la plaza, tomamos unas bebidas isotónicas, comemos algún dulce y dobladillo, y como es habitual en estas paradas, rellenamos de agua las mochilas de hidratación y los botellines.

La salida del pueblo la realizamos por la carretera hasta un desvío que pasa por las piscinas. El camino asciende por una fuerte rampa de cemento que luego se convierte en tierra. Al principio subimos sin problemas, pero de repente, el camino se pone casi vertical y con mucha piedra suelta. Sube en línea recta hasta la cumbre y todos tenemos que echar pie a tierra. A ratos, das un paso para adelante y dos para atrás. De repente, Tere nos llama porque se le ha roto la zapatilla, la suela se le ha salido totalmente. Como podemos, se la recolocamos, y con dos bridas la sujetamos para que pueda seguir hasta que contactemos con Cesar y nos compre pegamento y cinta americana para poderlas arreglar por la tarde. Al poco rato, Michel va a hacer una foto, se le cae la cámara y pierde dos piezas de la tapa de la batería. Con ayuda de los demás consigue recuperarlas y volver a montarla, todo funciona bien. Cuando llegamos a la cumbre, vemos que el camino sale a la carretera. Todos pensamos que no merecía la pena darse ese palizón, han sido 1,2 kilómetros para hacer un desnivel de 200 metros, y nos ha costado tres cuarto de hora.

Descendemos por un camino rodeado de pinos, que está cerrado con cadenas, y hay que ir con cuidado ya que con la velocidad puede haber algún accidente. Algunas zarzas hacen de las suyas en los brazos de Michel y Tere. Al llegar al final del descenso, el camino vuelve a subir con fuerza, esta vez a ambos lados del camino hay extensiones de jaras.

Justo antes de llegar a Buenasbodas, lugar que hemos elegido para poder comer algo, pasamos al lado de la ermita de la Garganta que data del año 2000; no sabemos si hace referencia a alguna restauración o fue cuando realmente se hizo.

Cesar contacta con el grupo para decirnos que todos los bares están cerrados. Lo único que ha encontrado abierto es el hogar del jubilado, al lado de las piscinas, pero no tiene pan, lo tienen que hacer, y cómo somos muchos, les llevará un rato. A César le han dado referencia de un restaurante que hay al lado de una gasolinera. Se acerca allí a buscar unos bocadillos y nosotros le esperamos en el hogar del jubilado. Al entrar pedimos unas jarras de cerveza y coca colas y le preguntamos si tiene inconveniente en que nos tomemos allí el bocadillo; el dueño, muy amable, nos dice que no hay problema. Preguntamos al dueño del bar por el nombre del pueblo y nos comenta que cuenta la leyenda que en ese pueblo se celebró antaño una boda que duro siete días y se comieron un conejo.

…El topónimo Buenasbodas está vinculado a la planta llamada buda, vocablo probablemente de origen árabe-norteafricano. De buda se deriva boda, bodas, también bodón, con el significado de “charca o laguna invernal que se seca en verano” o “espadañal del río”. Así pues Buenasbodas toma el nombre “buenas budas” esto es, “de buena espadaña o anea”…

Cuando decidimos emprender la marcha son las 14.30, la peor hora para ponerse a pedalear, y hay que subir por las calles del pueblo, que está en una ladera, para retomar el camino. Hasta Gargantilla, que es el próximo pueblo de paso, hay 16 km de camino llevadero en descenso y llegamos en poco menos de una hora. Cesar está esperando cerca de la carretera, pero como hemos ido muy bien, le decimos que siga hasta el siguiente destino que será El Campillo de la Jara.

Seguimos por una zona de encinas rodeadas de jaras y a partir de este punto empieza el sufrimiento, no hay ninguna sombra, hace mucho calor, y es un auténtico rompepiernas. Subidas y bajadas continuas, hasta que llegamos a la vía verde de la Jara. A partir de este punto, el camino sube, son las 16 horas y el calor es sofocante. Todos pedaleamos con la cabeza agachada y con el mismo pensamiento, ¡que no se acabe el agua!

Al llegar a El Campillo de la Jara, asaltamos la furgoneta en busca de bebidas isotónicas. La fuente la usamos de improvisada ducha, en la que Juan Carlos, con el botellín y a turnos, nos va echando agua por la cabeza y la espalda; tenemos que rebajar la temperatura que tenemos en el cuerpo como sea. Nos sentamos a la sombra de la iglesia de la catedral de San Pedro de Antioquia, y allí esperamos a que baje un poco el calor antes de reemprender la marcha.

El camino hasta Puerto de San Vicente es en subida, con una pequeña trialera de bajada que nos lleva a un arroyo que atravesamos, y que apenas lleva agua. Las jaras en esta zona son enormes a ambos lados del camino. Al final, conseguimos llegar entre pinos a nuestro destino. Animados ante la vista de nuestro fin de etapa, nos motiva al alegre pedaleo. Esta noche dormiremos en una vivienda de turismo rural para nosotros solos; la cena la tenemos encargada en el centro social. Estamos muy cansados y nos relajamos hasta la cena, han sido 10 horas desde que hemos salido por la mañana.

 

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