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Arbeca - Monzón (1/2) 4 de julio de 2013 A pesar del palizón de ayer, nos levantamos pronto y sin la necesidad de que suene la alarma del móvil. Tras las faenas habituales de recogida de bultos y una buena ración de crema solar, bajamos los enseres a recepción. De forma pausada, vamos llegando a desayunar. Hoy nos hemos dado un poco de tregua a la hora de salir. Desayunamos lo de costumbre, pero de forma algo más ordenada y sentados alrededor de una mesa. César, como cada día, hace de recaudador de impuestos para pasar el día. Al mismo tiempo, un grupo de chicas y lo que parecen ser monitores, abarrotan el bar. Nos da la impresión de que están esperando los coches para ir a un campo de trabajo arqueológico. Cuando terminamos, preparamos las bicis para salir. César y Antonio se van para el hospital de Lleida. Poco después de las ocho de la mañana retomamos el camino. Salimos por un sitio distinto al que llegamos. Cruzamos un canal y por pista asfaltada, muy llana o en ligero descenso, pedaleamos con el sol a nuestras espaldas. Encontramos flechas amarillas y postes que indican el camino de Santiago y una distancia de 30 kilómetros hasta Lleida. Decidimos seguir las flechas, aunque de momento siguen el mismo trayecto que nosotros. Poco más adelante dejamos Puigros a nuestra derecha. Un ritmo vivo, pero tranquilo, nos permite ir disfrutando de la mañana y del paisaje verde monocolor que nos rodea en esta zona de regadío; es el tiempo del maíz. De hecho, pronto llegamos al causante de todo esto; el canal de Urgell. De momento no lo vemos aún, pero unos carteles anunciando la Segona Máquina, nos dicen que está cerca. Se trata de un salto de agua antiguo para la producción de electricidad que movía una máquina trilladora. Desde este momento, entramos en la pista acompañante del canal y que no abandonaremos hasta las cercanías de Lleida. Esto significa que vamos a tener un camino entre llano y descendente hasta allí, lo que se agradece ante la perspectiva de una larga etapa. La pista asfaltada se vuelve pronto de tierra y pedaleamos bajo los enormes chopos que custodian de forma permanente el canal. Muy pronto llegamos a Juneda, pueblo al que el canal rodea por el norte. La marcha continúa y permite que vayamos de charla y agrupados, sin ningún sobresalto. Solo encontramos algunos paseantes que recorren una senda junto al canal y unas pocas máquinas agrícolas. El camino cambia unas cuantas veces de lado de canal. Este, tan pronto es de hormigón, como de tierra o más parecido a una gran acequia. Cerca ya de Lleida, corremos paralelos a la N-240 y solo se separa de ella para hacer una gran curva antes de entrar en el polígono industrial de Magraners, pueblo engullido en su totalidad por este. El track que llevo se acaba aquí y solo dispongo de waypoints que seguir para atravesar Lleida. Las flechas amarillas también desaparecen, como suele ocurrir en todas las grandes ciudades, y de eso tenemos sobrada experiencia por nuestros recorridos veraniegos. Nos dirigimos por intuición hasta el centro de Lleida. Debemos atravesarla hasta el campo de futbol donde retomo el track. Michel que lo conoce algo mejor, me dice que debemos cruzar el río Segre y llegar hasta la estación de trenes, que además es muy bonita. Cruzamos el puente Príncipe de Viana y ya estamos en la estación. Preguntamos a unos taxistas y confirman el recorrido propuesto por Michel. Calles y más calles, algunas con carril bici, y otras con enormes rotondas que preferimos sortear por los pasos de cebra. Pronto llegamos hasta el campo de futbol y contactamos con César. Ha aparcado lejos porque hay mercadillo. Por fin los vemos a él y a Antonio con su brazo enyesado. Le han confirmado la fractura de escafoides y cabeza del radio, pero sin desplazamiento. Queda a falta de un TAC que afine más el diagnóstico. Entramos en el bar más grande que encontramos, ya que los demás están llenos, por pequeños, y por el mercadillo. Unos refrescos rápidos antes de volver a pedalear. Es pronto para una cerveza y tomo una coca cola, a pesar de que me suele sentar mal cuando hago ejercicio intenso. A partir de aquí ya conozco el camino. Durante el marcaje de la ruta por la vía romana entre Ilerda y Osca, pedaleamos por aquí con Manolo y Luis, aunque ya hace unos años de eso. Salimos de la ciudad por calles secundarias hasta que de forma irremediable hay que pedalear un kilómetro por la N-240. El tráfico es intenso y la cruzamos a la carrera. Cuando llegamos a la primera rotonda volvemos a circular por una estrecha pista asfaltada que poco a poco va ascendiendo hasta que en un desvío se transforma en tierra. Debemos salvar la Sierra Grossa, que no es más que un pequeño alto, pero con fuerte desnivel. Desde hace un rato noto un agujero en el estómago y me está llegando la “pájara”. Lo de siempre con la coca-cola. Mientras Tere se adelanta para seguir a su ritmo, porque sigue teniendo problemas con las posaderas, los demás nos detenemos un momento para que pueda comer algo. Me tomo un gel energético y en pocos minutos me encuentro de maravilla. Al mismo tiempo descubro que un tornillo de mi basculante trasero está roto. Ya sé de dónde venía ese ruido metálico que me lleva acompañando toda la ruta. He tenido mucha suerte. Como no se sale si voy sobre la bici y el pasador aguanta sin moverse, sigo adelante. En caso de romperse, y como César llevará a Huesca a Antonio después de comer en Almacellas, siempre me podría acercar a casa para coger otra bici y acabar la ruta. Cosas de estar llegando al final.
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