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Osera de Ebro - Valdealgorfa (1/2) 30 de junio de 2013 Pedro y yo nos levantamos con las primeras luces del día mientras César se acurruca en su cama supletoria. Ha sido una noche reparadora en la que he dormido de un tirón, algo raro en mí, porque me cuesta adaptarme a camas extrañas. Recogemos lo poco que queda por guardar en las bolsas, y tras el tedioso ritual para ponernos la crema protectora, bajamos a desayunar al bar. En la medida que van apareciendo los demás compañeros, nos van sirviendo el desayuno a base de café con leche y bollería. Cargamos los bultos en la furgoneta de César y puntualmente, cosa rara, a las siete y media comenzamos la andadura. Queda una etapa larga que se ha visto incrementada en seis kilómetros por la falta de alojamiento en Pina de Ebro. Retomamos el track sin ningún problema. La mañana es muy agradable e incita a un pedaleo cómodo que nos introduce, tras pasar por las casas de Los Arenales y bajo el puente del AVE con forma de tren, en una zona de concentración parcelaria con buenas pistas que pronto nos dejan en Pina de Ebro. Sin llegar a entrar en el pueblo, cruzamos el puente sobre el río Ebro para pasar a su margen derecha, no sin antes parar un momento para realizar una serie de fotografías. El río, más apacible en Osera, aquí se torna más rápido debido a pequeñas zonas de piedra que asoman del agua. En este punto entramos en el GR-99 (descenso del Ebro) y lo seguimos durante unos tres kilómetros por un precioso camino rodeados de vegetación y choperas hasta que lo abandonamos para tomar una ruta alternativa, mucho más recta, para volvernos a encontrar con él más tarde. El GR sigue por nuestra izquierda paralelo a los meandros del río y esto hace que la distancia aumente considerablemente. Pedaleamos tranquilamente, pero sin pausa, por una pista ancha rodeada de campos de maíz que rezuman humedad y que nos deja en las proximidades de Quinto de Ebro, dejando a la derecha el pueblo. Con el sol aún bajo frente a nosotros, retomamos el GR y circulamos junto a la vía del ferrocarril y la carretera N-232 hasta llegar al puente que une esta con la población de Gelsa, de más entidad, y situada en la margen izquierda del río Ebro. Ya en tiempo de los romanos, la vía romana entre Tarraco y Caesaraugusta atravesaba el río por este lugar, entonces llamado la colonia de Celsa. Antes de continuar aprovechamos para hacer unas fotografías del río Ebro, bastante ancho en este lugar. Abandonamos el GR para continuar obligatoriamente por la carretera. En este punto, el espacio que queda entre el río y las montañitas que lo acompañan es tan estrecho que escasamente dejan sitio para la vía del ferrocarril y la carretera. Afortunadamente, después de unos dos kilómetros de asfalto, el terreno se abre y aparece un camino a nuestra derecha que corre paralelo a la vía del tren y que nos deja en una casa con torreones y pináculos –creo que se llama Villa de los Ángeles- que parece sacada de un cuento de hadas. El camino hace un giro a la derecha para cruzar por un paso subterráneo hasta el otro lado de la vía. Este corre sin apenas desnivel bajo las faldas de unas colinas repletas de zonas de extracción de áridos. Juan Carlos, que por oficio conoce bien este trabajo, me comenta como se van buscando las zonas más blandas entre los estratos para trabajar mejor. No queda ninguna colina sin la cicatriz que provoca esta actividad. Pronto llegamos al límite provincial y entramos en Teruel. El camino mejora y damos un pequeño rodeo para atravesar el barranco Lopín. Una pequeña y suave subida nos deja a las puertas de La Zaida. Son algo menos de las diez de la mañana y parece un buen lugar para tomar un tentempié. César nos espera junto al bar la Zaida y entramos a tomar algo rápido. Coincidimos con unos ciclistas con los que hablamos un rato, pidiéndoles algo de información sobre la ruta que nos queda por delante, y sobre nuestras respectivas aventuras. Nos comentan que el túnel de Valdealgorfa está abierto y eso es una buena noticia para nuestra aventura, pero que queda a falta de confirmar. Nos aprovisionamos de agua y en poco más de veinte minutos nos ponemos en marcha de nuevo. Sin salir del pueblo, tomamos un camino que continua llaneando junto a la vía del ferrocarril Madrid – Barcelona. En la Venta de la Romana lo abandonamos y cruzamos el río Aguas Vivas. Comienza una suave y tendida pista por el barranco de Valdemposta que nos deja en una meseta llena de plantaciones de árboles junto al balsete de Moro. Estamos en la comarca del Bajo Martín. Continuamos para cruzar la A-1404 y comienza un rápido descenso hasta el río Martín, a los pies de Castelnou. El pueblo se sitúa en una ladera sobre el río y ascendemos por él sin detenernos. El trayecto continúa por asfalto y en ascenso. Una suave carreterita sin apenas tráfico y en la que nos reencontramos con los ciclistas que estaban en La Zaida, nos deja a los pies de Samper de Calanda. Estos nos indican la mejor manera de acceder al pueblo, pero no nos evita un nuevo ascenso hasta la parte más alta de este. Callejeamos por el pueblo hasta toparnos con César que ha aparcado junto a la iglesia de San Salvador. Entramos en el bar el Porche y decidimos comer un bocadillo y unas cervezas acompañadas de unos torreznos de oreja de cerdo que desaparecen de la mesa como por encanto. Vamos muy bien de tiempo, aún son las doce menos cuarto, y ya llevamos más de cincuenta y cuatro kilómetros. Como hora y kilómetros coinciden con la parada de ayer en Leciñena, comienzan los chascarrillos con Pedro, al que felicitamos que, como buen vasco, haya movido el pueblo para dejarlo a la distancia exacta. Casi una hora después –nuestras paradas nunca son cortas a la hora de comer- volvemos a la ruta tras aprovisionarnos de agua en una fuente que hay tras la iglesia.
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