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Huesca - Osera de Ebro (2/2) Entramos en el pueblo por delante de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y llegamos a la plaza del pueblo donde hay dos bares juntos, puerta con puerta. Son lugar habitual de parada de ciclistas de Zaragoza y Huesca en sus salidas semanales. Encontramos un numeroso grupo de ciclistas de carretera que están almorzando. Pregunto en el bar menos lleno para que nos sirvan más rápido, pero me dicen que para comer vayamos al establecimiento vecino. Unas cervezas con unos huevos fritos acompañados de longaniza, panzeta, jamón, y algo de morcilla, serán nuestro alimento. Algo más de una hora de animada charla y saludos a conocidos, terminan cuando retomamos el camino. Lo que queda de recorrido ya lo conocemos con Manolo. Como es un tramo sin pueblos y en pleno Monegros, vinimos a explorarlo con Manolo hace un mes. El paisaje desde luego ha cambiado. El verde ahora es amarillo y la temperatura mayor, aunque no tanto como en un año normal. Salimos del pueblo por la carretera que va a Perdiguera. Pronto la abandonamos a la izquierda, junto a unas naves, y comenzamos a ascender de manera muy suave en dirección a un collado situado entre Monte Oscuro, a nuestra izquierda, y Perdiguera a la derecha. Es un gran laberinto de caminos en el que nunca perdemos la dirección sureste hasta llegar a un alto en el que se cruzan caminos en todas direcciones. El trayecto se hace fácil y llanea con tendencia al descenso hasta llegar a la desolada carretera de Farlete, pueblo que queda a nuestra izquierda a menos de diez kilómetros. La cruzamos y comenzamos a descender con rapidez. Es terreno monegrino con toda su crudeza. La red de caminos es inmensa, pero seguimos siempre en dirección sur entrelazando vallecitos que nos llevan a la depresión del Ebro. A lo largo del recorrido van apareciendo parideras de vez en cuando, alguna de ellas con sus antiguos pozos. Rodamos muy rápido, a veces demasiado, porque el punto de llegada parece próximo. El terreno nos habla constantemente de la dureza, que tiene o más bien debió tener para nuestros abuelos, sacar algo de estas áridas tierras. A pesar de todo, algo mágico parece haber en este entorno de tierras blancas con lomas apenas salpicadas de plantas y arbustos que resisten con unas gotas de agua. El ritmo sigue siendo muy rápido, y como en una carrera de relevos, nos vamos turnando en un intento de llegar lo antes posible. De vez en cuando hay que recordar que la aventura no acaba hoy y que hay que reservar para otros días no tan suaves. Al cabo de unos kilómetros el valle se abre, y durante un corto trecho, la pista corre paralela a campos de cultivo de más entidad hasta llegar a la carretera de Monegrillo. En vez de seguirla, giramos a la derecha para llegar en poco tiempo hasta Osera de Ebro tras atravesar por un paso elevado la A-2. Llegamos a la N-II y solo queda el difícil, y peligroso trance, de atravesarla para entrar en el pueblo. Afortunadamente es sábado y hay menos tráfico. El día que vinimos de exploración nos costó un buen rato hasta que encontramos un hueco. Como vemos un camino lateral, decidimos seguirlo hasta el hotel Portal de Monegros, que tenemos a la vista, y así evitamos circular por asfalto. Son las dos de la tarde, llevamos más de 90 kilómetros, y ya hemos llegado a destino. La idea original era llegar hasta Pina de Ebro, pero la falta de alojamientos nos ha obligado a acortar la etapa. Michel ha encontrado una buena oferta de alojamiento con cena y aquí pasaremos la noche. Tenemos mucho día por delante, así que lo tomamos con calma antes de subir a las habitaciones. Hace bastante calor, pero no tanto como preveíamos. Unas cervezas antes de subir las bolsas a la habitación y una agradable charla en el bar, nos permiten descansar del camino. Las habitaciones son dobles y triples. Yo dormiré con Pedro y César, pero a pesar de ser cómodas, tres personas con bultos la hacen pequeña. Nos duchamos y aprovechamos para lavar la ropa antes de salir hacia el pueblo. Improvisamos unos tendedores en una terraza soleada y descargamos los datos en el ordenador. Cuando bajamos al bar del hotel, los demás compañeros ya están allí, y mientras nos preparamos, vemos los vídeos que ha filmado Fernando con su cámara espía y que nunca más volverá a funcionar. Eso es material de usar y tirar. Salimos hacia el pueblo de Osera de Ebro y de paso indagamos por donde partiremos mañana. El pueblo aparece casi deserto y hace mucho calor. No hay mucho que ver por ser un pueblo pequeñito, así que decidimos acercarnos hasta el río Ebro. Baja con bastante agua y aún se pueden ver las señales de la última crecida. Después volvemos sobre nuestros pasos y entramos en el bar del pueblo. Tengo hambre porque el almuerzo ya está en el olvido y mucha sed. Pedimos agua, y Tere, la única con talento, come unas croquetas. Luego vuelta al hotel. La tarde se hace larga y sin darnos cuenta nos quedamos enganchados a una película de esas que nunca vería si estuviera en casa, pero que en grupo y comentada por todos, la engulles hasta el final. La cena es apetitosa y como de costumbre se abre una animada charla llena de ocurrencias en la que termina participando hasta la camarera. Decidimos salir temprano, sobre las siete, para desayunar en el hotel y luego evitar el calor. Luego a dejar todo recogido y a dormir, porque la etapa de mañana es larga, y debemos sumar a ella los seis kilómetros que hoy no hemos hecho hasta Pina de Ebro.
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