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Bardenas Reales
Ermita de la Virgen de Sancho Abarca
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Tortuoso y precioso recorrido


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Tudela – Ejea de los Caballeros

2 de julio de 2015

Hoy la noche ha sido perfecta, nada que ver con la de ayer. Solo he notado la tirantez de las heridas, pero una vez curadas, parece que evolucionan bien. El problema es la crema solar, que escuece mucho al contacto y si no las tapo, el sol me dejara unas cicatrices feas. Acabado el ritual matutino y cargado el coche, bajamos a desayunar. Un buffet libre al que no paramos de hacer viajes. Salvo en Fustiñana, muy cerca de Tudela, no sé de otro sitio para comer algo hasta la llegada a Ejea. Viene a desayunar con nosotros Nieves.

Vamos a realizar la misma ruta que el año pasado, pero en sentido contrario, aunque si se pone a tiro, tengo en mente una serie de modificaciones para alargarla y disfrutar de las Bardenas. Hoy conduce el coche Chavi y no le espera una etapa demasiado divertida como conductor. Solo tenemos un par de puntos de contacto, por lo que también hay que ir bien aprovisionados de agua y barritas.

Salimos de Tudela por camino conocido y por tramos marcados con flechas amarillas. El hotel está muy cerca del inicio del camino de tierra que nos lleva, entre huertas y frutales, hasta el Bocal. El Bocal de Fontellas es el comienzo del Canal Imperial de Aragón y en él se encuentra también el Palacio de Carlos V. Tras atravesar el canal, nos acercamos a ver un árbol singular

“…El Canal Imperial de Aragón, construido por Ramón Pignatelli es una de las obras hidráulicas más importantes de Europa. Es un canal de riego y de navegación de 110 km construido de 1776 a 1790 entre Fontellas (Navarra) y Fuentes de Ebro (Zaragoza). Su construcción tenía por objeto mejorar el regadío de la antigua Acequia Imperial de Aragón, llevando el agua del río Ebro hasta Zaragoza y permitiendo extender el regadío en la región. Asimismo estableció un servicio de transporte de viajeros y mercancías entre Tudela y Zaragoza…”

Durante unos metros seguimos bajo la sombra de los chopos por la margen izquierda del canal. Enseguida nos desviamos a la izquierda siguiendo a la GR-99 y pedaleamos por rectilíneos caminos rodeados de tierras de regadío. Hay zonas en las que se están arreglando las motas destruidas por la riada. A buena velocidad, pronto llegamos al puente moderno sobre el río Ebro. Solo atravesarlo, giramos a la derecha para entrar en un tramo de soto que nos deja en las cercanías de Fustiñana.

Cruzamos el pueblo sin detenernos, a estas horas parece deshabitado, y entramos en una pista ancha que asciende en dirección a las Bardenas. El día está fosco, como si estuviera nublado. Es la calima que desde África llega a España y la causante de estos días de tanto calor.

El recorrido es ascendente, pero no lo suficiente duro como para evitar que pedaleemos a un buen ritmo. Completamente rodeados de campos de cereal, nos vamos acercando a los pies de la Plana de la Negra. Unas amplias eses en su ladera nos hacen pensar en un duro ascenso. Es la primera vez que lo hago en esta dirección, por lo que no tengo referencias de su dificultad. Conforme va aumentando el desnivel, nos vamos separando en varios grupos. A pesar de las apariencias, la subida por la Umbría de la Negra, en cuyas laderas aparece un frondoso pinar,  es menos fuerte de lo esperado, y como el sol está tapado, ascendemos a buen ritmo sin sofocarnos demasiado. Conforme vamos ganando altura aparece en toda su extensión el desierto de las Bardenas. A lo lejos vemos la Bardena Blanca y las balsas para recoger la preciada agua. Estamos ante un espectacular mirador.

En el alto del Olmo, junto a los corrales del Viso, nos detenemos a reagrupar. La subida más dura del día está superada sin problemas. A partir de aquí el camino llanea o sube ligeramente por el límite de las provincias de Navarra y Zaragoza. Nuestro camino desemboca en otro y es el punto donde debemos decidir que ruta seguir. Es el momento de exponer mi alternativa sorpresa: o bien vamos por el trazado de año anterior y llegamos a Ejea en poco tiempo o alargamos la etapa llegando hasta el Santuario de Sancho Abarca siguiendo parte del recorrido de una marcha ciclista que hice en el 2006.  Como es muy temprano y vamos sobrados de fuerza, decidimos alargar. Es la ventaja de conocer de antemano el recorrido.

La pista rodea por el borde este la plana Negra. A nuestra derecha campos de cereal y barrancos, a la izquierda  unas laderas cortadas repletas de pinos que descienden hasta los llanos de Ejea. Pedaleamos sin correr demasiado, estamos ante un extra, cuando nos adelanta, sin siquiera mirarnos, un ciclista de esos que no se dignan saludar ni aunque les des con una piedra en el casco. Una mirada cómplice entre nosotros y sin mediar palabra, salimos a su captura en cortos relevos. Lo logramos sin demasiado esfuerzo, pues además de maleducado es el clásico “globero”. Nos ponemos a su par y como si fuera un robot con una misión desconocida, no despega la boca. Al final nos damos por vencidos y decididos retomar nuestro normal pedaleo. Lo “dejamos” ir mientras nos divertimos comentando la jugada.

Abandonamos Navarra y entramos en Aragón. El paisaje es más despejado, aparece un bosque de aerogeneradores, y pronto llegamos a un cruce. Por la derecha ascendemos al santuario y por la izquierda deberemos seguir más tarde. El camino se empina y asciende por la ladera del Sancho Abarca. Llagamos a la cima donde, en una amplia meseta, se encuentra el Santuario de Sancho Abarca.

Es un increíble mirador sobre la porción meridional de las Bardenas Reales y buena parte de la Vega del Ebro. La ermita donde se venera la imagen de la Virgen de Sancho Abarca aparecida en las proximidades el 7 de Abril de 1569, festividad de Jueves Santo, es un foco de romerías comarcales de aragoneses y navarros. Es un conjunto que incluye hostal, hospital e iglesia. La última vez que estuve aquí, solo había un bar. Ahora, sin embargo, veo que hay un hotel moderno que no desentona del resto de construcciones.
Tras visitar la zona, entramos en el hotel para ver si podemos comer algo. Unos bocadillos y unos refrescos nos hacen comprender, que de momento el cambio de trazado en la ruta es positivo. Mientras comemos, el dueño del bar, lleva una extraña conversación con unos jóvenes extranjeros que pernoctan en el hostal.

Cuando salimos, el sol brilla en lo alto y la calima ha desaparecido totalmente. Antes de emprender la marcha nos abastecemos de agua en una fuente.

Descendemos con rapidez hasta el cruce antes citado. Ahora giramos a la derecha y continuamos descendiendo a toda velocidad hasta llegar a un punto en el que aparece una pista de peor calidad que sale a nuestra izquierda. Aquí comienza el regalo sorpresa. La pista asciende y encerrados en estos barrancos, el calor aumenta bastante. La pista sigue un trazado serpenteante con subidas y bajadas continuas para no despegarse de la montaña bordeando todos sus barrancos. Parece que volvamos a ascender a la plana. Es un paisaje abarrancado y con un bosque de pinos poco tupido.

A nuestra izquierda aparecen de vez en cuando paredes calizas, muy erosionadas, que sobresalen tras los árboles con un precioso tono anaranjado. Descendemos de nuevo por una buena pista y el grupo se va estirando siendo necesario reagrupar bastantes veces, no en vano hay un gran número de caminos en el que si alguien se despista podemos tener un disgusto. A medio descenso debemos tomar una pista a la izquierda que de nuevo asciende. Las caras de algunos ya no son tan felices. Ahora el calor es muy intenso, no corre ni una gota de aire y la bici pesa más de lo que desearíamos.

La pista parece no tener fin, pero es que rodea hasta el barranco y montículo más pequeño que encuentra. Es un típico recorrido de sierra. Tras otro pequeño descenso, comienza la última subida hasta llegar al punto donde retomamos la ruta prevista en principio. Hemos alargado casi 25 km el trazado original, pero ha merecido la pena. Ahora sabemos que solo queda descender por Los Estrechos y rodar hasta Ejea.

Nos lanzamos a toda velocidad para dejar atrás la sierra y llegamos a El Sabinar donde nos espera un aburrido Chavi. Es la primera vez que lo vemos hoy. Sobre el asiento veo unos periódicos que parecen haber sido leídos varias veces. Un rato de descanso bajo unos aislados pinos que solo desprenden calor y líquidos en abundancia para hidratarnos.

Son las tres y media, así que llegaremos a muy buena hora al final de la etapa. A pesar de la hora y el calor, el pedaleo es por caminos agradables hasta que llegamos a un camino asfaltado por el que volvemos con tranquilidad. Poco después de las cuatro llegamos a Ejea de los Caballeros. Cruzamos el pueblo hasta el mismo hostal donde nos alojamos el año anterior. Estamos como si hubiéramos llegado a casa. Después de tomar un refrigerio nos disponemos en las habitaciones. Pedro y yo caemos en la cama y tenemos un momento de charla antes de ducharnos. Hoy duermo con Pedro. Otro ratito de tertulia y vuelta a repasar las curas.

La tarde se espera larga y como ya conocemos el pueblo, salimos a dar un paseo hasta la hora de cenar. Todo parece un “deja vu” del año pasado. La sensación de que empezamos la ruta ayer es un poco desoladora. Los días han pasado sin apenas enterarnos. Siete días se quedan cortos, pero no tenemos más opciones de momento. ¡Cómo recuerdo esos tiempos en los que salíamos durante casi quince días a la aventura, sin reservas y sin prisas¡
La etapa de hoy, “sosa” en un primer momento, al final ha quedado bastante bonita y bastante larga.

Cómo el año pasado, cenamos abundantemente y alargamos bastante la sobremesa hasta la hora de acostarnos.Mañana otra etapa conocida.

Al final han sido 80 km, 913 m de desnivel acumulado y 5,15 h de pedaleo.

 

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