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Sarsamarcuello
Mallos de Riglos
Sendero junto al barranco de Ena

Botaya. Pantocrator


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Huesca - Botaya

27 de junio de 2015

Llegó el día y llegamos puntuales a nuestro habitual punto de partida, la plaza de Navarra. Echamos de menos a César con su furgoneta y preparado para disparar la foto de salida. En su lugar, y llevando mi monovolumen como coche de apoyo, llega Juan Carlos que en esta ocasión, por motivos laborales, no nos podrá acompañar todo el recorrido. También nos acompaña en esta etapa el hijo de Antonio, Pedro. Va a ser una ruta entre deportiva y “curativa” para varios de nosotros. ¡Qué mejor manera que realizar el Camino de Santiago hasta Logroño!

Nos hacemos unas cuantas fotos para inmortalizar el momento y salimos de Huesca por el antiguo camino de Cillas. Inmediatamente podemos encontrar las primeras señales con la concha y la flecha amarilla.

Por un buen camino, tomamos dirección noroeste junto al río Isuela. El trayecto, suave y ancho, cruza por un túnel bajo la autovía. En este punto abandonamos el camino de Cillas y circulamos paralelos a la autovía hasta cambiar bruscamente de dirección para nuevamente ir en dirección noroeste. Ahora el camino más estrecho, va junto a una acequia y bajo la sombra de los árboles. Sin abandonar el camino principal, llegamos al Molino de Cortés, situado al pie del muro de contención de la alberca de Cortés. Tomamos el camino de la derecha en ligero y breve ascenso hasta llegar a la altura de la alberca. Esta fue construida como zona de regulación cuando se realizó el pantano de Arguis. De ahí que su nivel sea muy fluctuante estando tan pronto a rebosar como vacía. Se pueden observar gran número de aves acuáticas escondidas entre los juncos. Siempre resulta precioso al atardecer con el sol reflejando sobre sus aguas.

Cuando llegamos al final de la alberca, giramos a la izquierda rodeándola. Nos topamos al final con la acequia que llena la alberca. Desde aquí, nos dirigimos hasta el pueblo cercano de Chimillas donde podemos descansar y coger agua en una de sus tres fuentes. Cruzamos el pueblo en dirección a la carretera de Banastás. La atravesamos por una isleta recientemente remodelada y tomamos un camino, que al principio está asfaltado, pero que luego se trasforma en tierra. Seguimos por él circulando con poco esfuerzo y dejando unos de desvíos a la izquierda. En todo caso nos guían los postes indicativos del Camino.

Así en el km 8,95 llegamos a un punto algo oculto. En una fuerte curva a la derecha del camino, sale una especie de camino que se transforma en camino/senda, hasta que en el km 9,45 se transforma en un sendero más o menos tortuoso, precioso, donde se disfruta de la btt. Debemos circular teniendo cuidado con las ramas de las carrascas que nos "acarician" el cuerpo y lo que puede ser peor, la cara. Sin pérdida llegamos a un cruce importante situado en un claro del carrascal -km 11-. Seguimos de frente en descenso por un tramo de camino que a veces parece poco marcado, hasta llegar al Castillo de Castejón -km 12,4- que rodearemos por camino recientemente abierto. Seguimos en dirección noroeste, dejando algún camino a nuestra derecha, hasta llegar al Castillo de Anzano -km 16,71-. Desde aquí, en dirección oeste, con Bolea a nuestra derecha, por buen camino y sin pérdida, llegamos en 3 km hasta un desvío que tomamos a la derecha. Es un mal camino, muy pedregoso, que nos obliga a esforzarnos por primera vez en el día. Poco a poco vamos ascendiendo en dirección al pueblo. Pasamos junto a unas parideras para ganado y seguimos ascendiendo hasta llegar al pueblo. Encontramos una fuente donde decidimos detenernos un rato. Hace calor a pesar de la temprana hora y se unen a nosotros unos ancianos que nos ofrecen un trago de vino en un porrón y con los que entablamos una amena charla.

De Bolea salimos en dirección a las piscinas municipales a las que llegamos tras atravesar la carretera de Lierta y entrar en un camino asfaltado en un principio. En este tramo coinciden el Camino de Santiago y el Camino Natural de la Hoya de Huesca, marcado con llamativas señales rojas sobre postes. Seguimos sin perder la pista principal hasta llegar en algo más de 4 km de ligera subida a la carretera de acceso a Aniés. Sin llegar a ella, justo unos metros antes y marcado con señales del camino de Santiago, tomamos un sendero que discurre paralelo a esta. En menos de 600 m abocamos a un camino y a la carretera de acceso a Aniés. La tomamos y tras pasar el puente junto a un crucero tomamos un camino que se dirige a una casa. Inmediatamente tomamos un camino bastante vestido que rodea el pueblo por el sur y que llega a una calle del pueblo. Giramos a la izquierda y en unos metros llegamos a la plaza de la iglesia románica de San Esteban. Salimos por un camino encementado a la derecha de ella, en descenso y junto a un parque infantil. Las señales de ambas rutas impiden que nos equivoquemos.

Pedaleando por el Camino Natural, comenzamos a ascender dirigiéndonos a las faldas de la sierra de Loarre. Seguimos en todo momento marcas de camino de Santiago, GR1 y a tramos postes de una ruta senderista, dejando a ambos lados caminos en mejor o peor estado. Gracias a la reciente adecuación del Camino Natural, el camino se ha hecho más fácil y suave, lo que no nos evita algún fuerte repecho. A nuestra derecha vemos en lo alto la majestuosa silueta del Castillo de Loarre. Así, en medio de una animada conversación, alcanzamos un promontorio desde donde descendemos en dirección oeste hasta que la pista nos deja en la carretera de acceso al castillo. La cruzamos y tomamos un camino que desciende en dirección a Loarre y que aboca, junto a una fuente y un monumento al Camino -una gran concha-, en una carreterita de acceso al pueblo. Seguimos en descenso hasta que cruzamos un arroyuelo y que  también podemos cruzar por un minúsculo puentecito.

En Loarre nos espera Juan Carlos y decidimos que es hora de almorzar. Conocemos muy bien esta zona y esta es la última posibilidad que tenemos de comer algo consistente antes de atravesar la sierra de Loarre, nuestro primer gran escollo del día. Entramos en el bar Pusilibro, en el que hemos almorzado otras veces, y decidimos comer unos bocadillos para no perder demasiado tiempo. Nos queda una dura etapa hasta llegar a nuestro destino y nunca la he realizado en un solo día, así que en mi fuero interno las dudas me inquietan. Como es habitual en nosotros, comienza una agradable charla con abundantes chascarrillos. Así el tiempo de parada se dilata y a la salida el calor comienza a apretar fuerte. Pedro se despide de nosotros y se vuelve para Huesca.

Reanudamos la marcha y descendemos unos metros para llegar a la carreterita A-1206 que seguimos a la derecha en dirección a Ayerbe. En pocos metros tomamos a la derecha un camino que sale en dirección al cementerio que dejamos a la izquierda. A partir de aquí el camino empeora y en 350 metros llegamos a un cruce múltiple tras cruzar un barranquito. Tomamos un sendero entre arbustos que sale a la izquierda y marcado con señales. Esta en mal estado para ciclarlo y deberemos desmontar en algún tramo. En algunos momentos está muy vestido circulando por lindes de campos por restos de un antiguo camino con una tapia de piedras a nuestra derecha. Este, al final, aboca en un camino mejor que asciende sin pérdida hasta la carreterita de acceso a Santa Engracia. Tomamos la carretera a la derecha en dirección al pueblo y en unos metros giramos a la izquierda por una buena pista marcada con señales. Tras dejar en unos 450 metros un camino a la izquierda, seguimos hasta un cruce múltiple donde tomamos un sendero a la izquierda entre arbustos y que ciclaremos con dificultad hasta llegar al barranco del río Seco. Seguimos el sendero marcado con piedras y en unos 400 metros comenzamos a subir por un viejo camino difícil de ciclar y que nos deja en un cruce en el que la GR1 que seguimos se une a la GR95, compañera nuestra ya en muchos tramos hasta el final de la etapa de hoy. El camino mejora algo aunque tiene algún tramo de difícil ciclabilidad. Siguiendo por él llegamos hasta el pueblo de Sarsamarcuello que atravesamos por su parte norte -en caso de bajar al pueblo retomamos la ruta siguiendo los carteles que nos envían hacia el Mirador de los Buitres- hasta entrar en una pista que asciende suavemente entre recurvas para ganar altura. Nos acompañan de nuevo marcas de GR-95 -Zaragoza - Alto Pirineo-. Dejamos un camino a la izquierda que nos llevaría a Linás de Marcuello con marcas de GR-1.

El calor es muy intenso, nuestra ruta va a coincidir con una alerta por calor que ya sufrimos en nuestras carnes. Cada vez me voy encontrando mejor y conforme nos alejamos de Huesca y del radio de acción de nuestras salidas, empiezo a tener la sensación real de estar ante una nueva aventura. Seguimos ascendiendo a ritmo cansino, el grupo se dispersa, y a partir de este momento podemos ver durante bastantes tramos cómo unos restos de camino deteriorado nos acompañan por la izquierda de forma paralela a la pista que seguimos. Bien pudieran ser los restos de la antigua vía romana que iba desde Caesaraugusta hasta Beneharnum, al otro lado de los pirineos (La red viaria romana en Aragón - Mº. A. Magallón Botaya) y con la que confluimos hasta confundirse poco antes del km 40,52 donde llegamos a un cruce de pistas. Dejamos a la derecha un camino que tras introducirse en el bosque acaba en el castillo de Loarre unos kilómetros más adelante. En este punto reagrupamos y nos escondemos bajo la sombra de los pinos para evitar el intenso calor que a esta hora nos ofrece el sol. Fernando nos sorprende con una bocina al estilo de los hermanos Marx y que parece va a ser su juguete este año. Las caras de todos nosotros indican los primeros efectos del calor y del esfuerzo. Pedro se tumba en el suelo exhausto, pero con una sonrisa en la boca,

Retomamos la ruta por la pista donde sabemos que vamos a tener una tregua ya que asciende muy suavemente. Frente a nosotros tenemos cercanos los restos del castillo de Marcuello. Junto al camino las ruinas de la ermita de San Miguel -s. XII-. Bien merece la pena desviarse unos metros y llegar hasta los restos del castillo del siglo XI y la ermita de la Virgen de Marcuello -s. XVII- y ver el soberbio paisaje sobre la Sotonera y el Río Gállego. Cuando llegamos a las ruinas de la ermita nos encontramos con un grupo de senderistas que se cobijan del sol bajo un arco.

Tras unos minutos de descanso y contemplación del paisaje, continuamos el recorrido hasta dejar a la izquierda el desvío al Mirador de los Buitres. Seguimos durante un tramo que llanea hasta llegar al collado de Santo Román, punto en el que cambiamos de vertiente y del que parten varias pistas y un sendero que baja hasta Riglos -GR-1-. Tomamos la que parte en descenso en dirección al estrecho de Escalete y a la estación de La Peña. Como es un tramo conocido, sabemos que ahora llega un periodo de disfrute, tanto por el paisaje, como por el divertido descenso que nos espera. Este es rápido, por una buena pista y donde dejamos trochas laterales abiertas para la reforestación –hubo un gran incendio forestal en el verano de 2001- hasta que llegamos a un barranco ancho y pedregoso donde dejamos la pista que sale a la derecha y tomamos la de la izquierda en ligero ascenso. Pronto comienza a descender y ya sin abandonar el camino principal llegamos a la espectacular Foz de Escalete. Desde aquí solo nos queda cruzar la vía del tren para llegar hasta la Estación de La Peña donde hacemos un breve descanso y donde nos espera Juan Carlos. El calor empieza a ser difícilmente soportable y Tere que se ha caído en el descenso, afortunadamente sin consecuencias, decide subir la bici al coche y llegar a Botaya en él. Michel, para no sobrecargar su reciente rotura fibrilar, hace lo mismo. Nos espera por delante un tramo largo de porteo de bici, con terreno muy irregular y en aras a la prudencia, se lo recomiendo. Comemos un poco y bebemos en abundancia antes de partir.

Tomamos la carretera en dirección a Triste y a poco más de 1,5 km, justo antes de un puentecito sobre el barranco de Triste, tomamos a la derecha un sendero indicado como GR-95, en un principio un tanto desdibujado y también llamado camino de Ena a Triste. Seguimos en ascenso por la sierra de Santa Isabel siguiendo las señales y mojones de piedras hasta que empezamos a introducirnos en el pinar. El sendero es muy pedregoso y en principio no es ciclable salvo si, quizás, lo hiciéramos en dirección contraria. A tramos se nota que el camino en su día estuvo empedrado y mejor conservado ya que quedan restos de muretes que lo debieron sujetar y que el paso del tiempo, la erosión y una naturaleza siempre viva ha ido sepultando poco a poco con desprendimientos. Queda la duda si por aquí pasaba la vía romana entre Caesaraugusta y el Bearn a través del pirineo como refieren determinados autores o se trata de un viejo camino medieval ya en desuso. Ganando altura de forma paralela al barranco de Triste donde un grupo de familias se bañan ante la envidia general, pasamos junto a los restos de una paridera hasta llegar a un cortafuego a partir del cual comienza una pista que se introduce bajo los árboles. Hemos recorrido casi 4 km de sendero con un calor impresionante y con las piernas marcadas por las caricias de los arbustos.

Ahora la pista circula paralela al barranco de Ena hasta llegar a una borda, justo en el momento de cruzar por primera vez el riachuelo que, para la época en la que hacemos el recorrido, baja con bastante agua. Ahora por la margen izquierda del mismo seguimos ascendiendo ligeramente hasta cruzar por una pasarela el barranco de Perula donde dejamos también una pista a la izquierda. El pedaleo es suave, pero cansino y comenzamos a plantearnos la posibilidad de bañarnos en alguna poza. Al final, y después de estudiar el entorno, nos decidimos por un gran remanso del río. Nos quitamos la ropa y no dudamos en meternos en el agua. Hace tanto calor que tan apenas salimos del agua, ya estamos secos, pero con el cuerpo bien tonificado. Las escenas durante el baño solo van a  quedar en nuestra memoria y en alguna fotografía guardada a buen recaudo.

Una vez vestidos, continuamos por este precioso lugar bajo los árboles y acompañados a ambos lados por cercas para el ganado. Más tarde encontramos un cruce de senderos marcados como PR. Por la izquierda ascenderíamos a la ermita de la Virgen del Camino, el nombre quizás sea debido al paso por aquí del antiguo camino romano como indican varios autores, pero nosotros seguimos por una pista bastante llena de rodadas.

Durante el recorrido nos vamos encontrando señales amarillas indicativas del Camino de Santiago que desde Huesca lleva a San Juan de la Peña. Siempre por la pista principal nos acercamos a Ena, no sin antes pasar junto a una curiosa borda y dejando a la derecha el camino al molino de Ena. En poco más de un kilómetro, sin perder la dirección norte, llegamos a Ena.

Está situado en el Sudoroel y al pie de la sierra de San Juan de la Peña. Cuenta con un reducido conjunto urbano dividido en dos barrios donde se levantan viviendas que nos muestran las características constructivas de la zona. Su Iglesia parroquial dedicada a San Pedro responde a tipología popular. Decidimos descansar un rato y comer unas barritas energéticas ante la silenciosa observancia de un anciano que “descansa” a la sombra. Estamos en un pequeño mirador desde el que podemos ver gran parte del recorrido realizado y comprobar la dureza y hostilidad de este aislado territorio.

Reanudamos el pedaleo en dirección a la carreterita de acceso al pueblo, y solo salir de él, giramos a la izquierda por un camino de tierra -no tomar el encementado que sale paralelo-. Este camino, llamado de Ena, va dejando caminos laterales que no tomamos hasta llegar a un cruce donde seguiremos por el de la derecha en descenso hasta cruzar el barranco de Cerzún. Ascendemos muy suavemente por una pista con abundantes y profundas rodadas -da la impresión que se embarra con facilidad- que no permiten demasiadas distracciones.

Llevamos el barranco de Ena a la derecha hasta que lo cruzamos por una pasarela de cemento y solo hacerlo llegamos a un desvío. Ambos caminos nos llevan a Botaya, uno siguiendo en ascenso junto al barranco de Ena y el otro a la derecha. Como el marcado con señales del Camino de Santiago y GR es el de la derecha, tomaremos este en ascenso aunque su estado no sea muy bueno.

Sin dejar de subir entre campos de cereal llegamos a un alto donde abocamos a otro camino en mejor estado. El camino de la derecha nos llevaría a la ermita de San Adrián que para algunos expertos sería la zona donde deberíamos ubicar la Mansio Ebellinum de la vía romana, ya que allí coinciden las distancias del Itinerario de Antonino -Mª A. Magallón Botaya - La red viaria romana en Aragón-.Nosotros seguimos rectos descendiendo hasta una pista mejor y que no es otra que el camino que hemos dejado antes, es decir hemos realizado un atajo.

El camino continúa sin que podamos equivocarnos en dirección a Botaya, pueblo situado en las faldas meridionales de la sierra de San Juan de la Peña y en la que en su iglesia parroquial de San Esteban, solo queda como resto románico un espectacular tímpano, encastrado en el muro meridional sobre una ventana tapiada, con dos niveles; en el inferior, a los lados de un crismón trinitario, se alinean los doce apóstoles, y en el nivel superior, vemos un Pantocrátor en actitud de bendición rodeado de mandorla y tetramorfos, más sendos ángeles inclinados en las esquinas.

Justo frente a él está el albergue donde vamos a dormir y al que llegamos guiados por Tere, Michel y Juan Carlos que ya se han aseado y descargado los bultos. Nos acomodamos en una habitación donde dormiremos todos en literas. En la calle nos rodean a miles las moscas, así que hay que tener especial cuidado con la doble puerta para entrar en el albergue. Después del aseo y de montar toda la infraestructura de cargadores, salimos a recorrer el pueblo. Estamos cansados, pero orgullosos de la etapa de hoy. Ha sido todo un reto en el que poco ha ayudado el intenso calor. Es de estos días en el que estás a gusto contigo mismo.

Una vez visitado el pueblo nos dirigimos, gracias a una pequeña que nos lo indica, al local social. Unas cervezas y refrescos, amenizados por la conversación con los lugareños, nos permiten pasar un buen rato hasta la hora de cenar. Nos la prepara la dueña del albergue y nos sienta como una bendición. Unos cafés y mi tisana para dormir, cierran la velada. Acomodados en las literas y tras varios chascarrillos, nos echamos los brazos de Morfeo.

Han sido 75 km con 1653 m de desnivel acumulado y 6 h de pedaleo. ¡Mañana más¡

 

 

 

 

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