Terminada nuestra aventura de 2014, comienzan las ideas para la de 2015. Esto pasa todos los años.

La primera idea y que surge casi inmediatamente, es realizar el descenso del Ebro por la GR-99. En teoría parece que va a ser más fácil de preparar: tenemos los tracks, se trata de un recorrido consolidado, lo han realizado compañeros nuestros, en fin, a priori todo a favor.

Michel me trae un libro con más información y empiezo a estudiar las etapas. Partimos con el hándicap de los días que disponemos, de cómo caen las fechas en las que solemos hacer la ruta, de cómo organizar la logística del transporte, etc.

Es una ruta difícil de cuadrar en cuanto a sus etapas por el elevado número de participes y veo que son pocos los pueblos donde podemos pernoctar. Sin embargo, comienzo a trabajar en ello, pero la última palabra la va a tener el propio río. Debido a una serie de fuertes temporales, el río se desborda de forma inusitada y provoca graves daños. Solo el ver las imágenes por televisión sobrecoge. En lo que a nosotros afecta más directamente, las infraestructuras quedan destrozadas y es difícil que dé tiempo a repararlas.

Hablo con Pedro que reside los fines de semana en Tudela, una de las ciudades más afectadas. Dejamos pasar el tiempo a la espera de noticias. Unos amigos de este, naturales de Tudela, planean realizar el viaje en Semana Santa. A su vuelta les preguntaremos. El mismo Pedro sale a pedalear para ver la situación. Por ambas partes llegan malas noticias, parece que va a ser imposible.

Así las cosas, hay que improvisar algo lo más rápidamente posible. Mi salud tampoco pasa por sus mejores momentos, así que tampoco tengo muchas ganas de preparar algo. Sinceramente, haciendo de tripas corazón, me vienen a la memoria conversaciones con Manolo y Juan Carlos; les gustaría hacer el camino de Santiago. ¿Por qué no? Entero imposible, pero se puede buscar una alternativa, llegar lo más lejos que nos permitan los días de tal forma que volvamos a Huesca en bicicleta.

Empiezo a echar mis cálculos y cuadra el llegar hasta Logroño y volver bajando el Ebro hasta Zaragoza. Solo dos pegas. El tramo Logroño a Tudela no podrá ser por la GR-99, así que gracias a unos amigos de Pedro, surge la posibilidad de hacerlo alejándonos del río lo más posible. Por otra parte, pernoctar en Zaragoza tampoco me ilusiona, odio atravesar grandes ciudades en bici. Hablo con los demás y les pregunto si no les importaría hacer las dos últimas etapas por donde fuimos el año pasado, pero al revés. No les parece mal y algo me inventaré para que no sea exactamente igual. No tengo demasiada ilusión así que el hecho de ir a Logroño por el camino de Santiago, que ya conozco de otros viajes, me facilita la tarea. También con alguna nueva sorpresa.

El caso es que al final, la ruta empieza a tomar forma y preparo las etapas. Al ser un buen número de ciclistas debemos huir de los albergues clásicos y buscar alojamiento alternativo.

El primer obstáculo es la primera etapa. Botaya es un pequeño pueblo y si alargamos hasta San Juan de la Peña o Santa Cruz de la Serós la etapa puede quedar demasiado dura. Se lo comento a Fernando y casualmente conoce a alguien de allí, Le pregunta y resulta que hay un albergue privado. Solucionado este problema, el resto es más sencillo. No sé si es por suerte o por la pericia de mis compañeros, conseguimos alojamientos al final de todas las etapas, poco menos que en una tarde.

Otro problema son las fechas. Este año julio comienza de manera que nos complica cuadrar las vacaciones. El perjudicado es Pedro que tiene que trabajar dos días durante la ruta. Pero todo se puede solucionar con imaginación. Lo iremos a buscar a Sangüesa, lugar donde finaliza la segunda etapa,  y el deja el coche allí. Así cuando lleguemos el domingo podrá usarlo para llegar a Bilbao y justo se puede reincorporar en Logroño el día que pasamos por allí. Genial.

César, conductor habitual del coche de apoyo, también tiene problemas y hasta días antes de la ruta no sabe si podrá acompañarnos. Finalmente, le es imposible. Levaremos mi monovolumen y nos turnaremos cada día en conducirlo. Es la primera vez en 10 años que tenemos este problema.
Para colmo de desgracias Michel sufre una rotura de fibras y no sabe si estará a punto para la ruta. Justo, pero al final se recupera. Este año parece que los hados están en nuestra contra.

Esperando que no ocurra nada más, esperamos la llegada del día cero.
Un día antes de empezarla, Manolo y yo, nos vamos hasta Sangüesa a buscar a Pedro y de paso hacer un poco de turismo. Al mediodía ya estamos de vuelta y preparados para cargar los bultos en el coche.

Este año la gente se porta bien y no se excede en el equipaje. Efectivamente es así y este cabe de maravilla en el coche.

Esperamos que todo vaya bien porque varios de los integrantes del grupo necesitamos revitalizarnos tanto física como mentalmente. A última hora se apunta Juan Carlos, que aunque por motivos de trabajo no la puede realizar, se ofrece a ser el conductor el primer día.

Al final hacemos la ruta entera Manolo, Fernando, Tere, Chavi, Antonio, Michel, Pedro y yo. Solo ocho participes que echaremos de menos a los que faltan.