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Santiago de Compostela - Olveiroa (2/3) Después de comer unas barritas energéticas y de descansar en un banco de piedra a la puerta de la capilla de San Blas, salimos por una calle empedrada que luego se transforma en una pista asfaltada que acompaña al río Tambre hasta que, un poco después, una señal nos saca del camino y entramos en el bosque por un sendero cubierto por robles majestuosos y que cruza bajo el puente de la carretera vieja. Luego continúa entre maizales para cruzar bajo otro puente más moderno y desemboca en la AC-544 a la altura de Barca. Cruzamos el pueblo y volvemos a cruzar la carretera para continuar ascendiendo por pista asfaltada junto a unos pazos preciosos y luego descender a hasta Negreira. En un poste, Michel fotografía un cartel de una pensión turística en Olveira para llamar luego y reservar alojamiento, pues seguimos viendo muchos peregrinos. Cruzamos Negreira con facilidad porque ya conozco el lugar de cuando hicimos la Vía de la Plata y dormimos en el albergue de este pueblo. Decidimos comer de bocadillo aquí, ya que aún no son las doce. Buscamos un poco a ciegas y en algún establecimiento se echan atrás cuando decimos que somos nueve. Por fin, entramos en uno que hemos visto un poco antes. Se llama O Seixo -no penséis mal, que no es un sitio con luces rojas donde ir a sellar; seixo es cuarzo en gallego y el nombre de un pueblo de Galicia por el que pasamos ayer- y pedimos unos bocadillos calientes. La camarera duda al vernos tantos y amablemente nos dice que sí, pero que está sola y tardará un rato. No hay problema, vamos muy bien de tiempo y esperamos tomando unas jarras de cerveza… y una Coca-Cola. Michel llama al alojamiento que hemos visto en el cartel y reserva nueve plazas. Un problema muy serio solucionado y todos más tranquilos. Aprovechamos para leer la prensa y descubrimos que han robado el Códice Calixtino. No puede ser, pero ya traemos los desastres con nosotros. La otra vez incendios, ahora el robo… ¿A que los del equipo “vandevelde” vamos a ser los sospechosos? Antonio recibe un mensaje de su hijo preguntando si hemos sido nosotros y lo mismo algún compañero más. Intentamos saber si el robo fue ayer, pues estuvimos en la catedral, pero no lo pone en el diario. Salimos de Negreira por el Pazo do Cotón y seguimos una carretera local que cruza por un puente el río Barcala. Solo salir de él, la abandonamos por una fuerte subida que lleva al albergue. Antes de entrar en él, giramos a la derecha junto a la iglesia de San Xulián del siglo XVIII. De aquí sale un estrecho camino de cemento que se convierte en tierra al entrar en un oscuro bosque. Robles, eucaliptos y helechos, crean una cobertura por la que a veces tan apenas pasa la luz. El sendero o corredoira -son antiguos caminos que unían y unen las pequeñas aldeas de la zona- se mantiene en altura o asciende muy suavemente, rodeando y adaptándose a los accidentes geográficos que encuentra a su paso. Afortunadamente esta noche no ha llovido demasiado y no hay barro. Tras un rato de pedaleo fácil, la senda sale a la AC-5603 y continuamos por ella, ascendiendo ligeramente, hasta llegar a Zas –sí, el pueblo se llama así-. Cruzamos la aldea por el centro y entramos de nuevo en una corredoira que rodea una colina y pronto de abre a campos de cultivo y prados. Nuevamente entra en el bosque y comienza a descender hacia Camiño Real sin llegar a entrar en él. Ya con bosque a la derecha y maizales a la izquierda, llegamos hasta un mojón en el que encontramos sobre él, una bota de montaña con un montón de piedras. No sé si será una penitencia de un peregrino que continuó solo con una bota o es que la perdió. De nuevo entramos en el bosque, pero ahora por una senda mucho más amplia y rodeada de muretes de piedra a los que el musgo tapa por completo. En algún punto tiene un repecho mayor que nos obliga a forzar los riñones encima de la bicicleta. Este esfuerzo se ve recompensado con una ligera bajada hasta Rapote. Aprovechamos para coger agua en la fuente y descansar un par de minutos. Atravesamos el interior del pueblo y continuamos por un camino que asciende, de nuevo por el bosque, y nos acerca hasta A Pena y Piaxe –ambos están separados por una docena de metros- en menos de diez minutos. Fotografiamos el crucero y la ermita del lugar. Ya por asfalto, subimos hasta Portocamiño –situado a menos de 300 m- y giramos a la derecha por una carreta que asciende llevando a nuestra izquierda los primeros aerogeneradores de la jornada. A los pocos metros, a la altura de Cornovo, la abandonamos para entrar de nuevo en una corredoira mucho más abierta que cruza campos de maíz de buena altura y de un verde reluciente. Durante el trayecto cruzamos un regato por un puente de madera. El camino, después de un rato, termina saliendo de nuevo a la AC-5603. Ascendemos por ella un pequeño puertecito y luego descendemos hasta Vilaserio, pueblo al que entramos por un camino rodeado de robles y muros. Atravesamos el pueblo y volvemos de nuevo a la misma carretera, rodeados de prados y de vacas pastando en ellos, para continuar por ella hasta Cornado. En su fuente nos encontramos a una pareja de ciclistas descansando y cogiendo agua. La mujer está desfallecida, con cara de agotamiento, pero el marido insiste en seguir mientras ella nos mira con cara de ¡En menuda me he metido! Los dejamos y seguimos un camino bastante amplio, flanqueado de una hilera de árboles y con buen firme, que cruza abundantes campos de labor y nos deja en la AC-5604. La abandonamos unos metros después y seguimos por otro camino rectilíneo similar al anterior que acaba en Maroñas, junto a su crucero y al primer hórreo del día. Salimos del pueblo por una pista asfaltada que nos deja en otro pueblo –no sé su nombre- de casas más modernas. Vemos un crucero con una pareja de peregrinos sentados en él. Michel y yo nos miramos y casi nos adivinamos el pensamiento. Cuando llegamos a la altura del crucero –vamos guiando al grupo- nos ponemos a dar vueltas sobre él y los demás nos siguen como ovejitas, ante la mirada atónita de los peregrinos y la desorientación de los nuestros. Desde aquí, salimos a la AC-400, la seguimos una docena de metros, y ascendemos por una pista asfaltada rodeada de campos de cultivo, fruto de la parcelación. Durante este trayecto, nos cruzamos con la aparente reencarnación de Jesucristo; un hombre de abundante melena y barba, semidesnudo, descalzo, con un gran saco colgado del hombro y acompañado de un perro, pasa ante nosotros totalmente callado. Michel y yo, los últimos como de costumbre gracias a las fotos, paramos ante un viejo crucero y una ermita ruinosa antes de seguir hasta Gueimo.
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