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Castro Dozón – Santiago de Compostela (2/3) Cruzamos el pueblo, salimos por una carreterita asfaltada (PO-6511) en dirección a Casela, y pedaleamos entre zonas de cultivo y bosque que se van alternando. Rodamos muy rápidos y avanzamos fácilmente por el asfalto, atravesando pistas asfaltadas y maizales con construcciones aisladas. El día, un poco nublado, ayuda a que el calor no nos afecte. Al final, llegamos a una casa de labranza, y las flechas nos invitan a rodearla con varios requiebros. Entramos en una zona boscosa por una pista de tierra que termina en una pista asfaltada que nos lleva a Dornelas, donde nos detenemos a beber en su fuente y reagrupar. Unos peregrinos a pie, llegan en ese momento mientras fotografiamos la iglesia de San Martiño, de estilo románico. Dejamos el pueblo por una carretera local asfaltada que atraviesa abundantes zonas boscosas, repletas de vegetación, hasta que las señales nos hacen dar un quiebro y se introducen en una pista ascendente bajo los pinos y junto a un mar de grandes helechos y tojos. Gracias a un mojón del camino, tomamos un desvío dentro del bosque y la pista, de mejor calidad, comienza a descender a la par que cambiamos los robles por plantaciones de eucaliptos. Pronto llegamos a un núcleo de casas y las cruzamos por en medio para seguir hasta O Seixo. Nos detenemos junto a la ermita das Angustias y para disfrutar de unas impresionantes hortensias azules. Estas crecen a las puertas de cada casa. Pasado el pueblo, vuelvo a tener otra duda sobre el camino a tomar; mis waypoints marcan a la izquierda, pero las flechas lo hacen a la derecha. Repetimos la táctica seguida hasta ahora, y nos decantamos por las señales que nos llevan hasta Prado tras dejar a la izquierda la Fonte dos Carballiños. Desde aquí se observan las faraónicas construcciones que se necesitan para el AVE; viaductos y túneles se suceden en esta tierra sin nada llano. Salimos del pueblo en descenso y una pareja de ancianos nos desean buen camino. Paramos un momento para fotografiar el viaducto que cruza el río Ulla y que deja diminutos a los demás puentes que hay junto a él. En ese momento, están realizando la prueba de carga con dos trenes circulando sobre él. Seguimos descendiendo por asfalto tomando un par de fuertes curvas y giramos en una de ellas, para circular por una pista asfaltada más estrecha y antigua que nos deja en Ponte Ulla. Hemos descendido a tan solo 130 m sobre el nivel del mar lo que nos indica, que tarde o temprano, el camino se tiene que empinar. Salimos junto al puente que le da nombre y, justo en la mitad, está la divisoria entre las provincias de Pontevedra y A Coruña. Son la una del mediodía, cuando cruzamos el pueblo en busca de un sitio para comer algo rápido. Entramos en el bar Juanito donde están comiendo unos trabajadores que participan en la construcción del AVE. El dueño nos ofrece carne con patatas por varias veces. Le decimos que tienen que ser bocadillos o algo así y me dice en broma, que eso son mariconadas. Insistimos y nos saca unas cervezas, coca cola y unos platos con jamón, chorizo y queso, que devoramos con avidez. Pedimos otra ración. También aprovechamos para sellar la credencial y César para recaudar fondos. En poco más de media hora terminamos de comer y salimos en dirección a la siguiente señal. Esta se encuentra en una plazoleta junto a un crucero, al que escasamente deja ver un roble. Es un camino empedrado - camino romano o medieval-, rodeado de altos muros de piedra, por el que ascendemos penosamente tras el parón que hemos hecho. A los pocos metros nos devuelve a la N-525 por la que ascendemos hasta desviarnos por un camino que cruza bajo el ferrocarril. Previamente, un cartel de carretera nos avisa que solo quedan 17 km para Santiago. Este asciende con fuerza atravesando un bosquecito hasta salir a unas casas donde entramos en una pista asfaltada. Esta sigue ascendiendo hasta que nos desviamos por camino de tierra y, poco a poco, el grupo se estira. Parece que José Luis va algo cansado y creamos una “grupeta” entre Michel, José Luis, Tere y yo, a la que se une en alguna ocasión Pedro. Los de delante no paran y nosotros lo hacemos para ir haciendo fotografías y vídeos. Rápidamente nos elevamos sobre el valle y el arbolado empieza a ser una mezcla de pinos, eucaliptos y robles, bien aderezada con una amplia alfombra de helechos. El sol empieza a estar presente y hace algo más de calor. La pista parece estar hecha con tiralíneas y asciende de manera suave y sostenida, dejando ramales a los lados y cruzando otras pistas de igual entidad. Al final acabamos saliendo a una carretera local que nos deja en la fuente y capilla de Santiaguiño, del año 1676, como reza el curioso y esotérico grabado de su dintel. Pocos metros más adelante se encuentra el moderno albergue de peregrinos San Pedro de Vilanova, con jardines perfectamente diseñados de estilo japonés y una zona de descanso con muebles hechos con troncos de árboles. Aprovechamos la parada para hacerle unas fotos a Tere, posando con la mascota del Xacobeo. Retomamos el camino, ahora más estrecho, por un tramo rodeado de eucaliptos en el que se rueda con más facilidad y dejamos Sobredo a nuestra izquierda. El camino, que cruza varias pistas forestales, se abre cada vez más, y comenzamos a descender hasta llegar a una pista asfaltada. La tomamos a la izquierda y acabamos en el crucero de Lestedo donde una señal nos envía a la derecha. Pedaleamos junto a altos emparrados que sujetan estrechos pilares de granito. Estos últimos kilómetros de recorrido, son ahora un laberinto de carreteritas, desvíos y casas aisladas, donde me es imposible orientarme, De no ser por la buena señalización y los waypoints del GPS, hace rato que nos habríamos perdido. Con este caos mental, llegamos al crucero de Rubial que se encuentra junto a una casa que tiene un pequeño torreón con un letrero en su puerta que reza textualmente así:
Tal es el lio de esta zona, que en los azulejos con los números de las casas, pone el concello, la parroquia y la aldea. Bueno, intentaré como pueda seguir con la descripción de lo que nos queda hasta Santiago. En algún momento, que no recuerdo bien, me llama César y me dice que ha conseguido un hotel a buen precio junto a la estación de autobuses. Buenas noticias. De Rubial, salimos por una pista asfaltada rodeada de prados y maizales que, tras cruzar una carreterita y un paso bajo la vía del tren, se convierte durante poco tiempo en camino de tierra. Termina de nuevo en otra pista asfaltada y siguiendo las abundantes señales –menos mal- llegamos a Deseiro, pueblo que atravesamos saliendo a la N-525, carretera que cruzamos para entrar en Susana. A su salida hay un pequeño parquecito con esculturas donde intentamos orientarnos después de tanta vuelta. Parece, que en vez de acercarnos a Santiago, esté se aleje cada vez más. Retomamos el camino para pasar bajo la N-525 y ascender por calles asfaltadas en continuos requiebros hasta Ardagán y Mazorros. Cruzamos el río Aries y continuamos, entre campos de cultivo, hasta llegar a O Sixto y luego al puente que hay junto a la ermita de Piñeiro. Seguimos por el camino Real de Piñeiro y entramos en el pueblo de Piñeiro bajo unos emparrados que cruzan la calle de lado a lado.
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