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Plaza de ayuntamiento de Ourense
Hasta los muñecos nos desean buen viaje
Estrecho sendero entre grandes helechos

Sombrías y estrechas corredoiras entre robledales o carballos


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Camino Sanabrés
Benavente - Fisterra

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Xunqueira de Ambía – Castro Dozón (2/3)

Sin perder la dirección, avanzamos hacia el centro de la ciudad buscando nuestro objetivo que es llegar al puente romano por el que debemos cruzar el río Miño. En una de las paradas para controlar que vamos todos juntos, vemos una señal  grabada en una piedra en medio de la plaza y que nos dirige hacia el centro. Decidimos seguirla y, como es normal, por direcciones prohibidas nos deja en la plaza de la Casa do Concello –Ayuntamiento-. Pedro, Michel y Tere van a sellar las credenciales y vuelven encantados con la chica que les ha atendido. Mientras tanto, hemos convencido a la dueña de una tienda que hay bajo los soportales de la plaza, para que nos haga unas fotos de grupo.

Decidimos seguir adelante y unas conchas amarillas nos llevan por la calle Arcediagos. Pasamos junto a la catedral  de San Martiño y junto a iglesia de Santa Eufemia del Centro, para seguir callejeando como podemos por zonas peatonales y, esperando que la policía no nos diga nada, llegamos a nuestro objetivo, el puente romano o la Ponte Vella, como lo llaman aquí, por el que cruzaremos el río Miño. De origen romano y construido por Augusto en el siglo I, unía las ciudades de Braga y Lugo y correspondía a la calzada romana número XVIII, tiene una longitud de 370 m gracias a sus 7 arcos y una altura de 44 m. Hacemos una parada para fotografiarlo a él y a los demás puentes de la ciudad, incluido el puente del milenio. A buen seguro no aguantarán tanto tiempo como este.

Proseguimos el camino, con el día algo menos nublado, para llegar hasta la estación de ferrocarril donde hemos quedado con César. La encontramos sin problemas y decidimos almorzar algo en un bar.  Entramos en el bar La Rotonda, ya que nos coge de paso, y comemos unos bocadillos de tortilla de patata y de pechugas de pollo con unos cafés con leche. Hasta Ourense nos ha costado poco llegar, pero atravesarlo nos ha retrasado bastante. Son las más de las once y solo llevamos 25 km. Ourense esta a poco más de 100 m de altitud y debemos salir de este agujero, así que no puede esperarnos nada más que una fuerte subida, como se adivina en el horizonte.

Retomamos el camino para cruzar las vías del ferrocarril sobre un paso elevado y que continúa por una larga avenida hasta que, tras una gasolinera,  una señal de Camiño Real nos saca de ella hasta llegar al barrio de Pereira donde el desnivel aumenta, al tiempo que un cartel de Camiño Real Soutelo, nos indica la buena dirección. Mientras reagrupamos, Chavi encuentra un triciclo de su talla con la que hacer unas cabriolas. Afortunadamente su propietario no aparece. Alguien que no recuerdo, se da cuenta que Pedro lleva mal puesta la cadena a su paso por el cambio trasero. Es increíble que haya podido pedalear así estos días, ¡De Bilbao tenía que ser, que bruto!  La reparamos en un minuto. Ahora estamos asustados de cómo va a pedalear con la cadena bien puesta.

Empieza una durísima subida por calles empedradas hasta llegar a una plazoleta donde nos detenemos a fotografiar su iglesia y crucero. Seguimos subiendo hasta salir a una carretera que cruzamos y donde la calle, con empedrado algo separado, nos hace sufrir lo indecible mientas serpentea inmisericorde hasta llegar a la ermita de San Marcos da Costa a la que solo algunos llegamos sobre la bici. Aprovechamos el descanso para subir a pie hasta la ermita y contemplar, en la medida de lo posible -unos pinos tapan la mejor vista-, la ciudad de Ourense. Nos hacemos unas fotos de recuerdo y volvemos a coger las bicis.

La calle sigue subiendo y pronto se convierte en una pista con exceso de grava que dificulta aún más el pedaleo hasta que, al unirse a otra mejor, el terreno se hace más suave. Por fortuna, tengo que cambiar las pilas al GPS y me da un respiro, Pedro se queda conmigo y juntos alcanzamos a los demás al final de la cuesta. Acabamos de salvar el “mortirolo” del día y más relajados, continuamos ruta entre campos de cultivo, casas aisladas y viñas, hasta Sartétigos. La pista nos saca a una carretera que cruzamos para enseguida salir a una carretera local y que abandonamos rápidamente para meternos en un camino  ascendente, cubierto de eucaliptos, en el que aflora la roca desnuda. Este termina en un tramo asfaltado por el que pedaleamos con fluidez hasta llegar al Concello de Amoreiro. La pista  continua bajo inmensos robles que, con sus ramas abiertas, parecen personajes de dibujos animados. En sus troncos, de vez en cuando, aparecen carteles de papel con avisos del concello. Un curioso tablón de anuncios oficial.

El camino aparece de nuevo asfaltado y entramos en Tamallancos -Barral en los mapas del IGN-, pueblo que cruzamos siguiendo conchas pegadas en la pared de algún edificio. La calle continua por una pista asfaltada hasta Bouzas, cruzando la carretera junto a su iglesia de Santiago, para entrar en un camino asfaltado en el que, desde una casa de campo con unos muñecos caseros de tamaño natural y ataviados de peregrinos, nos desean “Bon Viaxe”. Al final del pueblo pasamos junto a unos ruinosos hórreos que nos detenemos a fotografiar.

En un suspiro, entramos en Sobreira y salimos de él, ya que tan apenas tiene unas casas, en las que aparece la concha amarilla del camino. En unos metros cruzamos una carretera local y entramos en un camino rodeado de campos de labor que nos lleva hasta el río Barbantiño. Este lo cruzamos por un precioso puente de piedra en el que descansan una pareja joven de peregrinos. Junto al paso hay unas casas derruidas donde tan apenas quedan de pie los hórreos.

Pedaleamos en grupo bajo un cielo gris, con nubes mucho más negras en horizonte, que esperemos no vengan acompañadas de lluvia. Entramos en una carreterita que nos acerca hasta Faramontaos, pueblo del que salimos por un sendero empedrado y húmedo que nos obliga a desmontar, mientras caminamos por una cerrada vegetación de zarzas y robles. Poco a poco se abre más y podemos disfrutar del pedaleo por este precioso paraje. Enseguida llegamos a un cruce con unas casas y bancos donde un cartel, junto al mojón del camino, nos indica que quedan 4 km a Cea y nos desea buen camino.

Reagrupamos un momento y continuamos por un camino vestido de hierba, junto a una valla de piedras repletas de musgo que pronto nos deja en Vinuedo. Cogemos agua en una fuente, junto a unos rosales impresionantes y una casona ruinosa, pero majestuosa y otra que tiene unos grandes blasones de piedra en la pared. Llegamos al centro de la población donde hay unos grandes jardines, muy arreglados con dibujos florales, y una imagen de lo que parece ser la Virgen de Fátima.

Salimos a una carretera que pronto dejamos a la derecha, entrando en un sendero de helechos muy altos y que debemos atravesar a pie, hasta que se abre en forma de camino estrecho, tras cruzar una carreterita local. A Pedro se le rompe la cadena y Tere, José Luis, Manolo y yo, esperamos rodeados de muros de piedra llenos de musgo y bajo unos gigantescos robles.

 

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