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Mombuey - Vilavella (3/3) Cruzamos la nacional junto a la ermita de la Virgen Morena de Guadalupe y continuamos por una pista asfaltada que lleva al cementerio. Las señales marcan a la derecha por un camino que asciende de forma terrible. Aquí comienza la ascensión al Padornelo y solo estamos a 1000 m de altitud. Remontado este primer repecho, el camino se estrecha para pasar un arroyo por un pequeño puentecito. Unos metros a pie y retomamos la pista que poco a poco se introduce en el oscuro bosque de robles. El camino está bordeado de muros de piedra, totalmente cubiertos de musgo. De momento la ascensión no es demasiado dura y el entorno es idílico. La falta de luz por la frondosidad del bosque, unido a que el cielo está cada vez más cubierto, hacen que las fotografías salgan “movidas” y se distorsione la belleza del entorno. La disyuntiva entre foto y disfrutar del momento, se inclina a favor de lo segundo. El camino asciende con más dureza y se hace cada vez más estrecho para acabar siendo una senda. El grupo se empieza a disgregar y se comienza a oír los truenos de la tormenta, pero de momento no llueve. Aprovecho las breves paradas para esperar a los que vienen detrás y grabar unos videos. Cuando lo intento hacer montado en la bici, paso serios apuros para mantener el equilibrio. Los tramos en los que podemos ir montados son cada vez menores, tanto por el desnivel como por el estado de la senda, cada vez más pedregosa. A nuestra izquierda discurre un arroyo de aguas cristalinas cuyo sonido aumenta la sensación placentera de estos momentos. Los truenos son cada vez más frecuentes, el cielo está totalmente encapotado, pero de momento sin lluvia. Antonio va por delante y se mantiene en comunicación por radio con Michel. Así nos avisa de las dificultades que aparecen en el camino, como dos peregrinos andaluces que duermen en medio de la senda y a los que tiene que despertar para pasar. Por fin llegamos al final de la senda que termina junto a la boca escondida de un túnel del tren. Nos reagrupamos todos. Dos flechas indican dos opciones: la primera seguir por sendero para ascender el puerto y la segunda, seguir la pista. La primera opción es inviable con las bicis, así que decidimos seguir por la pista como indican mis marcas de GPS y las flechas. Lo curioso del caso, es que a pesar del esfuerzo, aún estamos a 1.100 m de altitud y nos queda bastante hasta el puerto situado a 1320 m. La pista, como ya nos imaginábamos todos, comienza a ascender con fuerza. Poco a poco salimos del espeso bosque rodeando un par de montañas pequeñas. La lluvia empieza a aparecer, aunque de forma ligera. Apretamos todo lo que podemos los pedales para llegar arriba cuanto antes. Por fin, cuando la lluvia arrecia, llegamos a una planta de áridos situada sobre la antigua nacional, hoy convertida en poco más que una pista. Aprovechamos uno de los cubiertos de la instalación para refugiarnos y llamamos a César por la emisora. Este se acerca y aprovechamos para beber unos refrescos de la furgoneta y para que, los que no lo lleven, cojan sus chubasqueros y luces de la bici. Acordamos que pasaremos el túnel del puerto, con César cubriéndonos las espaldas con la furgoneta para evitar sustos e iluminarnos el camino. Cuando la lluvia disminuye un poco, reanudamos la ascensión. Todavía debemos superar 170 m de desnivel. Lo hacemos por la vieja y abandonada nacional. Esta, asciende penosamente adaptándose al terreno hasta desembocar en la N-525. La carretera sigue ascendiendo y salva un profundo barranco mediante un puente desde el que vemos, a nuestra derecha, los dos grandes viaductos de la autopista. Por fin llegamos al túnel y nos reagrupamos para pasarlo. Cuando entramos en él, veo que Antonio y Manolo están en la acera de este. Les pregunto y me dicen que se quedan arreglando las luces de Antonio que no le funcionan ¡Le tenía que pasar al ingeniero…! Los dejo y sigo tras la furgoneta, pegado a ella. Afortunadamente el túnel está iluminado y tiene aceras para poder pasarlo andando. Los algo más de 400 m de túnel se hacen largos por la tensión y cuando salimos de él, nos reagrupamos a la espera de los que se han quedado. César vuelve con la furgoneta hasta el otro lado del túnel y al cabo de poco tiempo aparecen los tres. Al parecer se han asustado, al darse cuenta que la luz fallaba y cruzarse con un coche de la benemérita. A este lado del túnel no llueve y el día aparece mejor, cosas de la montaña. Hemos salvado el primer obstáculo del día y son algo menos de las cuatro de la tarde. Las cosas van bien y puede que consigamos nuestro objetivo de hoy. César, que ha estado andando un poco por la zona mientras nos esperaba, me advierte que el trazado por el camino oficial está cortado por la autovía y que debemos seguir por la carretera hasta recuperarlo. Descendemos a toda velocidad por la nacional que cruza por un paso elevado la A-52 y llegamos a Padornelo, pueblo que da nombre al puerto. Nos detenemos lo justo para hacer unas fotos, dejamos a la izquierda la iglesia de Santa María de la Asunción, y continuamos descendiendo hasta que una señal nos saca de esta carretera para entrar en la de Lubián. La seguimos durante menos de un kilómetro, hasta que las flechas nos desvían a la izquierda para meternos en un camino fuertemente descendente. Así da gusto dar pedales. Tere lo pasa peor en algún tramo con muchas piedras y lo hace a pie. Sin embargo, la alegría se acaba pronto cuando, tras pasar una acequia, entramos en un viejo camino de montaña, empedrado, rodeado de muros de piedra, robles y helechos. El tramo es espectacular, pero las piedras sueltas, húmedas y lisas y el agua que mana de sus paredes, además del cansancio acumulado, pueden causarnos un accidente. Lo hacemos a pie como podemos para no mojarnos demasiado los pies. Afortunadamente es un tramo corto que nos deja a las puertas de Aciberos donde nos volvemos a reagrupar. Cruzamos el pueblo dejando a la izquierda la ermita de Santa Ana, descendemos por una calle larga y salimos por un precioso camino que desciende rodeado de altos muros de piedra y robles cuyas hojas muertas lo cubren todo. Su trazado zigzaguea salvando los obstáculos del terreno y obligándonos a desmontar en más de una ocasión. Poco más adelante, cruzamos sobre el ferrocarril por un puente de piedra y el sendero se hace más ciclable e ideal para la bicicleta de montaña. Son momentos de los que no se olvidan y que intentamos disfrutar al máximo. En el camino nos cruzamos con un peregrino que va con alforjas y que no puede más. No es muy sensato descender por aquí con alforjas y solo. Volvemos a cruzar la vía del tren, esta vez bajo ella, y continuamos descendiendo entre zigzags del camino hasta desembocar, junto al río Pedro, en una pista asfaltada que asciende con dureza hasta Lubián. Entramos en el pueblo por el Camiño dos Portos Carros, toda una declaración de las dificultades en las comunicaciones de esta zona. Mientras hacemos unas fotos, llega el ciclista que adelantamos antes, empujando como puede su bici. Su cabreo es monumental. Hablamos un rato con él y con el hospitalero del albergue. En un principio nuestra ruta debía acabar aquí. Reponemos agua en una gran fuente y ascendemos hasta la carretera, donde esta César. Descansamos un poco y, tras estudiar los mapas con Michel, nos planteamos la posibilidad de seguir hasta el albergue de Vilavella, al otro lado del puerto de La Canda. Son las cinco de la tarde y creemos que nos da tiempo. Son solo once kilómetros, pero hay que pasar el puerto. Por fin decidimos dividirnos en dos grupos; Chavi, Pedro, Tere y José Luis pasarán el puerto por carretera y Manolo, Antonio, Michel y yo, lo haremos por el camino marcado. Nos despedimos y deshacemos parte del camino, bajando por el pueblo hasta ver una flecha amarilla en la pared de una casa de piedra. Esta nos envía por una pista asfaltada que desciende mucho, hasta que en una curva pronunciada, las señales nos introducen en una pista de cemento. Esta sigue en descenso hasta cruzar bajo los viaductos de la autovía, cruzar el río Tuela y llegar al Santuario de Tuiza. Es una iglesia de estilo barroco que se construyo sobre una ermita anterior. Alberga a la Virgen de las Nieves, patrona de la Alta Sanabria. Los segadores gallegos hacían un alto aquí cuando volvían de Castilla, para ofrecer sus hoces a la Virgen antes de pasar el puerto de la Canda. Hacemos unas fotos y buscamos el inicio a la ascensión del puerto. Son las cinco y media y estoy algo cansado, pero quiero hacer el recorrido oficial y la belleza del lugar me da ánimo. Entramos en una zona de bosque muy húmedo y con el suelo embarrado, con pasos de piedras para librar los regatos que aparecen y grandes losas de granito en la parte central del camino para no mojarse. Poco después el camino se puede pedalear a tramos, obligándonos a un continuo montar y desmontar de la bicicleta. El paisaje bien vale este esfuerzo. A cada recodo del camino, aparece un lugar más bonito que el anterior y así continuamente. Con tanta fotografía y video, poco a poco, Michel y yo, nos vamos quedando atrás y solo la emisora nos mantiene en contacto con Antonio y Manolo. El sendero aumenta en desnivel y cada vez da menos opciones para usar la bici e incluso se llega a hacer difícil caminar con mis desgastadas zapatillas. Las calas rozan constantemente las piedras y resbalan sobre ellas. Poco a poco, salimos de la zona boscosa y el sendero pasa bajo una línea eléctrica de alta tensión. Ahora cambiamos el bosque por unas vistas excepcionales sobre el valle y las montañas que lo rodean, sembradas de aerogeneradores. En todo este recorrido no hemos visto ni un alma, pero por fin, llegamos al alto de la Portela da Canda, señalado con un mojón y piedras amontonadas por los peregrinos. Son las seis y veinte, nos ha costado menos de una hora la ascensión. Salimos de Castilla y en este punto, entramos en Galicia. Hacemos un receso y vemos a Antonio que palpa su cuadro. Nota algo raro y descubre que tiene una rotura, no completa, como un hundimiento, en su cuadro de carbono recién estrenado. Nadie sabe como ha ocurrido ni somos conscientes de que haya llevado algún golpe. Todo un misterio. Por la forma del daño y por estar en el tubo superior, que apenas trabaja en la bici, decide proseguir y vigilarlo atentamente. Satisfechos por lo conseguido, comenzamos a descender ya dentro de la provincia de Orense, por una agradable pista que nos deja en La Canda. Cruzamos el pueblo sin apenas detenernos más que para hacer un par de fotos de la iglesia. Salimos del pueblo por asfalto y a los pocos metros las señales nos indican un camino. Lo tomamos y siempre con fuerte desnivel, descendemos para atravesar la vía del tren bajo un puentecito. Más descenso hasta cruzar el arroyo Dos Santos y ascendemos ligeramente hasta llegar a Vilavella –Villavieja-. Pasamos junto a la iglesia de Santa María de la Cabeza y llegamos hasta la antigua N-525. Por la emisora nos comunicamos con César y con los demás, que ya han llegado. Nos indican que el lugar de pernocta está en la estación de tren. Salimos del pueblo y nos espera un fuerte repecho hasta el albergue. Este, de moderna factura, aprovecha un viejo edificio de la estación. Es tan nuevo que no tiene luz y todo funciona a base de un gran generador. Por dentro está muy bien acabado, con suelo entarimado y unos sofás en la zona de estar. Son las siete de la tarde y han pasado casi doce horas desde que salimos de Mombuey. Saludamos a nuestros compañeros y nos repartimos las literas que quedan libres. Nos han dividido en dos habitaciones con literas y cuarto de baño. Nos damos una ducha y hacemos algo de colada. Con el fuerte viento que se ha levantado, la ropa se secará pronto, a pesar de que estamos a 1050 m de altitud. Llega el hospitalero y sella las credenciales de todos. Michel y yo, aprovechamos la cómoda salita de estar, y aposentados en los sofás, nos dedicamos a descargar tracks del GPS y fotografías de las cámaras. Dejamos los datos preparados para el día siguiente, mientras charlamos animadamente con una pareja de jóvenes peregrinos de Bilbao, que serán nuestros únicos acompañantes este día. Ella es profesora, comienza a hablar con Pedro –también de Bilbao y profesor- y resulta que tienen conocidos comunes o algo así. Preguntan curiosos sobre el GPS y los datos que descargamos. Comento con Michel que estamos consiguiendo nuestro objetivo de ir adelantando un poco en cada etapa sobre nuestra previsión inicial, además hoy hemos superado los dos puertos de montaña más importantes de la ruta. Es hora de cenar y tenemos que volver al pueblo que está algo lejos. Unos deciden ir a pie, pero otros, Manolo y yo, nos metemos en la parte trasera de la furgoneta agarrados como podemos para no ir de un lado para otro. En el primer sitio que preguntamos está cerrado, así que nos dirigimos al hostal Porta Galega, situado en la N-525, donde nos sirven una suculenta y bien ganada cena. Unas buenas dosis de caldo gallego o unas alubias blancas con guindillas y carne o pescado, nos dejan satisfechos. El trato del camarero es exquisito, siempre atento a lo que necesitamos. El pan, de varios tipos, desaparece de la mesa como por encanto. Después de la cena, y ya sin ganas de andar, nos metemos en la furgoneta patera y volvemos al albergue. Los generadores se apagan pronto y nos quedamos sin agua y sin luz. Un montón de frontales de leds y linternas, empiezan a iluminar la habitación hasta que nos dormimos. Hoy hemos pedaleado durante 7 h, con 79 km de recorrido y 1600 m de desnivel acumulado.
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