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Zona embarrada cerca de Oteros de Sanabria
Puebla de Sanabria
Iglesia de Santiago en Terroso

Requejo


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Camino Sanabrés
Benavente - Fisterra

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Mombuey - Vilavella (2/3)

Retomamos el recorrido “oficial” y descendemos por una especie de trocha. Llega un momento en el que casi no se puede seguir montado. Antonio, Manolo y Pedro se adelantan, mientras yo, al llegar a una pradera llena de digitalis y muy encharcada, me detengo a filmar un poco el paso de los últimos. Tere va conmigo y mientras espero para grabar, oigo un grito y Tere desaparece entre las hierbas. Me doy la vuelta y no la veo, así que bajo un poco hasta que aparece tumbada en la hierba con la bici encima. En un acto muy poco caballeroso por mi parte, pero cerciorándome previamente de que no se ha hecho mal, no puedo evitar grabarla. Cuando nota que la humedad del suelo le llega a la piel, se levanta de un salto. Entonces llega el resto del grupo y mientras nos reímos contando lo acontecido, José Luis se cae al meter el pie en un agujero del barro. Ahora nos reímos por partida doble.

Vuelve a aparecer la pista, pero es una zona muy húmeda y está totalmente embarrada. ¡Ahora entiendo el porqué de marcar el camino por donde yo iba! Pasamos este tramo a pie y enseguida entramos en Otero de Sanabria. El pueblo crece a lo largo de una calle que desciende ligeramente. Cuando creo que ya he pasado el pueblo, entro en su centro. Adelanto a una peregrina y esta me vuelve a adelantar cuando me paro a fotografiar la iglesia de Santo Tomás Apóstol. Voy el último, así que aprieto el pedal para dar caza a los demás. Lo hago cuando la calle lega a la carretera.

Descendemos a toda velocidad hasta atravesar de nuevo la A-52, esta vez por un paso inferior. Un fuerte repecho por asfalto nos deja en Triufé. Rodeamos el pueblo por una zona con bastantes casas derruidas y acabamos en una carretera local, que a su vez termina en la N-525. Ya vemos cerca Puebla de Sanabria con su imponente castillo en lo alto. Descendemos hasta una rotonda, desde la que entramos en el pueblo.

Es hora de comer algo, César ya ha llegado y mientras unos miran un bar donde hacerlo, Pedro entra a sellar la credencial en el albergue Casa-Luz, donde el hospitalero cumple con el ritual. En el primer bar que preguntamos, el dueño, al decirle que somos nueve, se asusta y nos dice que la plancha está fría. Seguimos calle abajo y antes de cruzar el puente, vemos un cartel que indica un área recreativa junto al río Tera. Vamos hacia allí y por fin podemos comer algo caliente. Son casi las doce del mediodía y solo llevamos 35 km. Aún debemos pasar el Padornelo y si se puede La Canda. No estoy muy seguro de que vayamos a conseguirlo.

Nos atiende una chica búlgara, bastante simpática y que no pone ningún reparo para prepararlo todo. Eso sí, nos avisa que le costará algo de tiempo. Cuando hay hambre, que importa el tiempo.

El entorno es espectacular, sentados junto a la ribera del río y el castillo sobre nuestras cabezas. Tanto mirar al castillo, me doy cuenta que en el cielo aparecen unas grandes nubes de evolución. Le pregunto a un hombre que pasea por allí, si va a haber tormenta. Me contesta que no lo cree porque el viento viene del sur, de Portugal. Yo solo sé que cada vez son más grandes, pero confiemos en los paisanos.

Tomamos asiento bajo una carpa, mientras saboreamos unas cervezas y refrescos. A la chica le llegan refuerzos y los bocadillos aparecen pronto. Entre unas cosas y otras, estamos una hora charlando y riéndonos de las diversas ocurrencias de Chavi, que tiene para dar y vender. Después de los cafés, reiniciamos la marcha.

Nos queda la parte más dura, a priori, de la ruta. Yo pensaba que puebla de Sanabria estaba a mayor altura, pero desde el inicio, con tanta subida y bajada, estamos a la misma altura que en Mombuey. Me temo que, como de costumbre, nos tocará lo peor hacia las tres. Va siendo otra mala costumbre.

Sobre la una, cruzamos el puente sobre el río Tera y giramos a la derecha para rodear el pueblo por el norte. Cruzamos un puente sobre el río Castró y antes de llegar a la N-525, giramos a la izquierda por un camino que corre junto al río Castró y que está indicado con un cartel de madera. Después de un rato por la pista, desembocamos de nuevo en la N-525, para salir de ella en menos de 400 m, tomando de nuevo un camino a la izquierda. Vamos por fuera de mis indicaciones, pero seguimos en todo momento el trazado oficial.

El camino vuelve junto al río Castro, para correr luego de forma paralela a él. En este punto tenemos dificultades para seguir las flechas ya que el camino va directamente al río. Unos momentos de búsqueda y al fin Antonio descubre una señal medio escondida. Nos envían por un sendero abierto por el paso de peregrinos, que dura algo más de un kilómetro. A nuestra derecha llevamos en todo momento la nacional y la autovía que nos sirven de referencia. Algo más tarde, la pista hace un quiebro de 90º  y se vuelve a convertir en senda cerrada que cruza unos campos y nos saca de nuevo a la N-525, durante algo menos de medio kilómetro. El trazado comienza a ser un poco lioso y lento, pero no lo abandonamos. Salimos de la carretera girando a la derecha y por un camino, más parecido a una senda que a otra cosa, llegamos en ascenso hasta la Iglesia de Santiago. En este punto reagrupamos y reponemos nuestros depósitos de agua en una fuente de agua muy fresca que hay frente al edificio. Hacemos unas fotos a la iglesia, en la que destaca la espadaña, a la que se accede por unas escaleras de piedra.

Una mirada al cielo en vez de a las flechas amarillas del suelo, hace que me empiece a inquietar un poco. Grandes nubes de evolución cubren ahora todo el cielo y parecen tener intención de quedarse en forma de tormenta. El hombre de Puebla de Sanabria se equivocaba y es muy posible que nos mojemos, además el calor empieza a ser algo más intenso.

Reanudamos la marcha y a pocos metros cruzamos una carretera y pedaleamos junto a un campo de futbol con un crucero tras una de sus porterías. Parece que no tienen mucha fe en el portero.  Ya vemos las primeras casas de Terroso. Cruzamos el pequeño pueblo sin apenas detenernos y ascendemos por un par de curvas hasta alcanzar un paso sobre la A-52. Proseguimos por una pista ascendente sin perder de vistas las indicaciones, que nos llevan por algún atajo, hasta que estas nos introducen en un sendero. Un cartel con el lema “Buen Camino”, nos anima a seguir. Este continúa en ascenso poco tiempo hasta que comienza a descender hacia el valle. La bajada es algo complicada y debemos desmontarnos para cruzar un regato de agua. Salvado este obstáculo, el sendero desemboca en una pista para cruzar de nuevo la A-52 y entrar en Requejo. A la entrada del pueblo hay una fuente en la que Manolo aprovecha para beber de nuevo. Un crucero nos da la bienvenida al pueblo y llegamos a la N-525.

En este punto tenemos dos opciones: Podemos seguir por la carretera para pasar el puerto de Padornelo, o ascender por el camino de tierra. No lo pensamos demasiado y decidimos afrontarlo por el camino más difícil y largo. ¡Somos así!

 

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