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Benavente - Mombuey (3/3) En una de las múltiples entradas del pantano, el camino se separa de él y comienza a ascender hasta las cercanías de un cementerio, momento en el que salimos a una pequeña carretera. La tomamos a la izquierda y tras un ligero ascenso, llegamos a Villar de Farfón, pequeña pedanía de Rionegro. Este pueblo fue fundado por los Señores de Rionegro, descendientes de Diego de Losada, fundador a su vez de la ciudad de Caracas. Un cartel nos indica que entramos en tierras de Sanabria, en la comarca de la Carballera. Siguiendo las eternas flechas, salimos del pueblo cuando vemos una fuente con un cacillo de metal esmaltado para beber en ella. Ya hace un rato que el calor aprieta algo más, así que decidimos pararnos para coger agua. Sobre ella hay un curioso cartel escrito sobre unas baldosas, en español y en inglés y que reza así: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; Más el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed” Es un versículo del evangelio de San Juan. Estamos seguros que volveremos a tener sed, pero el agua fresquita que sale de la fuente nos deja bien satisfechos. Retomamos el camino que cada vez es peor y asciende suavemente, adentrándose en una zona de páramo con vegetación aislada. Intento filmar el trayecto, pero por varias veces me doy un buen susto. Unos surcos a lo largo de él, hacen que las ruedas se desequilibren con facilidad y que debamos prestar mucha atención. Al final de la subida, un mojón de granito, con piedras encima puestas por los peregrinos a modo de hito, marca la dirección del camino a seguir. Comienza un descenso rápido y con abundantes trampas en forma de cantos rodados. Tere se cae y se lleva un buen golpe en el codo, rodilla y espalda. La herida inciso-contusa del codo es la que tiene peor aspecto, ya que además de anfractuosa, está muy sucia de tierra. A pesar de su habitual rechazo a ser atendida, el orgullo herido es peor que el dolor corporal, y de sacar todo su genio, al final la convencemos y cede a regañadientes. Cómo podemos, lavamos la herida con agua oxigenada y desinfectamos con betadine, gracias al pequeño botiquín de Chavi. Cuando lleguemos a destino la miraremos mejor. Descendemos ahora con más calma a pesar que el terreno pide bajar rápido, pero de las caídas no estamos libres ninguno y con una ya basta por hoy. Además, a lo lejos, en el fondo del valle, vemos Rionegro del Puente, en principio nuestro primer final de etapa. Sobre la 13.30 llegamos a Rionegro del Puente. Entramos en el pueblo atravesando el río Negro por una pasarela de cemento y cerca de un azud. El río hace honor a su nombre y es muy oscuro, imaginamos que por el color de la roca del fondo. El camino cruza bajo el puente de la carretera y por una fuerte rampa de cemento accedemos a la plaza del pueblo, donde nos espera César con el coche de apoyo. Nos dirigimos a la iglesia, que destaca sobremanera. Es el Santuario de la Virgen de la Carballeda. Una amable mujer del pueblo y encargada de enseñarlo, nos explica que es el primer día que lo abren este año. Estamos de suerte, así que entramos a sellar las credenciales. Nos dice que ella no tiene sello y que de eso se encargan en el bar, pero que ella nos explica todo lo referente al santuario. La iglesia, que fue acabada en el siglo XVII, tiene una alta torre de más de 20 m, toda de sillería y de aspecto robusto. Un atrio con un par de tumbas en sus paredes da paso a su interior. Es muy grande y tiene tres naves. Tras el altar se encuentra la imagen de la Virgen de la Carballera, patrona de toda la comarca. Nos enseña un curioso elemento, llamado El Tumbo, que se encuentra a la izquierda de la entrada, con tres cajas labradas y policromadas representando el cielo, el purgatorio y en la base, bestias devorando a los malos hombres. Todo ello culminado con un esqueleto que porta en sus manos una guadaña y una especie de azadón largo. Fue hecho por la cofradía de los Falifos y es propiedad de ellos, al igual que el santuario. Los Falifos son una hermandad que en sus orígenes, probablemente en el siglo X, nació como una reunión de alcaldes y religiosos para dar culto a la virgen y para proteger y ayudar a los peregrinos que iban a Santiago de Compostela. Falifo, farrapo o trapo, es la herencia que deja el cofrade a la hermandad. Esta prenda se vendía posteriormente para recaudar fondos. Después de la visita, nos dirigimos al bar Central para ver si podemos comer algo. Nos dice el amable dueño que menú no hay, pero que puede hacernos unos bocadillos calientes. Pedimos unos bocadillos de tortilla con jamón, creo recordar -¡esta memoria cada vez me falla más!-, y unas jarras de cerveza (bueno y Coca-Cola para Tere). Mientras esperamos, vemos que en el bar hacen de todo, bar, lotería, agente de un banco, etc. Tras el café y al ir a pagar, nos regala una apuesta de la lotería primitiva. Todo un detalle. Salimos del pueblo, por la derecha de su albergue de peregrinos, en ligero ascenso, para tomar después un caminito. Vamos en fila india quejándonos del dolor de piernas, pero después del parón de la comida es normal. Pronto se transforma en un sendero que aboca en una pista que nos lleva al paso sobre la autovía A-52. Pedaleamos durante un rato pegados a ella, ascendiendo hasta el alto del Manzanal. Entonces cambiamos de dirección y lo hace de forma paralela a la N-620. Es una zona de páramo, en la submeseta carballesa, en la que comentamos lo inhóspito que puede ser en invierno este lugar. Es un tramo monótono y sin complicaciones, llamado Prao Virón, en el que aprovechamos para filmar un poco de vídeo y en hacer unas cuantas fotografías. Pasamos tras un almacén industrial y cruzamos una carreterita. El pedaleo es rápido ya que, aunque en ligero ascenso, tan apenas subimos 100 m en ocho kilómetros, aunque haya algunos pequeños descensos entre medias. El camino-senda se va aproximando a Mombuey y a lo lejos ya vemos el hostal donde nos vamos a hospedar. Llegamos a las seis menos cuarto. Nuestro objetivo de adelantar camino cada día, se ha cumplido. Lástima que no haya alojamientos un poco más adelante para avanzar algo más, pues la etapa de hoy ha sido mucho más fácil de lo que pensaba y con muy poco desnivel. Por otra parte, así cogemos el ritmo de ruta y no nos sofocamos el primer día. César ha reservado por la mañana habitaciones ya que el albergue de peregrinos es muy pequeño, además el precio es bueno y podremos cenar en el mismo hostal. Llegamos a él y rápidamente descargamos la furgoneta con nuestras cosas. Repartimos las habitaciones y Pedro y yo elegimos una. Nos duchamos tranquilamente y como es temprano y pega el sol, hacemos una colada con la ropa usada hoy y la colgamos en improvisados tendedores fabricados por Antonio en un par de balcones del pasillo. Tere pasa a nuestra habitación para que le cure y desbride un poco las heridas de codo y rodilla. Le pongo unas gasas con una protección elástica en el codo, que es la de peor aspecto, y no le hace mucha gracia porque piensa que le dejará marca con el sol de mañana. ¡Divina hasta en los malos momentos! La única pega del hostal, es que las habitaciones están en el tercer piso y no hay ascensor. Con la de viajes que hacemos, subimos más desnivel que en toda la etapa. Mientras tanto, Manolo ha aprovechado para desmontar el eje de pedalier y darle un poco de grasa para evitar ruidos molestos. Yo aprovecho para bajar los tracks de la ruta, cargar los de mañana en el GPS, además de descargar las fotos de Pedro y las mías en el portátil. Un par de nosotros cargan las bicis en la furgoneta para evitar que nos las quiten. Más tarde, Pedro, Michel, Manolo, César Antonio y yo, nos vamos al pueblo. Lo tenemos a menos de un kilómetro del hostal. Recorremos el pueblo fotografiando todo lo que podemos. Intentamos beber de una fuente, pero unas viejecitas que están hablando en un banco a la sombra, nos recomiendan que no lo hagamos. Nos indican una fuente mejor. Les preguntamos si son fiestas, ya que vemos a unos jóvenes que se afanan en acabar un arco de madera bajo un entoldado que tiene colgando una cruz templaría. No recuerdo muy bien que explicación nos dieron, pero parecía algo relacionado con una tradición. Recorremos las callejas del pueblo para bajar hasta una plazoleta en la que, junto a un crucero, se encuentra la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción -Santa María en algunos libros-, de la que resalta sobremanera la torre románica de origen templario. Su aspecto es muy original, de aspecto defensivo y está datada en el siglo XIII. En uno de los lados, cerca de las ventanas más altas, me llama la atención una cabeza de un toro que parece hacer referencia al nombre del pueblo, según leo después en mis apuntes. Bajo ella una placa con esta leyenda: “Los templarios, señores de leyenda de estas tierras con la belleza y reciedumbre de esta torre, dan testimonio de su creer y existir más allá de su tiempo que en el camino de la vida tus buenas obras hablen de ti después de tu tiempo y tu andadura” Descansamos un rato en un banco, mientras César nos ameniza con un baile, y vemos una señal del camino. Mañana saldremos del pueblo por aquí. Volvemos al hostal a tiempo para cenar. Nuestros uniformes rojos cuelgan de las ventanas a modo de estandarte para que todos sepan quienes han tomado el lugar. Salvo por dos mesas, somos los únicos ocupantes del comedor. Cenamos bastante a gusto y la camarera que nos atiende es una chavala muy maja y activa que sabe seguir muy bien las bromas. Nos comenta que ella es de Cernedilla, un pueblo por el que pasaremos mañana, pero que vive en una casa aislada. Antonio, que ha visto un orujo de crema de café en una vitrina, insiste en que para terminar la cena, nos pongan un chupito de él. Nos retiramos a las habitaciones, recogemos la ropa tendida y me pongo a escribir este diario. Como se alarga un poco y tengo sueño, decido que tiraré de memoria cuando vuelva a casa. Mañana debemos afrontar el Padornelo y si es posible la Canda para adelantar camino. Nuestras fuerzan dirán lo que haremos. Hoy hemos pedaleado durante algo menos de 7 h con 69 km de recorrido y un desnivel de 400 m.
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