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Benavente - Mombuey (2/3) A lo lejos aparece un pueblo al que llegamos tras cruzar la carretera. Se trata de Sitrama de Tera y es una pequeña aldea que pertenece al ayuntamiento de Santibañez de Tera. Entramos en ella y nos llama la atención la iglesia de San Miguel. Nos acercamos a ella y vemos que hay unas escaleritas que ascienden a la espadaña donde está el campanario. Michel y yo, subimos a él por unas estrechas y resbaladizas escaleras de piedra para realizar unas fotos. Michel no se resiste a tocar suavemente la campana. El resto del grupo aprovecha para descansar a la sombra. Retomamos de nuevo el camino que sigue el curso del río. Este recorre zonas de chopos y cultivos, se encuentra más vestido de vegetación y podemos ver el río Tera a nuestra izquierda. En una curva del recorrido, aparece una puerta metálica de gran tamaño con unos leones y que está aislada sin que lleve a ningún sitio. Debe de ser que alguien ha intentado poner puertas al campo. Pronto llegamos a una carretita local, que tomamos a la derecha, para abandonarla en 200 m por un buen camino que sale a la izquierda. En pocos metros, las señales nos dirigen por una zona de sendero muy pedregoso en dirección a unas choperas. Atravesamos estas, y la pista aparece de nuevo. Ahora nos dirige hacia la orilla del río, cuyas aguas corren suavidad, hasta un punto en el que el camino aparece derrumbado, quizás destruido por el río. Debemos andar unos 100 m junto a un maizal y de nuevo aparece la pista. Pedaleamos en grupo entre grandes choperas, dejando un represamiento del río a la izquierda, hasta salir de nuevo a la N-620. Pedaleamos durante un rato por el asfalto, buscando las señales que encontramos a poca distancia de Santa Marta de Tera. Entramos en esta población por un camino que aboca en un parque, donde vemos a varios vehículos haciendo un descanso para almorzar. En Santa Marta de Tera tomamos contacto con el trazado de la ruta de la Plata “original”. A partir de aquí, los waypoints vuelven a aparecer en mi GPS. Hemos contactado con César y este nos espera en la plaza que hay delante de la Iglesia. El pobre se ha levantado con un fuerte dolor de garganta y le doy unos antiinflamatorios para ver si mejora. Los demás, tomamos unas bebidas de refresco y comemos unos plátanos. La iglesia de Santa Marta de Tera, es de estilo románico del siglo XI y en ella entramos a sellar nuestra credencial. Los selladores oficiales, Pedro y Tere, que aún no tiene muy asumido su papel, entran en el edificio para cumplir con su obligación. Los demás la visitamos por el exterior, atravesando el cementerio que crece pegado a ella. En su parte posterior, que mira al sur, en una de sus puertas, aparece la imagen más antigua de Santiago Peregrino. La figura con su cayado y zurrón, muestra la palma de la mano abierta y se ha convertido en el símbolo del Camino Sanabrés o Mozárabe. Como son casi las once y llevamos 30 km, decidimos tomar un pequeño almuerzo en el bar Stop, situado al borde de la carretera. Un café con leche nos pone de nuevo las pilas. Antonio ya está tranquilo. Salimos del pueblo por una pista asfaltada que pronto se convierte en tierra. Pedaleando junto a un bosque de ribera y con tablillas de madera con la imagen del santo que hemos visto en la iglesia indicando el camino, vamos pasando a caminos en peor estado. Rodeados de cultivos de regadío, en un paisaje cada vez más abierto, avanzamos siguiendo el curso del río Tera. José Luis pincha poco antes de llegar a una carreterita que tomamos a la izquierda para atravesar el río Tera y pasar a su otra margen. En ese punto hay una zona de acampada llamada La Barca, con una pequeña playa fluvial y un bar. Solo atravesar el puente, giramos a la derecha para tomar un buen camino entre chopos. Este, serpentea por un terreno cada vez más abierto, hasta acabar en una chopera donde se transforma en senda. La seguimos, guiándonos por nuestro agudo sentido de la orientación, hasta desembocar en un camino en cuyo suelo, algún bondadoso peregrino, quizás después de haberse perdido, ha hecho una flecha con piedras. La pista acaba en una carretera local que seguimos durante unos 700 m. Luego, nos desviamos a la derecha por una pista. Poco después llegamos a la fuente La Ribera donde nos encontramos a otros ciclistas bebiendo de ella. Son un grupo de cuatro amigos que pretenden llegar hoy hasta Puebla de Sanabria, pero no están realizando el Camino Sanabrés. Los dejamos mientras descansan y proseguimos la ruta hasta cruzar un canal. Tras una corta subida, en la que vemos a nuestra izquierda unas bodegas escavadas en la tierra, el camino nos deja a las puertas de Calzadilla de Tera. Atravesamos el pueblo siguiendo las flechas y, a las afueras, encontramos un monolito con forma de miliario romano, que indica el paso de la vía romana XVII que unía la ciudad portuguesa de Braga con Astorga. Esta calzada romana da nombre al pueblo. Aprovechamos para hacer unas fotos y seguimos adelante por el asfalto hasta Olleros de Tera. Atravesamos el pueblo por la carretera y poco después, junto a una señal indicadora, giramos a la izquierda por una amplia pista. Mientras avanzamos por ella a buen ritmo, nos cruzamos con coches “poco adecuados” para esos terrenos. Poco más adelante, al llegar a la ermita de Nuestra Señora de Agavanzal, descubrimos el motivo. Están celebrando una boda. Ya va siendo una costumbre en nuestros viajes, toparnos siempre con alguna. Están esperando a la novia, así que decimos que venimos de su parte a ver si nos invitan. Nos dicen que si vamos a La Bañeza, situada a unos 40 km, estamos invitados. Resulta curioso ver tanta gente trajeada en un paraje como este. Tras unas fotos a la ermita y al evento, seguimos adelante. En las guías que he leído, siempre mostraban este camino como difícil por sus condiciones, pero está en perfecto estado. El camino comienza a ascender suavemente hasta que se divide en dos. Frente a nosotros sale una senda y un cartel indica que las bicis deben girar a la izquierda por una pista ascendente. Es más largo, pero por si acaso, decidimos hacer lo que dice la indicación. La subida es cada vez más dura y después de tanto llanear, nos cuesta un poco acostumbrarnos. Desembocamos en lo que alguna vez debió estar asfaltado y ahora se ha trasformado en una incómoda pista de grava. Justo allí, vemos un coche que creemos es el de los ciclistas que nos encontramos antes de Calzadilla de Tera pues, por un momento, parece confundirnos con ellos. La pista sigue ascendiendo, aunque más suavemente, hasta llegar a un alto desde el que divisamos el pantano de Agavanzal que remansa las aguas del río Tera, nuestro compañero inseparable en el día de hoy. Descendemos hasta la presa y nos detenemos en ella para hacer unas fotos. El embalse está lleno y corre una suave brisa. Seguimos adelante pedaleando a buen ritmo, más o menos en grupo, por la vía de servicio que lo rodea y que tiene un perfil de continuos sube y bajas. De vez en cuando se hace irresistible el parar a contemplar el paisaje y fotografiarlo. Hay alguna zona que parece espléndida para el baño.
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